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jueves, 17 de agosto de 2017

El Madrid sigue por las nubes

Por Aliet Arzola

Escuchar a Gerard Piqué expresando a viva voz la superioridad del Real Madrid deben haberlo disfrutado los aficionados merengues casi tanto como el título de la Supercopa de España. Por años, el central del Barcelona ha sido guía espiritual y público de los ataques catalanes contra la entidad blanca, aunque en el campo el protagonismo haya caído en los botines de Messi, Neymar, Suárez, Iniesta o Xavi. Por lo tanto, tras el baño descomunal que el Madrid les dio a los azulgranas en la vuelta de la Supercopa, no hay mejor complemento para el trofeo que las palabras de un Piqué hundido, desbordado, consciente de la enorme distancia que hoy separa a los dos grandes clubes españoles.

El duelo en el Santiago Bernabéu fue un monologo madridista, arropado de manera espectacular por su dotación de centrocampistas que muerden, controlan el flujo del balón, distribuyen, crean y rematan. Ya no importa quiénes sean los protagonistas, el modelo se sostiene y por ello debe otorgársele todo el crédito a Zinedine Zidane. El técnico francés, a pesar de su corta experiencia en los banquillos, ha dado un rostro fresco al Madrid, lo ha moldeado con formas muy similares a su estilo como jugador. Fútbol elegante, visionario y fulminante, ese plasma ahora el Real en los pastos de Europa, donde, si se lo propone, puede conquistar cualquier territorio. En la vuelta de la Supercopa española, ante el Barcelona, el rival de toda la vida, los merengues carburaron guiados por la magia de Kovacic, Modric, Benzema y Asensio, todo ello con Casemiro, Isco y Bale en el banco, y Cristiano Ronaldo en la grada.

Lo de Kovacic es para enmarcar. En el verano se ha hablado mucho de su posible salida, pero ha convencido de que su hueco está en el Madrid. Aunque llevamos tiempo escuchando su nombre, solo tiene 23 años, o sea, es el sustituto natural de Modric (casi 32), detalle confirmado un poco más en el duelo contra el Barca. En la ida había encogido a Messi de forma sutil, ahora prosiguió la faena y aportó además salidas sublimes, quiebres de cintura y una conducción excepcional que le permite moverse por todo el campo. Por delante de los defensores, en la posición natural de Casemiro, el croata fue un pulmón para el Madrid, que en la primera parte bailó a los contrarios al ritmo de sus medios. Modric se unió al festín, Kroos trabajó sin margen de fallo, mientras Lucas Vázquez y Asensio, si bien andaban en funciones de ataque, bajaban a engrosar una línea medular plagada de talento.

Justo Asensio abrió la cuenta con un golazo desde casi 30 metros, un misil que su pierna derecha colocó lejos de la mirada y de los guantes de Ter Stegen. Vázquez, por su parte, hizo suya la banda derecha, penetró cual cuchillo caliente en la mantequilla que era la defensa catalana y hasta mandó un balón al palo. Entre toda esa artillería de genios bajos, Karim Benzema se encontró a gusto, en parte porque tiene alma de mediocampista. El ariete galo combinó con cada uno de sus compañeros y se proyectó como en ningún otro partido del verano. Bajó a recuperar, atacó por los cuatro costados y mostró remate, ese del que algunas veces se priva, tal vez por la presencia magnética de tiradores natos como Bale o Cristiano. De su autoría fue el segundo tanto, burlándose en el centro del área de toda la defensa azulgrana tras pase de Marcelo, otro que sigue su fiesta brasileña por la izquierda, banda que recorre unas 200 veces por partido.

Con la ventaja de 2-0 en la pizarra, el Madrid no persiguió la humillación del rival, suponiendo, quizás, que tienen toda una temporada para lograrla. Bajaron el ritmo, dieron aire a los visitantes, quienes se acercaron y pudieron marcar, pero los postes, la mala fortuna y la permanente sensación de naufragio que vive el club les impidió maquillar el asunto. Da la impresión ahora mismo de que nada encaja en el Barca, algo parecido a lo que le pasaba al Madrid en la década pasada, los tiempos de Rijkaard, Guardiola, Ronaldinho, Etoo, Xavi… Con fichajes, con una revolución de Valverde o con algún método mágico, el Barcelona necesita detener la hemorragia que vive por estos días, no tan solo debido a la derrota contra el Madrid, sino por su propia inoperancia. Mientras, el Madrid sigue en racha triunfal, presumiendo de una plantilla para soñar.