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martes, 22 de agosto de 2017

"No, pero sí"

Por Yamy

Los trasfondos de los atentados terroristas que han hecho nido desde hace algún tiempo, sobre todo, en Europa, pocas veces hablan de las condiciones políticas que generan ese tipo de suceso. En unas semanas Google seguirá respondiendo “equipo de fútbol donde juega Messi”, y pocos resultados dará de Las Ramblas cuando googlemos la palabra Barcelona. ¿Acaso será casual? ¿Será que en la vida ciertos factores nos imponen rutinas para el olvido? Mi respuesta: “No, pero sí”.

“No, pero sí”, que quede en claro que no me refiero a la validez del terrorismo como vía de expresión política. Sin embargo, es mi respuesta a inquietudes que han rondado en estos días en redes sociales y medios de prensa occidentales sobre el atentado en Barcelona, pero igualmente extensibles a los de Cambrils, Finlandia y Rusia, y a todos los que han tocado ciudades europeas en los últimos tiempos.

¿Eran previsibles estos atentados? “No, pero sí”; ¿pueden los gobiernos europeos hacer frente a próximos actos similares? “No, pero sí”. Incluso, ¿nos han tomado como idiotas en la publicidad de usar gatitos para combatir al terrorismo? “No pero sí”.

Reitero mi condena a estos actos terroristas, sobre todo cuando involucra a civiles inocentes. Es cobardía en niveles superiores. Si usted tiene una intención política, lo correcto es expresarlo en marcos de conversaciones, diálogos o negociaciones, -póngale el nombre que desee, ONU puede ser.

Sin embargo, si por una u otra causa determina que se agota el marco político y desea pasar a la confrontación armada -algo igualmente muy censurable- lo más sensato sería ir a por su enemigo natural más directo. Dicho así, señores terroristas, dirijan sus atentados hacia los responsables de las políticas que les generan los conflictos. Su objetivo es la Casa Blanca, la Moncloa, el Elíseo o Bellewue; pero nunca debió serlo Las Ramblas, como tampoco Niza el pasado año.

Ahora bien, pasadas las facturas y las culpas hacia esos “terroristas islámicos”, vamos a zafar la cinta de los ojos de la Sra. justicia a ver si así observa(mos) un poco más allá.

Una simple revisión bibliográfica nos evidenciará que Marco Polo nunca habló de los practicantes del Islam como descerebrados adictos a la muerte. Ninguno de los grandes literatos europeos de los siglos XVI al XIX halló argumentos en la violencia islámica para una gran novela. Ni siquiera estadistas o gobernantes como Napoleón Bonaparte o Adolf Hitler dieron fe de ser víctimas del terror árabe. El factor común en cada uno de esos casos es que a pesar de los conflictos de cada época, nunca hubo una ofensiva tan marcada por desaparecer a esa civilización, o subyugarla, como en los últimos 50 años. 

Diría algún mal bromista que los árabes siempre fueron felices en sus calores cuidando cabras y sembrando amapolas sobre hectáreas de petróleo. Y va y resulta que en algún modo el chiste tenga sentido, ¿no? Y entonces, ¿qué los sacó de este estadío paradisiaco en el que vivían según sus costumbres? No nos vayamos de la región, pero es innegable que los orígenes de focos y movimientos “terroristas” siempre han estado de la mano de los esfuerzos de las suprapotencias por recomponer a su acomodo la geopolítica mundial o regional. Aquí es donde empiezan los silencios de Europa. Por supuesto que el costo político de admitir responsabilidades no encaja en el perfil del político europeo. Y mucho menos admitir que la política de la región hacia países islamistas y musulmanes ha estado fundamentada en el fusil y las balas. No podemos esperar a cambio que estos nos vengan con flores y un ramo de olivo. Sirve Europa, además, como escudo para Estados Unidos, que rige e instruye sus guerras, da protagonismos a los del Viejo Continente, se queda con las ganancias, y deja a Europa como lugar para que los terroristas canalicen tus actos. Mejor allí que en América, dirán en Washington.

Europa la vetusta ha tenido una sospechosa incapacidad para marcar un rumbo político independiente al de Estados Unidos, ni siquiera el argumento de una presidencia tan mediocre y políticamente infantil como la de Donald Trump, ha sido razón suficiente para que de una vez decida el viejo continente lanzarse como cabeza de algo y dejar de ser la cola del león. Para mayor desgracia, la salida del Reino Unido de la Comunidad fractura a unos y fortalece a otro -dibuje usted el mapa a su gusto. 

También los medios de comunicación occidentales juegan su rol. Pero aquí quiero acusar a la doble moral y a la politización de los medios y de cómo le hacen el juego a los gobiernos. Ya, dirá usted que ningún medio es tan independiente como pretende querer mostrarse. Pero, ¿cuán miserable es que todos los medios exaltaron de inmediato los 14 muertos en Barcelona, mientras se callan cada día los muertos que se traga el Mediterráneo, que son más de 14 diarios? Es solo un ejemplo de cómo nos manipulan los medios para que el vulgo se sensibilice según convenga.

Por eso me resulta una burla mercantilista y política toda la parafernalia de homenajes. Ver al mundo en función de frases como “No tengo miedo” gritadas en Barcelona, o apañados a refugiar en fotos de gaticos que han circulado en redes para evitar mostrar el rostro del terrorismo, y mucho menos ahondar en sus causas, no nos hace mejores personas. Condenemos el terror, pero con el dedo acusador apuntando a quienes lo provocan. De hecho, si damos la espalda al problema, solo estamos facilitando que nos vuelvan a morder nuevas Barcelonas -y así fue, ¿no?.

No somos responsables de los actos de terrorismo, que reitero, no son vía ni solución de nada. Pero sí somos responsables de exigir por políticas que lleguen a las causas que originan el terrorismo. No será con gatitos ni con velas.