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domingo, 27 de agosto de 2017

El mercado futbolístico es un absurdo

Por Aliet Arzola

Hace 16 años, el Real Madrid pagó 77.5 millones por un campeón del mundo y Balón de Oro, un mago en toda la regla, el mismo hombre que en los últimos tiempos ha encumbrado al club como entrenador: Zinedine Zidane. En su momento, Diego Maradona no costó más de 20 millones, y Ronaldo Nazario tampoco, pero todo ha cambiado en el mercado futbolístico y en el mundo de manera general. Por estos días, soltar más de 50 millones por un jugador (cualquiera) parece una operación de rutina. Por eso no es de extrañar que el Manchester City haya gastado más de 120 millones en tres defensores, que el PSG haya abonado una cláusula superior a los 200 millones o que el Barcelona haya fichado a un chico de 20 años por más de 100.  

Por increíble que parezca, Ousmane Dembelé, un joven talento que hace dos años estaba en la reserva del Rennes, por la quinta división francesa, ahora es el segundo hombre más caro en el universo futbolístico, con un costo superior al de Cristiano Ronaldo, cuatro veces Balón de Oro. Hablamos de un chico que no ha anotado más de 30 goles y cuyo palmarés está prácticamente desierto, pero aun así se ha decidido pagar su precio en oro, como si fuera el próximo elegido del planeta fútbol. Esas son las locuras del mercado deportivo moderno, en el cual se mueven millones de un lado a otro como agua y no hay mucho respeto por los contratos. Hace poco más de un año, Dembelé firmó por cinco temporadas con el Borussia Dortmund, pero muy poco tiempo ha pasado para que se declarara en rebeldía con el objetivo de jugar en España.

El Barcelona es su destino, y nadie garantiza a los directivos del club catalán que el galo, justo como hizo Neymar, decida irse tras los millones dentro de un tiempo, cuando el mercado ande todavía más enloquecido y algún jeque o empresario vinculado al fútbol venga dispuesto a pagar su cláusula de 400 millones. Esos son los absurdos que rondan el mercado moderno, en el cual los equipos poderosos cada vez avasallan más a los chicos, amparados en el volumen de su cartera. El Barca es un ejemplo vivo, pues tras la “finta” de Neymar se decidieron a salir de compras por un hombre que, muy probablemente, no será la solución al abismo deportivo de la entidad ni tampoco cubrirá el tremendo vacío que ha dejado el brasileño, por mucho que se empeñen en ocultarlo.

Según múltiples medios, los catalanes pagaron 105 millones fijos al Dortmund por el extremo francés, a los cuales habrá que sumar entre 30 o 40 adicionales por variables estipuladas en el traspaso, en su mayoría vinculadas a la cantidad de partidos jugados, los goles, los títulos o los premios individuales. De seguro, los alemanes han aceptado porque el Barca no ha presentado variables absurdas como las que le han impedido fichar a Coutinho, del Liverpool, hasta el momento, un jugador que tal vez es mucho más necesario en el conjunto azulgrana. Pero en el puente de mando del Camp Nou parecen haber perdido la brújula, ofertando solo 35 millones por Di María y pagando más de 100 por Dembelé, cuyo precio ronda la suma de los traspasos que el propio club español acometió por Dani Alves, Cesc Fábregas y David Villa, tres miembros claves de la gloriosa etapa de Guardiola. ¿Podrá Dembelé tener, por sí solo, el mismo impacto que aquellos hombres? Hay tiempo para averiguarlo, pero las probabilidades no son tan grandes.