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viernes, 15 de septiembre de 2017

Una buena alimentación para tener la mente sana

Por Yaima

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define que la salud no es únicamente la ausencia de afecciones o enfermedades, sino que es mucho más abarcadora: se trata de un estado de completo bienestar y va desde lo físico, a lo mental y lo social. En ese sentido, entendidos en el tema indican que para manejar la depresión y otros trastornos asociados a la salud mental, puede ser beneficioso mantener un plan de alimentación saludable bajo la guía de un especialista en nutrición.

Las enfermedades mentales, también llamadas trastornos psicológicos, son una amplia variedad de afecciones que afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento, entre ellas se encuentran la esquizofrenia, el autismo, el trastorno de la ansiedad, y el trastorno depresivo. Este último se refiere al trastorno de salud mental que se caracteriza por la continua depresión o la pérdida de interés en las actividades cotidianas, lo que puede causar dificultades significativas. Algunos lo catalogan como aquellas afecciones crónicas que imponen una carga sustancial de discapacidad a nivel mundial.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) más de 120 millones de personas en todo el mundo padecen trastornos depresivos. Gracias a una reciente publicación de un equipo de la Deakin University, en Australia, hoy se puede asegurar que un adecuado plan de alimentación resulta una excelente estrategia para el manejo de la depresión; por supuesto, en una persona ya afectada sería como complemento de un tratamiento determinado. En las personas sanas, indudablemente estar bien nutrido será un factor esencial para alcanzar la estabilidad emocional y mental.

Resulta ideal la dieta tradicional mediterránea que se caracteriza por la abundancia de alimentos a base de plantas (frutas, verduras, cereales integrales, leguminosas y tanto más), junto al aceite de oliva como principal fuente de grasa, el consumo moderado de pescado, la ingesta con mesura de productos lácteos y sus derivados, así como un bajo consumo de carnes rojas. Un plan de alimentación así puede tener seguramente efectos antioxidantes, anti-inflamatorios y endoteliales (se refiere a los vasos sanguíneos, incluido el corazón) que pueden influir de manera positiva en los síntomas característicos de los pacientes diagnosticados con algunas enfermedades mentales.

Un plan de alimentación basado en alimentos integrales podrá proporcionar grandes cantidades de micronutrientes, polifenoles y grasas saludables que se asocian individual y colectivamente a través de múltiples vías con una función cerebral óptima. Eso sin contar que si comemos bien, por lo general estaremos más saludables físicamente y por tanto sin preocupaciones mentales, al menos, en ese sentido. La angustia también deprime.

La Asociación Americana del Corazón recomienda a las personas con Enfermedad Crónica Coronaria documentada consumir 1000 mg diarios de ácidos grasos Omega-3 combinados, por ejemplo, a través de dos a tres porciones (150 g por servicio) de pescado graso por semana. Esta recomendación resulta muy segura y apropiada dada la fuerte superposición de los ACV con la depresión.

El potencial efecto protector de la dieta también podría provenir de nutrientes como el folato que se encuentra en grandes cantidades en algunos vegetales crucíferos como el brócoli, el repollo y las coles de Bruselas; también se halla en vegetales de hojas verdes como la espinaca y la col rizada; en otras verduras verdes como el espárrago y el aguacate; así como en cítricos y leguminosas como la lenteja y el garbanzo.

En contraste, algunas investigaciones recientes han podido demostrar que las dietas ricas en alimentos procesados están asociadas con una mayor probabilidad o riesgo de depresión, además de otros tantos males como obesidad, diabetes, cáncer y muchas enfermedades de todo tipo. El alto contenido de ácidos grasos trans en los productos de comida rápida y extremadamente industriales es probablemente un factor importante en los efectos adversos potenciales de esos patrones dietéticos. Los ácidos grasos trans se asocian con elevadas concentraciones plasmáticas de colesterol LDL, reducciones en el colesterol HDL, cambios proinflamatorios y disfunción endotelial, alteraciones biológicas adversas que pueden contribuir a posibles efectos adversos sobre la salud mental.

Los estudios del tema se han centrado ahora en las contribuciones epigenéticas que existen; es decir, la manifestación de las enfermedades que surgen como consecuencia del entorno que nos rodea. Los rasgos epigenéticos derivados de una alimentación inadecuada repercuten de manera adversa en la salud y el bienestar por generaciones. O sea, podemos heredar la predisposición, pero eso también lo podemos cambiar si adecuamos nuestro plan nutricional y mantenemos una dieta sana y equilibrada. De esa manera estaríamos asegurando, en parte, la salud de nuestros hijos y nietos, además de la nuestra propia. Si el cuerpo está sano, así lo estará la mente.