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domingo, 20 de agosto de 2017

El Hallyu llega a La Habana

Por Elizabeth Almeida

El mundo actual, occidental y capitalista, se ha visto asediado por nuevos modelos políticos, económicos, culturales y sociales. Esa parte del mundo que sustituyó completamente  a Platón y Aristóteles por Buda y Confucio, Oriente, parece decidida a revertir un proceso milenario de penetración occidental en su entorno, cultura y pensamiento. Los economistas y políticos han comenzado a llamar a la vertiginosa época en que vivimos como "el siglo de Asia" y no sin razón, pues ante las profundas crisis que atraviesan decenas de países europeos y americanos, las potencias orientales se reafirman y escalan peldaños en numerosas áreas de influencia.

La cultura milenaria de esta región, impulsada por la homogenización del consumo cultural, acapara cada año miles de fieles consumidores occidentales que de esta forma se asoman a la ventana de una región de una singular belleza. Este fenómeno posee, similar a la mitológica hidra, varias cabezas o principales países exportadores de productos culturales de gran aceptación dentro y fuera de esta región, entre los que destacan: China, Japón y Corea del Sur.

En este último caso la recepción de cine, telenovelas y música coreana ha sido tan efectiva que el movimiento pasó a tener nombre propio y desde los años 90 gran parte del planeta ha tenido contacto con la denominada "Hallyu" u "Ola Coreana". El término se originó en China a mediados del año 1999 por periodistas asombrados por la popularidad cada vez mayor de los surcoreanos y las transmisiones de este país en el “gigante asiático”. La ola coreana comenzó con la exportación de dramas de televisión tales como Jewel in the Palace (Joya en el palacio) y Winter Sonata (Sonata de invierno) a lo largo del este y sureste asiático; el éxito cada vez mayor de los dramas coreanos fue emparejado pronto por las películas y el llamado Kpop.

Inicialmente, muchas compañías asiáticas de televisión difundieron programas coreanos porque las producciones eran en apariencia imitaciones, pero económicas. Debido a que su difusión aumentó, impactaron a las audiencias y su popularidad creció; por lo que en el 2000 la ola estaba en pleno furor. Corea del Sur es ahora la décima economía más grande del mundo, y el noveno mercado de filmes, y sus compañías de entretenimiento pueden financiar programas y películas con los valores de producción más altos de Asia.

En el caso de La Habana, capital de Cuba un país que fue alcanzado de manera tardía por la “ola”, ha llegado a impactar de manera significativa permeando varias esferas sociales y llegando incluso a permear para los consumidores de los productos surcoreanos las concepciones de amor, sexualidad, familia, masculinidad y feminidad por poner algunos ejemplos. Cuba consume, y en grandes cantidades, telenovelas coreanas, dato que fue confirmado por estadísticas del sitio digital Cubasí y que muestran como un poco más el 20 por ciento de los espectadores en la Isla favorecen este tipo de entregas, la gran mayoría del sector juvenil.

La aparición en La Habana, en abril del presente año, del llamado Club de Amistad de Arte Coreano no ha hecho sino consolidar e intentar agrupar a los que han sido cautivados por los nuevos esquemas que presentan las numerosas producciones que exporta el “Tigre de Asia” como parte de su política de expansión cultural. El Club ha logrado reunir hasta el momento a más de 2500 afiliados de la capital y las provincias de Mayabeque y Artemisa, recientemente inició una subsede en Varadero y su página en la red social Facebook supera los 1000 seguidores de todo el país.

La “Hallyu” no ha sido capaz de ser detenida por las barreras idiomáticas, sociales, culturales e ideológicas que separan a un país como Corea del continente americano en general y en particular de nuestro país.

Corea del Sur explota lo que tiene y funciona: usa temáticas que históricamente han vendido bien como el amor, lo sensual, la tecnología, el éxito laboral, las familias, la moda, el humor; y las vincula con lo exclusivo de esa zona del mundo: tradiciones únicas, valores humanos desprendidos del eurocentrismo dominante, vestuario, idioma y comida poco difundidos, pero atractivos en estos tiempos de globalización del conocimiento, época en que se viaja —y se sufre— sin pararse del asiento frente al televisor.

Este trabajo se propone acercarse a este fenómeno de "orientalización" del cual el público habanero no ha podido escapar a través de la compraventa de discos en formato DVD, memorias e incluso a través de los canales provinciales y nacionales de televisión. Parece oportuno pues abrirle un primer espacio a la contemplación de este fenómeno desde todas sus aristas: su complejidad como nueva industria cultural, su integración con la cultura nacional, su efecto en un público variado en género y edad y el posible futuro que tiene en nuestro país. ¿Es un fenómeno que pasará como toda “Ola” sin mayores consecuencias? ¿Cuál es el encanto de una cultura hasta hace pocos años bastante desconocida? ¿Es que nuestro público esta reajustando sus miras hacia nuevas concepciones sociales?