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lunes, 21 de agosto de 2017

Entendiendo la contrarreforma en Europa

Por Miss GD

La Contrarreforma ha tenido varios nombres y ha sido presentada de disímiles formas: La reforma católica, contrarreforma religiosa, y demás. Además, alrededor del tema han existido durante siglos lagunas de conocimiento, por lo polémico, y por las variadas visiones por supuesto. No existe una opinión unificada, como les decía, y mientras algunos autores plantean que ésta surge únicamente como respuesta directa a la reforma protestante de Martín Lutero, la cual, como estamos cansados de escuchar, había debilitado la autoridad de la iglesia. Mientras, no pocos, argumentan que esta comenzó antes de la difusión del protestantismo, pero no logró desarrollarse de manera institucional y masiva hasta después de la extensión de la reforma de Lutero por Europa.

En cualquier caso, Martín Lutero había roto la unidad  de la Iglesia, y llegó a disputarse con ella los seguidores, y la Iglesia Católica, que durante casi 20 años cómo gran parte de los católicos se peleaban entre ellos en Europa y sus obispos dejaban de reconocer al Papa como máxima autoridad de la Iglesia Católica, reconoció la necesidad de una reacción, que mejorase sus costumbres y corrigiera los errores que habían alimentado la Reforma Protestante.

El enfrentamiento, para llamarlo de alguna forma, llegó incluso al ámbito cultural. En tal sentido se ordenaron estudios para reformar el calendario juliano. En el arte, se aplicó la decoración barroca en las iglesias, Se pidió la simplificación en la música usada en las iglesias, evitando la polifonía.

Los esfuerzos de la iglesia se materializaron, en una parte, en el Concilio de Trento, reunido de 1545 a 1563 en Trento, cerca de los Alpes, que aprobó una serie de decretos doctrinales con respecto a los dogmas, la disciplina, el papado y las órdenes religiosas, que permanecieron vigentes hasta que se reunió el siguiente concilio, más de tres siglos después. En otros aspectos, la contrarreforma se vivió de diferentes formas y maneras en los diferentes Estados europeos, como Francia, España y Alemania como casos muy diferentes entre sí.

Una poderosa corriente represiva, que empezó hacia 1542, penetró en el propio catolicismo romano cuando se instituyeron el Índice de Libros Prohibidos y una nueva Inquisición. El pontificado de Pablo IV aportó el más vigoroso apoyo a estas medidas. En España, la Inquisición se convirtió en un instrumento dependiente de la Corona, usado con eficacia por los monarcas españoles, en especial por el rey Felipe II, para asegurarse la ortodoxia de sus súbditos y suprimir tanto la disidencia política como la religiosa.

Hacia finales del siglo XVI, en parte bajo la influencia del Concilio de Trento, apareció en Italia un grupo de obispos, celosos por reformar su clero e instruir a su pueblo. San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, fue un modelo para muchos de ellos. El establecimiento de seminarios en muchas diócesis garantizó un clero honrado en el orden teológico y moral. En Roma, san Felipe Neri puso música a textos religiosos y llevó a cabo reuniones informales que pronto desembocaron en la figura (y el espacio físico) del oratorio.

En Alemania, los católicos siguieron intranquilos después de la Paz de Augsburgo (1555),. Los clérigos que estudiaban en Roma regresaron a su tierra natal mejor instruidos y con mayores deseos de realizar su labor eclesiástica que sus antecesores. San Pedro Canisio elaboró un catecismo que intentó servir de contrapeso al redactado por Martín Lutero, aunque no lo consiguió. Las tensiones internas, en las que se produjo una destacada intervención militar en ambos bandos, culminaron en los horrores de la guerra de los Treinta Años, que causó estragos desde 1618 hasta 1648 y dejó devastados los territorios alemanes.

Debido a las guerras de Religión (1559-1598), la Contrarreforma no tuvo apenas implantación en Francia hasta el siglo XVII. La devoción hacia los pobres, como el ejemplo de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, caracterizó la experiencia francesa. En este país se prestó mucha atención, al igual que en Italia, a las misiones populares que surgieron entre los campesinos. Mientras tanto, san Francisco de Sales, obispo de Ginebra, publicó su Introducción a la vida devota (1609), que se cuenta entre las más populares de todas las obras de la espiritualidad cristiana.

La espiritualidad de la Contrarreforma fue militante, encaminada a la evangelización de los nuevos territorios recién explorados en Extremo Oriente, Sudamérica y Norteamérica. Igual entusiasmo se volcó en el establecimiento de escuelas confesionales, donde los jesuitas desempeñaron un destacado papel de vanguardia. A pesar del énfasis puesto en el activismo, la Contrarreforma dio en España dos de los mayores místicos del cristianismo: santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.