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miércoles, 30 de agosto de 2017

Conociendo las industrias culturales

Por Elizabeth Almeida

La UNESCO define algunos conceptos sobre el término “industrias culturales” reconociendo su existencia “cuando los bienes y servicios culturales son producidos, reproducidos, almacenados o distribuidos de acuerdo a patrones industriales y comerciales; es decir, a gran escala y de acuerdo con una estrategia basada en consideraciones económicas, más que en una preocupación por el desarrollo cultural propiamente hablando.” Una primera definición sobre el sector, pero insuficiente en la medida que omite la posibilidad de la existencia de políticas públicas para las cuales las consideraciones económicas pueden tener una importancia menor que otras que poseen carácter cultural, social, político o religioso.

Se ha relacionado el desarrollo del fenómeno Hallyu estrechamente a las políticas culturales en el mundo de las industrias culturales/creativas, porque sus principales características y géneros han cambiado basados en las diferentes políticas culturales. La noción de las industrias culturales empezó originalmente en el siglo XIX cuando la comercialización de la producción cultural empezó en las sociedades. Las industrias culturales se ligaron después al surgimiento del fenómeno de cultura de masas que preocupó a muchos intelectuales del siglo XX.  

La UNESCO define algunos conceptos sobre el término “industrias culturales” reconociendo su existencia “cuando los bienes y servicios culturales son producidos, reproducidos, almacenados o distribuidos de acuerdo a patrones industriales y comerciales; es decir, a gran escala y de acuerdo con una estrategia basada en consideraciones económicas, más que en una preocupación por el desarrollo cultural” Una primera definición sobre el sector, pero insuficiente en la medida que omite la posibilidad de la existencia de políticas públicas para las cuales las consideraciones económicas pueden tener una importancia menor que otras de carácter cultural, social, político o religioso.

El término  está asociado a la producción industrial –de prototipos- de bienes y servicios culturales (soportes tangibles con contenidos intangibles) para su difusión y/o comercialización al nivel de masas. Su función principal consiste en producir mercancías o servicios de carácter cultural (libros, discos, películas, emisiones de radio, programas de TV, etc.) destinadas a “soportar” en el papel, el film, o las emisiones radiofónicas contenidos simbólicos (obras literarias, obras musicales, obras cinematográficas, obras televisivas, información, etc.). Las IC comúnmente reconocidas como tales son la editorial (libro y publicaciones periódicas), la audiovisual (televisión, cine, vídeo, a lo cual se suele agregar radio y fonogramas), la publicidad, y las industrias de soporte tecnológico y de insumos que atraviesan a todas las IC.

 Los teóricos de Frankfurt, como Adorno y Horkheimer, opinaban que "se explica, de buena gana, a la industria cultural en términos de tecnología. El hecho que se dirija a millones de personas impone métodos de reproducción que a su vez proveen en todos los lugares bienes estandarizados para satisfacer numerosas demandas idénticas. El contraste técnico entre los pocos centros de producción y los puntos de recepción muy dispersos, exige forzosamente una organización y una planificación de la gestión. Los estándares de producción se basan pretendidamente en las necesidades de los consumidores; de esta manera se explicaría la facilidad con la cual se les acepta. Y, en efecto, el círculo de la manipulación y de las necesidades que resulta estrecha cada vez más las redes del sistema. Por el momento la tecnología de la industria cultural solo ha desembocado en la estandarización y en la producción en serie, sacrificando de esta manera todo aquello que hacía la diferencia entre la  lógica de la obra y la del sistema social. Esto no es el resultado de una ley de la evolución de la tecnología en tanto tal, sino de su función en la economía actual.

Armand Mattelart y Jean Marie Piemme explican que Horkheimer y Adorno, a pesar de percibir un aspecto fundamental de la conjunción entre arte y tecnología, al poseer una concepción sobre valorizada del arte como fermento revolucionario no pudieron ver otros aspectos de esta conjunción. 

“Se olvidaban que la comunicación y la cultura de masas no eran sólo un mensaje, sino también un conjunto de ideas, de tecnologías, de prácticas, de leyes, de instituciones, de relaciones de fuerza. Se olvidaban que son un aparato donde se articulan las diversas instancias de un modo de producción de la comunicación”.

Desde mediados de los 90, el concepto de industrias culturales ha cambiado con el crecimiento de  las tecnologías digitales y la propiedad intelectual (PI)  hacia el de industrias creativas. En 1994, Australia buscó trazar una política cultural que combinara las artes con las nuevas tecnologías de la comunicación, y la noción de industria cultural se ha transpuesto a las industrias creativas. La noción de industrias creativas ganó aceptación gracias a su adopción por el gobierno de Reino Unido en 1997 que definió las industrias creativas como esas actividades que originan en la creatividad individual, habilidad, y talento como consecuencia y que tienen un potencial para la riqueza y creación del trabajo a través de la generación y explotación de la PI. 

En el 21 siglo, el gobierno coreano ha dado énfasis a la importancia del contenido cultural para la economía nacional. El gobierno de Lee Myung-pak (2008-2013) cambió el enfoque hacia una conjunción de la creatividad y el contenido por lo que en la política del país pasó a usarse el término “industria creativa de contenidos”  en lugar de la industria creativa desde 2009.  

La Hallyu le ha permitido a Corea del Sur ganar posiciones en determinados mercados que tradicionalmente han sido dominados por potencias occidentales.

Actualmente se encuentran entre los mayores productores de telenovelas del mundo y han logrado desplazar producciones de otros países como Brasil, México y Colombia en muchos países incluidos algunos de la propia Latinoamérica como Perú, Argentina e incluso el mismo México.

Según el periodista cultural Joel del Río, esto se debe a operaciones comerciales muy bien pensadas, con un marketing a fondo, que ha sido capaz de crear un discurso nuevo y atractivo basado en los modelos occidentales pero al mismo tiempo explotando un nicho de artistas que no existe en esta parte del mundo.