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sábado, 19 de agosto de 2017

Lo absurdo que nos divide

Por Elizabeth Almeida

El inventor de la moderna clasificación racial fue el sueco Carlos de Linneo quien en 1758 dividió a los seres humanos en americanos, europeos, asiáticos y africanos. Aunque no estableció jerarquías, formuló una arbitraria escala de valores cuando anotó que el europeo era un hombre regido por la costumbre, el americano por el hábito, el asiático por la creencia y el africano por el capricho. Más tarde, en el año 1795, la idea fue ampliada por el naturalista y anatomista alemán Johann Friedrich Blumenbach, considerado fundador de la antropología, quien propuso dividir a la Humanidad según el color de la piel, en cinco variedades, a cada una de las cuales le dio el nombre de raza, término anteriormente usado y aplicado al hombre por el sabio francés Buffon.

El inventor de la moderna clasificación racial fue el sueco Carlos de Linneo quien en 1758 dividió a los seres humanos en americanos, europeos, asiáticos y africanos. Aunque no estableció jerarquías, formuló una arbitraria escala de valores cuando anotó que el europeo era un hombre regido por la costumbre, el americano por el hábito, el asiático por la creencia y el africano por el capricho.

Más tarde, en el año 1795, la idea fue ampliada por el naturalista y anatomista alemán Johann Friedrich Blumenbach, considerado fundador de la antropología, quien propuso dividir a la Humanidad según el color de la piel, en cinco variedades, a cada una de las cuales le dio el nombre de raza, término anteriormente usado y aplicado al hombre por el sabio francés Buffon. Sus cinco razas fueron: Caucásica o blanca; Mongólica o amarilla; Etiope o negra; Americana o roja y Malaya o parda. Al criterio de la piel añadió la forma del cabello y las características faciales, en especial la forma del cráneo.

Y aquí fue dónde Blumenbach cometió un imperdonable desliz racial: presentó a un grupo en particular como el más cercano al ideal (el caucásico) y caracterizó al resto por el grado relativo de alejamiento de ese arquetipo. Según él,  los caucásicos eran  los más “bellos” de todos y suponía los primeros seres humanos habitaron en esa región.

Todo esto sucedió en el siglo XVIII. Pero esas ideas “científicas” fueron utilizadas más de cien años después por Adolfo Hitler y expuestas con fuerza de convicción en su panfleto Mi lucha, donde escribió cosas tan aberrantes como: “Existen en la historia innumerables ejemplos que prueban con alarmante claridad como, cada vez que sangre aria se mezcló con la de otros pueblos inferiores, la consecuencia fue la destrucción de la raza portaestandarte de la cultura”.

Lo que vino después fue el holocausto que culminó en 1945 con el fin de la Segunda Guerra Mundial. Aunque el nazismo fue un momento culminante en la historia del racismo, en realidad este fenómeno ha estado presente desde mucho antes, mezclado con esclavismo, con invasiones y sometimiento de unos pueblos por otros.

Si bien era natural que las culturas antiguas manifestaran rechazo y desprecio hacia otros pueblos y hacia los extranjeros, el racismo como tal, es un concepto moderno que tiene sus primeras manifestaciones en Europa y las colonias españolas en América durante la Edad Moderna.

En la Grecia clásica estaba vigente la discriminación al extranjero pero no por su aspecto racial o fenotípico. Los  filósofos griegos pensaban en los egipcios, a quienes identificaban como negros a representantes dignos de la civilización. En la Edad Media las personas negras estaban asociadas a la riqueza del mundo islámico y numerosos santos fueron negros, mientras que, hasta la Edad Moderna, los cristianos persiguieron a los judíos por su religión y no por atribuirles una condición étnica o racial.

 Por otra parte, en el siglo XIX se desarrolló en Europa una interpretación racista del texto de la Biblia cristiana, a partir de algunas elaboraciones sobre el diluvio universal y los hijos de Noé, sobre todo de la maldición de Canaan. Según esta, la Biblia indicaría que hay tres razas humanas, provenientes de los tres hijos de Noé: Sem (judíos y árabes), Cam (negros) y Jafet (blancos). Esta visión bíblica de la humanidad dividida en razas fue completada con la llamada maldición de Canaan, hijo de Cam, al que Dios condenó: “maldito seas Canaan, siervo de siervos será a sus hermanos”. La interpretación racista de la Biblia, sostuvo que esta maldición fue realizada contra la “raza negra”, por la cual está condenada a servir a los blancos. Visiones de esta índole fueron ampliamente difundidas, e incluso enseñadas a los jóvenes africanos por las autoridades coloniales y los misioneros católicos y protestantes, a través de los libros escolares belgas durante la primera mitad del siglo XX.