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lunes, 18 de septiembre de 2017

Las tecnologías pueden separar a padres e hijos

Por LisyFa

Si el siglo XX se caracterizó por ser el de esa brecha digital, enfocada a la línea económica y que aún existe, la brecha digital del siglo XXI, dicen los investigadores, es más sombría, va más allá, en tanto separa a los padres de los niños. Hablar de este tema implica, por supuesto, más de una reflexión, pues si bien hoy nuestros hijos son nativos digitales —y es común que desde pequeños consuman y desarrollen formas de pensar y entender el mundo, sobre todo influidas por el entorno de las nuevas tecnologías— se trata de un asunto crucial para la humanidad, que ve pasar la vida, más de lo que debiera, en la pantalla de un ordenador.

Una buena parte de los estudios dirigidos en el mundo a observar la interacción entre niños y adolescentes con las llamadas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) evidencian que, por ejemplo, a los dos años el 40 % de los niños ya utiliza con facilidad el móvil o la Tablet, ya sea para jugar o ver dibujos animados. Con solo ocho años, el 72% ya maneja las nuevas tecnologías perfectamente, y en el caso de los adolescentes entre 10-15 años de edad, estas cifras ascienden al 80 %.

Apenas flashazos de un fenómeno que a más de un experto en el tema preocupa, y muchos de estos han descrito como el peligro real de “niños enganchados y padres desconectados”, y que pone ante la sociedad ese nuevo mundo del adolescente adicto a la tecnología, cuyas patologías cibernéticas, entre las que sobresalen el aumento de la agresividad o el aislamiento, se pueden perfectamente prevenir desde la comunicación parental.

En ese sentido, las investigaciones también alertan que en la actualidad está emergiendo un nuevo tipo de desadaptaciones conductuales que son el resultado de la generalización de las TIC, pues aunque está claro que estas herramientas fueron creadas como tecnologías para informar y comunicar, es evidente también que su propio diseño es susceptible de afectar a la voluntad de control, lo cual de conjunto con otros factores personales y ambientales, propicia la conducta adictiva.

Sin embargo, aún esta adicción a las nuevas tecnologías no ha sido reconocida como un problema psicopatológico, aunque si existe consenso en que cada vez es mayor su prevalencia, y es entonces públicamente considerada un problema potencial con más de un punto de relación con trastornos ya existentes.

Por adicciones tecnológicas, los expertos entienden aquellas que implican la interacción hombre-máquina, y pueden ser divididas entre pasivas (como es el caso de la televisión) y activas (grupo en el que se encuentra Internet, el móvil y los videojuegos); y como síntomas comunes a las mismas los estudiosos señalan la incapacidad de control e impotencia, la dependencia psicológica y los efectos perjudiciales que pueden llegar a ser graves en diferentes ámbitos para la persona (desde el conflicto intrapersonal: experimentación subjetiva de malestar) hasta su ámbito familiar y social (conflicto interpersonal: trabajo, estudio, ocio, relaciones sociales, entre otros).

El uso de las TIC durante la infancia y la adolescencia requiere atención especial sobre todo porque es una etapa y un grupo poblacional muy sensible al momento y al entorno social en el que vive, y también porque las TIC están de modo especial presentes en su vida, como elemento incluso imprescindible.

Fascinados por Internet, el móvil y los videojuegos, los adolescentes han hallado en estas tecnologías no solo un medio extraordinario de relación, sino además otros elementos como la comunicación, el aprendizaje, la satisfacción de la curiosidad, el ocio y diversión.

Por ejemplo, el celular interviene significativamente en la socialización, pues permite definir la identidad del adolescente tanto de forma individual, a base de personalizar el aparato de varias formas, colores, tonos, etc., como de forma colectiva, y ello se observa cuando se crea un lenguaje especial de grupo, mensajes de texto y llamadas perdidas.

Pero, si por una parte se utiliza predominantemente para establecer contactos a corta distancia, puede así mismo actuar de barrera de seguridad frente a los padres, en el justo momento en que estos no pueden acceder a su teléfono personal.

Pero el mayor riesgo llega cuando no son capaces de desprenderse de su celular incluso en situaciones difíciles, están comprobando constantemente y de modo rápido la batería o la cobertura, y además no es una característica la necesidad de llamar sino el sentirse receptores constantes de llamadas.