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domingo, 30 de julio de 2017

La batalla del pequeño Charlie llegó a su fin

Por Miss GD

Yates y Gard, los padres del bebé,  realizaron durante cinco meses una ardua batalla legal para que su bebé pudiera recibir un tratamiento experimental en los Estados Unidos con la esperanza de alargar lo más posible la vida del pequeño. Los médicos se mostraron en cambio a favor de desconectar al bebé para no seguir prolongado su sufrimiento, pues consideraban su enfermedad irreversible y sin probabilidades de mejoría alguna. Para financiar el tratamiento experimental, los padres lograron reunir uno  1,5 millones de euros en donaciones, pero la Justicia dio la razón al hospital y abogó por detener el sufrimiento del bebé. La pareja agotó todas las instancias que podrían dar una respuesta favorable a su situación, incluido el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Una de las historias más delicadas y emotivas de los últimos días llega a su fin. El pequeño conocido como 'bebé Charlie', de apenas 11 meses de edad, murió este 28 de julio en un hospicio para enfermos terminales del Reino Unido, tras la larga batalla legal realizada por sus padres para lograr que fuera sometido a un tratamiento experimental en los Estados Unidos. Su madre, Connie Yates, realizó declaraciones a varios medios británicos como el diario 'The Independent' y dejó percibir su inmenso dolor ante la pérdida pero también confesó sentirse orgullosa de su pequeño.

La muerte del bebé Charlie Gard se produce a solo un día después de que un juez del Tribunal Supremo del Reino Unido aprobara su traslado a un hospicio para enfermos terminales a pesar de que sus padres, Yates y Chris Gard, y los médicos del Great Ormond Street de Londres donde fue tratado, habían solicitado que el bebé pudiera morir en su casa. Charlie padecía una rara enfermedad genética conocida como síndrome de depleción de ADN mitocondrial, una rara enfermedad que afecta especialmente al cerebro, y necesita respiración y alimentación asistida para vivir. Los bebés que padecen este síndrome nacen perfectamente sanos y en los primeros años de vida van desarrollando los síntomas que generalmente provienen de fallos en el hígado o los músculos aunque el caso de Charlie este tenía afectaciones en todos sus tejidos.

Yates y Gard, los padres del bebé,  realizaron durante cinco meses una ardua batalla legal para que su bebé pudiera recibir un tratamiento experimental en los Estados Unidos con la esperanza de alargar lo más posible la vida del pequeño. Los médicos se mostraron en cambio a favor de desconectar al bebé para no seguir prolongado su sufrimiento, pues consideraban su enfermedad irreversible y sin probabilidades de mejoría alguna. Para financiar el tratamiento experimental, los padres lograron reunir uno  1,5 millones de euros en donaciones, pero la Justicia dio la razón al hospital y abogó por detener el sufrimiento del bebé. La pareja agotó todas las instancias que podrían dar una respuesta favorable a su situación, incluido el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

El niño iba a ser desconectado a finales del mes de  junio, pero se concedió un aplazamiento para que sus padres pudieran despedirse de él apropiadamente. A comienzos de julio, el hospital de Londres donde radicaba la familia anunció que el caso volvería a llevarse a los tribunales para que se analizaran nuevas evidencias facilitadas por los padres.

El caso de Charlie dio la vuelta al mundo e incluso personalidades como el papa Francisco o el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dieron su apoyo a la familia y se pronunciaron públicamente a favor de la atención del pequeño en lo que fuese necesario. Varios hospitales del propio Estados Unidos e Italia ofrecieron incluso acoger al pequeño Charlie e intentar darle una nueva oportunidad para mejorar su crítica situación.

El pasado 24 de julio, los padres del pequeño anunciaron que abandonaban definitivamente la batalla jurídica, pues, según las últimas investigaciones realizadas, los daños sufridos ya eran irreversibles. Recientemente, el hospital Great Ormond Street se había quejado incluso de presiones y amenazas de muerte contra varios médicos y enfermeras por parte de aquellos que apoyaban a la familia, y al mismo tiempo señalaban los múltiples problemas éticos que surgían del delicado caso.

La terapia alternativa que a la que querían acudir los padres, tiene el enorme inconveniente que hasta ahora no se ha probado en un animal o ser humano y solo ofrecía ciertos efectos para prolongar la vida del paciente un poco más, con una probabilidad mínima de apenas un 10 por ciento. A pesar de ello este tratamiento no podía salvar la vida del pequeño Charlie, según ratificaron varios expertos en el tema por lo que de llegar a funcionar solo sería como poner una bandita en una herida ya demasiado grave.