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viernes, 18 de agosto de 2017

Los leones muerden en el infierno griego

Por Aliet Arzola

El Apostolos Nikolaidis aparecía imponente en el camino del Athletic de Bilbao, enfrascado en poner los dos pies definitivamente en la Europa League de la temporada venidera. En Grecia, en la casa del Panathinaikos, un verdadero infierno por la presión de los aficionados, los Leones vascos afrontaban la trascendental prueba, la cual pasaron con excelente nota tras una reacción legendaria que los convirtió a ellos en los verdaderos demonios. Cuesta creer que luego de una hora el Bilbao perdiera 2-0 y terminara dándole vuelta para un 2-3 impresionante. Cualquiera que pasara frente al partido daría la vuelta y enterraría al Athletic, pero al final fue todo lo contrario, ellos se encargaron de enterrar al Panathinaikos.

Sostenidos en los hombros de su ariete, Aduriz, en el permanente asedio de Iker Muniain, en la habilidad de Williams y la garra de toda una línea central que empujó al equipo hacía adelante, los españoles realizaron su particular viaje al cielo y dejaron en  el retrovisor el infierno griego que todos avisaban. La misión no fue nada fácil, porque al principio el Panathinaikos, ganador de 20 ligas griegas (aunque hace siete años no levanta el trofeo de monarca), propuso un juego de choque y asfixiante, creando muchos problemas a Beñat y Vesga, quienes se vieron superados en la trinchera que cavaron a la perfección Robin Lod, Zecas, Kourbelis y Omri Altman, futbolistas poderosos al quite y notables en la disminución de los espacios. El toque de violín lo ponían Molins y Bryan Cabezas, el primero con gran habilidad en los duelos posicionales y en la protección de la pelota, y el segundo por su inquietante zurda.

Justamente fue el sueco Molins quien inicio la jugada del tanto inicial, conseguido por el finés Robin Lod tras un serie de despropósitos en el área de los vascos, que dejaron tantos agujeros como pudieron en una muestra fiel de pasividad. Los despistes continuaron, y tras uno de ellos, específicamente un mal despeje de Balenciaga, el ecuatoriano Cabezas soltó un zurdazo que solo podía quemar los guantes de Herrerín y terminar quebrando las redes. Corría el minuto 55 y el Athletic estaba en la lona, con dos goles de desventaja y rondando el fantasma de sus infortunios lejos de San Mamés. En ese punto Ziganda jugó sus cartas de la manera más predecible y dio entrada a Iñaki Williams, quien tal vez deba tener más protagonismo por la velocidad y la penetración que aporta al Bilbao. Con él sobre el césped cambiaron los rumbos del choque, los Leones dieron un paso adelante, se desperezaron y comenzaron un incisivo ataque, con más fuerza que maña, pero a la postre les dio resultados.

Si de algo puede presumir el Athletic es de su poderío en el área, su habilidad para rematar centros medidos que provienen de lanzadores con enorme precisión. Justo así lograron igualar las acciones, primero gracias a un teledirigido que Muniain mandó directo a la testa de Aduriz, y luego con otro centro de Balenciaga empujado por De Marcos al fondo de la portería de Vlachodimos. Ambas jugadas llegaron desde el costado derecho, donde Muniain explotó su regate y su disparo a pierna cambiada, mientras Balenziaga bombardeaba el área aprovechando la comodidad de su perfil. Lo curioso del asunto es que todo sucedió en cuestión de tres minutos, un abrir y cerrar de ojos que se convirtió al Apostolos Nikolaidis en un escenario paradójicamente transformado, el paraíso para los vascos y el infierno para los griegos. Ya las tablas eran positivas para los ibéricos, pero Williams, volátil como pocos, encaró en el área tras un error del Panathinaikos al retrasar el esférico,  y realizó un recorte magistral que retrató a Rodrigo Moledo, zaguero  brasileño, quien cometió penal. El encargado de cobrarlo fue Aduriz, quien tiró a lo Panenka y casi falla, pero al final la pelota entró y los Leones transformaron una debacle en una remontada histórica que los pone a un paso de la Europa League.