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viernes, 29 de septiembre de 2017

La riqueza americana que sostuvo a la monarquía española

Por YCC

Cuando los españoles descubrieron a América y sus riquezas, no dudaron en saquearla como si de verdad se tratase del patio de su casa. Durante su permanencia obtuvieron una fabulosa cantidad de oro y plata que consiguió sustentar la hegemonía de la dinastía Habsburgo en Europa, y de ese modo contribuyó al nacimiento de una economía global. Fue en 1492 cuando Cristóbal Colón descubrió América por error, queriendo llegar a Asia en busca de fortuna. Este famoso navegante, bajo el servicio de los Reyes Católicos, intentó encontrar una alternativa contraria a la emprendida por los portugueses y terminó yendo hacia occidente para llegar al continente asiático.

Por aquel entonces para la incipiente economía global era preciso encontrar productos muy rentables para que en sí mismos pudieran justificar el comercio a larga distancia, y eran pocos: las especias, los esclavos y los metales preciosos. Así de sencillo era el mundo. Cuando llegó al continente americano Colón empezó a reportarle a la corona las riquezas que se encontraba a su paso como oro y perlas. De ese modo empezó la insaciable sed por el metal dorado. Algún tiempo después se convirtió en una cacería frenética, mientras también aniquilaron a los aborígenes de diversas formas, pero siempre superándolos en fuerza y estrategia.

A inicios del siglo XVI, el “negocio de las Indias”, porque aún pensaban que estaban en Asia, no estaba siendo lo que esperaban, no consiguieron encontrar tanto oro como ambicionaban, y desde luego no era suficiente para promover la colonización y garantizar el tráfico marítimo en el Atlántico.

No fue hasta 1525 cuando se vivió un primer ciclo del oro en lo que hoy es Santo Domingo, Puerto Rico, Cuba y Jamaica, pero se basaba, esencialmente, en el que obtenían de los nativos por vía del intercambio de bienes o el pago de impuestos; además de la explotación en ríos y veredas. Al mismo tiempo se buscaba sin descanso perlas en Venezuela y Panamá. Sin embargo, el suministro de metal no era cuanto esperaban, duraba poco.

Es así que los conquistadores se orientaron más hacia el oeste y hallaron el opulento Imperio azteca. Una segunda exploración los condujo hacia el sur y descubrieron el estrecho de Magallanes. En esa etapa de conquista los metales preciosos provenían de la captura de tesoros como el de los aztecas, cuyo monto fue estimado en unos dos millones de pesos.

Luego, cuando terminó la conquista, vino la colonización con el desarrollo de la vida urbana, y así quedó determinado el paso de una minería de apropiación a otra de producción. Desde el año1540 se buscó el oro en áreas mexicanas como Tehuantepec, pero fue en el siglo XVIII cuando las minas realmente cobraron importancia. Y mucho más tarde, entre 1741 y 1800 lograron producir unas 67 toneladas de oro. No obstante resultaba ser poco comparado con lo que se explotaba en Nueva Granada, la actual Colombia, más sus áreas limítrofes.

En lo que es hoy Panamá, y que era llamada entonces Castilla del Oro, la explotación de yacimientos duró hasta que se agotaron. Asimismo, sobre las cuencas de los ríos colombianos Magdalena y Cauca, fueron creadas aldeas y ciudades por señores de minas con cuadrillas de esclavos y, luego, agrupaciones de negros libres. Lo interesante en este punto es que esos poblados aún existen. En Buriticá, Pamplona, Santa Fe de Antioquia o Barbacoas se produjo oro de hasta 22 quilates.

Por su parte, en Quito había lavaderos auríferos y oro en vetas, mientras que en Perú aparecieron yacimientos en Oruro y Asangoro. Desde allí se le envió a Carlos V una pepita de cuatro arrobas en forma de cabeza de caballo. Pero nada de eso ocurría en Chile, por ejemplo, allí se extrajeron aproximadamente dos toneladas por año, dependiendo de las guerras con los nativos.

Sin embargo, la historia de la plata fue mucho más opulenta y se puede decir que la verdadera riqueza americana no era el oro. Desde el principio la evidencia de la riqueza de México en metales fue sumamente obvia para Hernán Cortés y sus sucesores. Fue en el país azteca donde se estableció una verdadera red de minas de plata, y luego muchas de ellas fueron convertidas en ciudades: Zacatecas, Guanajuato, Tasco, San Luis Potosí, Guadalajara o Oaxaca, antes fueron campamentos permanentes dedicados a la extracción mineral.

Durante tres siglos, hasta que logró su independencia, la plata mexicana sufragó la colonización, pagó el comercio americano con Europa y sobre todo con China, o garantizó la integración de territorios fronterizos, a donde se enviaba enorme cantidad de dinero para pagar fortificaciones y milicias. Se evidenció un creciente desarrollo de la minería de plata, especialmente en el Alto Perú o Charcas, la actual Bolivia, y otras regiones donde se utilizó un método de rotación laboral obligatorio para los indígenas. Con la plata se pagaban productos como el marfil de la India, los perfumes de Arabia o la seda de Calabria.