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miércoles, 30 de agosto de 2017

La mudanza de Mo Farah

Por Jhonah

Mo Farah nació en Somalia, representó al Reino Unido e hizo vibrar al mundo. Flaco, de estatura promedio, rapado al cero y sonriente,  Farah dijo adiós a las pistas en Zúrich, en una de las paradas pertenecientes a la Liga del Diamante 2017. Ahí, tomó revancha de la derrota que sufrió ante su público en el mundial de atletismo en los cinco mil metros planos. Ahí, reafirmó su poderío justo antes de prepararse para un nuevo reto deportivo, correr la maratón, esos duros 42 kilómetros y 195 metros que parecen eternos.

No falló en su despedida y logró vencer al estadounidense Paul Chelimo, segundo ahora, y al etíope Muktar Edris, tercero, el africano que lo dejó sin el oro en Londres hace unas semanas, cuando Mo buscaba un nuevo doblete tras ganar los 10 mil. Aquella vez, el sprint final de Edris fue tan poderoso que dejó sin fuerzas a quien había entrenado la velocidad con los jamaicanos.

Pero en el estadio Letzigrund, Farah, múltiple rey olímpico y del orbe, no estaba dispuesto a volver a sufrir, ni a decir good bye con el olor a fracaso en su entorno. Aprendió mucho de lo que le sucedió a Usain Bolt y colocó sonrisas en los labios de sus seguidores. Ahora, digamos, resurgió de las cenizas.

Esta temporada será recordada como la de las despedidas, primero Bolt, el velocista más grande de siempre, dueño de los récords mundiales en 100 y 200 m (9.58 y 19.19), y ahora Farah, que si bien olvidará las pistas sintéticas, hará una mudanza al asfalto, ya cuando a sus 34 años, el cuerpo le exige un cambio de modalidad. Si algo no perdona, ese es el tiempo, y las leyendas deben cuidar lo logrado, de ahí que una salida oportuna ayuda a perpetuar la imagen de la victoria.

Bailando, con la bandera del Reino Unido en sus manos, feliz, satisfecho y listo para lo que se avecina. Así salió Mo de la instalación, rodeado de sus seres queridos y de la prensa internacional, cerca, además, su cuerpo de trabajo. Cumple, de esta manera, un ciclo deportivo dentro de su dilatada y prolífera trayectoria, como un día cumplieron otros extraclases, como los etíopes Haile Gebrselassie y Kenenisa Bekele. Y es que nada en la vida es eterno, excepto la grandeza que uno acumula mientras vive; lo extraordinario sí se recuerda por siempre.

Rindamos homenaje a Farah, que se nos va por un tiempo, que correrá más kilómetros que nunca, que devorará las arterias de no pocas ciudades, que sudará como nunca antes, que deberá utilizar unas zapatillas diferentes, que romperá cintas en las metas y ¿por qué no? también intentará ser el primer ser humano en bajar de las dos horas en ese espectáculo de resistencia. Visto así, todo se trata de una mudanza.