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sábado, 1 de julio de 2017

¡Mientras más viejos más jóvenes somos!

Por DesdeCuba

Alargar la vida humana siempre ha sido uno de los objetivos fundamentales de la medicina y de la ciencia en general. Mitos como la piedra filosofar, elemento que garantiza la vida eterna, han sido divulgados y popularizados tanto por la literatura como por el cine. A pesar de que el objeto mítico no ha existido nunca, o al menos no existe evidencia de ello, parece haber algo en el ser humano que se le asemeja. Así lo confirma un estudio de la Universidad George Washington de Estados Unidos luego de un estudio con más de 80 mil adultos con una edad mínima de 80 años. Al parecer el camino a la “imortalidad” se despeja.

Un grupo de científicos de la Universidad de George Washington realizó un estudio con veteranos de la Segunda Guerra Mundial para estudiar las causas de la elevada esperanza de vida de estas personas. La paradoja se plantea de la siguiente forma: cómo es posible que personas que sufrieron la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial mantengan una esperanza de vida que promedia en más de 90 años. Es curiosos como quienes pasaron las carencias más grandes que ha presenciado la humanidad, que vivieron sin comodidades y expuestos al peligro de enfermedades mortales para las cuales no existía ni tratamiento ni los modernos medios de diagnóstico actuales, mantienen un estado de salud el cual, en lugar de empeorar mejora con el paso de los años, según demostró el estudio.

La investigación fue realizada exactamente por el centro Médico de Veteranos de Washington. Para ello se escogieron a 86.892 personas con una edad mínima de 80 años (31.121 octogenarios, 52.420 nonagenarios y 3.351 centenarios). Durante el desarrollo del mismo se observó que mientras más avanzado de edad eran los individuos menos propensión tenían a sufrir de enfermedades crónicas (fibrilación, problemas de presión arterial, diabetes, EPOC e ICTUS). Los octogenarios eran los más afectados por problemas de salud letales; en tanto, los centenarios parecían haber regenerado sus cuerpos con alguna “sustancia mágica”. Según el estudio, las severas condiciones de vida pueden haber influido de alguna forma en sus estilos de vida, lo cual contribuyó a la longevidad. De la misma forma, explica que su condición de militares les impuso una vida disciplinada, lo cual condujo a la mayoría a no fumar y beber alcohol.

Ambas causas son debatibles, aunque esto no quita mérito alguno al interesante hallazgo. Si el hecho de vivir en duras condiciones de vida fortaleciese de alguna forma la capacidad de resiliencia del organismo, las tendencias de la esperanza de vida serían mayores en los países del tercer mundo y muy superiores en África, algo que ciertamente no ocurre. Además, debe de recordarse que las precarias condiciones de vida duraron alrededor de 20 años, luego de los cuales los veteranos comenzaron a contar con las mejores atenciones a la salud y buenas condiciones de vida. Por otro lado, lo referente a la disciplina militar, podría descartarse pues, el hecho de que no fumase ni bebiesen no es sinónimo de disciplina militar sino de estilos de vida saludables por los que cualquier individuo puede optar. Por el contrario, la vida militar representa, en muchas ocasiones, una tendencia al tabaquismo y al alcoholismo.

Otro factor limitante del estudio es que analiza a individuos distintos y no la continuidad en el tiempo de las mismas unidades. Esto representa un argumento fuerte en contra de la teoría de la resiliencia del organismo, pues claramente los que más han durado deben ser muy saludables para haber sobrepasado la línea de los 100 años. De cualquier forma, pudiesen existir técnicas y otros métodos que permitan sortear las dificultades mencionadas y generalizar los resultados.

Sobre el estudio, el doctor Kheirberk, director del mismo, aclaró que este parece apoyar la teoría surgida en la década de los 80 cuando el médico James Fries sostuvo que los costes del envejecimiento serían reducidos si se lograse aplazar la aparición de las enfermedades crónicas hasta las mismas postrimerías de la vida. El hallazgo marca una nueva ruta para investigar sobre las formas de extender la vida de la especie humana. Mientras se descifra el enigma de la “piedra filosofar biológica”, la mejor solución es mantener un estilo de vida saludable.