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viernes, 15 de septiembre de 2017

Pensando en nuestro sexo

Por Elizabeth Almeida

Aunque a muchos les cueste creerlo, una de las cuestiones que más tormentas de ideas genera actualmente en la comunidad científica es nada más y nada menos que el sexo. Ante la amenaza cada vez mayor de las ITS y el VIH, miles de instituciones buscan hallar soluciones concretas y efectivas que logren dar al traste con la transmisión descontrolada de esas enfermedades. Hasta el momento la opción más segura, y recomendada por los especialistas, es el uso del preservativo o condón. Sin embargo, los preservativos no son tan populares como podemos creer y la ciencia trabaja incansablemente para darles nuevos diseños, colores, materiales y hasta sabores que los hagan convertirse finalmente en la primera opción de las parejas.

Un 18% de los jóvenes confiesan que ha sufrido la rotura de un condón, al 13% se le ha deslizado mientras lo usan y un 17 % ha perdido la erección al ponérselo. Además, muchos asocian su uso con relaciones sexuales menos placenteras. Desde que se inventaron en el 1855 y empezaron a fabricarse con látex en los años 20 del siglo pasado, los preservativos no han tenido una importante evolución. En el pasado 2013, la Fundación Bill y Melinda Gates lanzó un concurso de ideas para intentar reinventar este objeto. Se presentaron alrededor de 800 conceptos, y dos de ellos se llevaron el primer premio, dotado con 100.000 dólares.

Una de las iniciativas, la cual sigue en desarrollo, consiste en incorporar grafeno a las gomas de látex, tal y como sugieren desde la compañía india HLL Lifecare. Ese material de carbono puro, con apenas un solo átomo de espesor, incrementará notablemente la resistencia y las propiedades mecánicas de los condones de segunda generación. Al fin y al cabo, es unas doscientas veces más fuerte que el acero y a la vez enormemente flexible y elástico. Con la ventaja añadida de que conduce el calor mucho mejor que el cobre, por lo que mejorará notablemente las sensaciones térmicas durante el coito. Y además, permitiría incorporar sustancias espermicidas o antimicrobianas con el objetivo de reforzar su seguridad frente a infecciones o embarazos no deseados.

HLL Lifecare, dirigido por Lakshminarayanan Ragupathy, también trabaja en otro prototipo de preservativo biodegradable, carente de olor y compatible con varios fármacos preventivos. En la actualidad, varios consumidores concienciados con la protección del medio ambiente optan por usar condones hechos con piel de cordero, pero estos resultan bastante caros.

El segundo proyecto financiado por la Fundación Bill y Melinda Gates apuesta por otro material milagroso: el polietileno. Como ha explicado Sinc Ron Frezieres, director del centro Essential Access Health en California e impulsor de ese proyecto, el polietileno es transparente, inodoro e hipoalergénico, cinco veces más delgado que el látex y notablemente más fuerte.

Para solucionar el problema que alegan muchos hombres sobre lo engorroso de ponérselo, el emprendedor Willem van Rensburg inventó hace varios años el “Rapidom”, que se despega de su envase y está listo para usar en un solo movimiento con las manos, sin interrumpir necesariamente el acto sexual. Van Rensburg, responsable de la compañía Kimbranox, dice poner así su aporte para luchar contra el sida, una epidemia que golpea especialmente a su país, Sudáfrica.

Mientras tanto, en la universidad australiana de Queensland, estudian emplear nanocelulosa extraída de una hierba autóctona de Oceanía, hasta ahora empleada como pegamento. La idea es fabricar preservativos más fuertes, finos y flexibles. Hasta este momento han conseguido que, con un grosor un 30 % menor, logren resistir un 20 % más de presión y un 40 % más de volumen que los antiguos modelos.

Y por último, desde la Universidad de Northwestern en Chicago, Patrick Kiser aboga por desarrollar nuevos polímeros bioinspirados que imiten las propiedades de las mucosas del organismo. Su objetivo primordial es que los usuarios del futuro tengan la sensación de no llevar nada puesto. Hace tres años, Kirk presentó un anillo vaginal que administra cantidades específicas del retroviral tenofovir para proteger a la usuaria contra los virus del herpes y el sida y el anticonceptivo levonorgestrel durante unos noventa días. La parte del anillo que libera los compuestos está fabricado con dos tipos diferentes poliuretano, diseñados específicamente para que las dosis sean exactas: 10 miligramos de tenofovir y 10 microgramos de levonorgestrel.