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miércoles, 27 de septiembre de 2017

El bostezo y el cerebro, más unidos que nunca

Por Elizabeth Almeida

El bostezo es un acontecimiento estereotipado, antiguo desde el punto de vista filogenético. Las estructuras necesarias para el bostezo se localizan en la médula oblongada muy cerca de los centros respiratorio y vasomotor. El bostezo puede desencadenarse por múltiples estímulos, como ver a alguien que bosteza, participar en una labor aburrida, o tener sueño. Varios neurotransmisores y neuropéptidos intervienen: neuronas oxitocinérgicas en el núcleo paraventricular del hipotálamo median la expresión del bostezo a través de conexiones con el hipocampo, el puente de Varolio y la médula oblongada. Las neuronas que producen el bostezo se activan por la acción de la dopamina, aminoácidos excitadores y oxitocina.

Seguramente ya te habrás percatado de que aunque no estemos cansados, si vemos a una persona bostezar, nosotros lo hacemos también. Todos lo hacemos sin distinción, pero te has preguntado ¿por qué sucede esto? Según una investigación de la Universidad de Nottingham la clave para explicar este comportamiento se encuentra en la activación de una región muy concreta del cerebro.

El estudio infiere que la propensión al contagio de los bostezos involuntarios se origina en la corteza motora primaria del cerebro, el área responsable de la ejecución del movimiento a través de los múltiples impulsos neuronales. Los resultados permiten esclarecer un poco la base neural de este ecofenómeno (nombre que recibe la repetición automática de las palabras o acciones de otros individuos), desconocida hasta el momento.

En el estudio participaron unos 36 adultos voluntarios a quienes se les mostró como contener el contagio mientras contemplaban clips de vídeo donde se mostraban personas bostezando. Posteriormente, se contabilizaron todos sus bostezos, incluidos los que intentaron reprimir. Para lograr probar la relación entre la base neural del bostezo y la excitabilidad motora, el grupo de científicos utilizó técnicas de estimulación magnética transcraneal, también conocidas como TMS, demostrado que a través de una estimulación eléctrica también se puede incitar al bostezo.

Gracias a las TMS lograron probar también que ser más o menos propenso al bostezo contagioso depende en gran medida de la excitabilidad cortical y la inhibición fisiológica del córtex motor primario de cada individuo, por la que la necesidad de bostezar es diferente en cada uno de nosotros. Sin embargo, un punto que tenemos todos en común es que nuestra capacidad para resistirnos al contagio es limitada e incluso el mero intento de reprimirlo aumenta la necesidad de bostezar. Por mucho que lo intentemos y trabajemos en ello, nuestra predisposición natural al bostezo no va a cambiar.

Estos hallazgos, aparecen publicados en la revista Current Biology, y permitirá a los investigadores comprender un poco mejor las causas de las enfermedades relacionadas con un aumento de la excitabilidad cortical o una disminución de la inhibición fisiológica, donde los pacientes no pueden contener los ecofenómenos más comunes que son la ecoalia (imitación involuntaria de palabras), y ecopraxia (imitación automática de acciones).

Stephen Jackson, profesor de Neurociencia Cognitiva de la Universidad de Nottingham y director del estudio argumenta que el equipo considera que estos descubrimientos pueden servir para comprender más a fondo una amplia gama de patologías clínicas comunes como la epilepsia, la demencia, el autismo y el síndrome de Tourette.

Esta investigación demostró que el impulso se incrementa cuando intenta detenerse. Utilizando la estimulación eléctrica se lgró aumentar la excitabilidad motora y, al hacerlo, aumentó la tendencia a contagiarse del bostezo, por lo que si en pacientes con Tourette se pudiese rebajar la excitabilidad, fuera posible reducir los tics, y precisamente en eso es en lo que se está trabajando según explicó Georgina Jackson, profesora de Neuropsicología Cognitiva del Instituto de Salud Mental de Nottingham.

Ese estudio, que forma parte del nuevo Centro de Investigación Biomédica de la ciudad inglesa, explora nuevos tratamientos a través de las técnicas TMS, sin necesidad de emplear fármacos. El profesor Stephen Jackson afirma que si se logra entender cómo las alteraciones en la excitabilidad de la corteza motora primaria provocan trastornos neurales, los médicos serían potencialmente capaces de revertirlos.

El bostezo es un acontecimiento estereotipado, antiguo desde el punto de vista filogenético. Las estructuras necesarias para el bostezo se localizan en la médula oblongada muy cerca de los centros respiratorio y vasomotor. El bostezo puede desencadenarse por múltiples estímulos, como ver a alguien que bosteza, participar en una labor aburrida, o tener sueño. Varios neurotransmisores y neuropéptidos intervienen: neuronas oxitocinérgicas en el núcleo paraventricular del hipotálamo median la expresión del bostezo a través de conexiones con el hipocampo, el puente de Varolio y la médula oblongada. Las neuronas que producen el bostezo se activan por la acción de la dopamina, aminoácidos excitadores y oxitocina. Las inhiben peptidos opioides. Existen varios enlaces entre neurotransmisores y neuropéptidos relacionados con el bostezo que sugieren que este último es controlado e influenciado por múltiples vías, pero cuyos detalles aún no se precisan.