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jueves, 14 de septiembre de 2017

Un humorista nos habla acerca de la pelota cubana

Por Janet Rios

Fue entrevistado en el lobby del ICRT. El grupo de actores del famoso programa humorístico Vivir del Cuento grababa esa tarde y, mientras preparan el set, el actor rebautizado como Ruperto accedió a conversar. Omar Franco es incapaz de mantenerse estoico ante el debate sobre todo si trata de béisbol. Graduado de ingeniero, y sin estudios previos de actuación, es hoy uno de los actores más versátiles de Cuba: él ha logrado el equilibrio ideal para moverse con éxito sobre la línea que separa al humor del drama. Lo primero le ha dado una inmensa popularidad, ya que forma parte del estelar programa de los lunes; con lo otro ha merecido las ovaciones de la crítica, dentro y fuera del país.

 

Mientras hablaba, reconozco al entrevistado en un cuadro colgado en el salón. Es una fusión de varias escenas de filmes cubanos y, en el centro de las alegorías, su cara. «Para cada interpretación, como esa de Penumbras dice mientras señala al cuadro, estudio muchísimo. No me gusta la improvisación. El éxito de una interpretación creo que está en sentirlo real: aprender cómo gesticula, cómo piensa, qué haría; es dejar tu piel y tomar la de otro. »El personaje de Rogelio, en Pablo, tenía una carga enorme de violencia; no había una línea de bondad en él. Cuando estás casi dos meses comportándote así, necesitas desintoxicarte después. Esa imbricación es uno de los elementos que más me atraen del drama -género que prefiero-, pero reconozco que la comedia es mucho más complicada».

Como humorista, no se conforma con quedarse en el chiste fácil sino que apuesta por estimular la inteligencia y crear. «El pueblo cubano no creo que tenga ese sentido del humor tan agudo que se nos adjudica. Lo que si nos caracteriza es la burla, pero no por ello puedes convertir tu escenario en una esquina de barrio, aunque le inyectes realidad. El humor es arte, y el arte es crear desde el respeto. Así trato de concebirlo en mis espectáculos y personajes. Ruperto, por ejemplo, está anclado en los años 80. Sus textos son alusiones a un pasado que ya no tenemos, pero la propia ingenuidad del comediante, y su desconcierto con el entorno, provoca que no se respire una ironía insana en sus parlamentos sino un humor reflexivo».

Después de 20 años de carrera artística, Strike fue tu primer unipersonal. ¿Por qué utilizar un término de béisbol para nombrar un show humorístico? «Pensamos en Strike porque es un lanzamiento en zona y queríamos que la gente le hiciera swing. Además, el nombre parte de mi afición al deporte nacional. El béisbol para mí es más que un juego. Crecí corriendo al Latino. Aún tengo en el paladar las pizzas que vendían ahí». Llevaba en la espalda el 36 de Anglada, y es que se denomina industrialista ante todo, a pesar de que también admiraba a Urquiola, y aún vibra cuando se le menciona la espectacularidad de Víctor o Casanova. Franco dice que en la serie se extraña a la aplanadora de Santiago, y que los deportistas de Cuba son inmensos, no importa dónde jueguen.

Una empatía que parece ser mutua entre el actor y los atletas. El actor alrededor del año 2015 fue invitado por José Dariel Pito Abreu a lanzar la primera bola en el juego Minnesota Twins vs Chicago White Sox. «Fue una experiencia única, de las mejores cosas que me ha sucedido. Según tengo entendido, fui el primer cubano en tener el privilegio de lanzar la bola en la misma lomita donde el presidente Obama lo ha hecho en par de ocasiones. Digo orgulloso que tengo la amistad de algunos deportistas, pero los peloteros de la isla están en la cumbre de mi admiración; tal vez por eso me entristece que el béisbol no goce de buena salud. »Hoy apenas voy al estadio porque no hay espectacularidad en los juegos, porque la calidad está en detrimento.

Y no es solamente que yo, Omar Franco, no vaya al estadio. En general la afición cubana está perdiendo esa costumbre. »Tenemos muchos talentos, nadie lo duda, pero hay que concentrar la calidad si aspiramos a mantener la pasión por un juego que, más que deporte, es cultura. En los últimos tiempos no hay tope que ganemos, excepto la Serie del Caribe. Y más que ganar, se trata, al menos, de perder jugando bien. Soy un aficionado común, no conozco las interioridades manejadas por otros más allegados, pero creo que es evidente la necesidad de cambios -aunque aclaro que, aun con estas decepciones, seguiré amando este deporte. Hay pasiones que duran toda la vida, y la pelota es una de ellas».