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lunes, 17 de julio de 2017

Muguruza, la conquistadora

Por Eme

La hispano venezolana de 23 años, Garbiñe Muguruza, no creyó en apellidos legendarios, como el Williams, si de tenis se trata, y terminó por conquistar la “Catedral”, el Abierto de Wimbledon. Muguruza ha estado en tres finales en su corta carrera. Tres finales en los dos principales torneos de esta disciplina, dos veces venciendo a una tenista de apellido Williams. En el Roland Garros de 2016, contra Serena, y en 2017, contra Venus, quien buscó infructuosamente en convertirse en la jugadora más veterana en levantar el plato, a sus 37 años. Pero Muguruza quería seguir los pasos de su coach, Conchita Martínez.

En 1994 la española Conchita Martínez sorprendía al mundo del tenis convirtiéndose en la primera española en ganar el codiciado torneo de Wimbledon, la “Catedral del Tenis”, donde todos quieren triunfar. Un año antes, en Guatire, Venezuela, había nacido Garbiñe Muguruza, de padre español y madre venezolana. No sabían entonces, ninguna de las dos, que con el tesón de las dos, 23 años después de aquel 1994, España volvería a ganar el Grand Slam de Wimbledon.

Muguruza y Conchita, ambas volvieron a inscribirse en la historia. Obvio el papel principal, fue el de la hispano venezolana Muguruza, quien sin acomodarle el césped, la superficie que menos le gusta, adolorida, y pasando desapercibida desde el Roland Garros de 2016, atropelló a una legendaria Venus Williams. Sí, para que Muguruza encabezara una lista de jóvenes figuras del tenis mundial, tenía que derrotar a la dinastía Williams, dueñas y señoras del llamado deporte blanco. Y lo hizo, las venció. Primero a Serena, el año pasado en Francia, y en esta ocasión a Venus, pentacampeona de Wimbledon, que buscaba ser la ganadora más veterana del torneo. Ganó el talento joven ante la experiencia y la maña.

Ambas contendientes aludieron a “la mejor”, a Serena, quien estando embarazada, no ha estado en los principales eventos de la temporada. Venus, como la lógica indica, por ser la hermana, y porque ambas le dieron un vuelco al tenis con su llegada. Desde su aparición en la alta competición, el tenis se convirtió más “violento”, más fuerte. Cuando Muguruza nació, Venus llevaba un record en su carrera como tenista de 63 y 0, ya era un temible contrincante. Muguruza creció profesionalmente viéndola. «Cuando tenía 10 u 11 años ellas eran las número uno y todavía lo son — dijo Muguruza sobre las hermanas Williams. — Ellas cambiaron mucho el tenis y he aprendido de ellas. Su potencia, agresividad, la confianza en ellas mismas». Lo sabía Muguruza, sería difícil, al menos el primer set lo fue, duro, peleado, hasta el quiebre del 4-5, y que en definitiva le dio la valentía suficiente de creerse campeona desde entonces. No volvió a perder el tino, se lo creyó todo, y cuando ganó el set finalmente 7-5 parecía que todo estaba escrito. ¡A descorchar el champan!

Era cuestión de tiempo. El segundo set fue un paseo, cruel, casi burlesco ante una Venus maniatada, perdida en el verde césped de la Catedral. Venus nunca fue menos Venus que a esa hora en que Muguruza fue Conchita y viceversa. Derrotar a las dos íconos del tenis mundial en apenas un año, hacen a Muguruza en símbolo de la nueva generación de tenistas, quizás en el ejemplo a seguir. Lo sabe Muguruza que no le gusta hablar de la historia, ni en esos asuntos de records que nada tienen que ver con el tenis. Ella lo ha dicho, lo de ella es jugar el día a día, ir paso a paso, jugar mañana mejor que hoy. Claro, que si el hoy son las finales del Roland Garros y el Wimbledon, pues qué mejor. «Creo que puedo ganar, de verdad creo que puedo hacerlo. Será un encuentro difícil, pero puedo llevarme la victoria», dijo unas horas antes de la consagración. Vale, desde ya, díganle conquistadora.