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sábado, 14 de octubre de 2017

Brasil se convierte en la amenaza de los tiburones

Por G_nkerbell

En el año 1998, ante el colapso de algunas poblaciones de tiburones, una convención internacional transformó a la práctica de cortar las aletas y dejar moribundo al animal en un delito e irónicamente Brasil fue el primer país en firmar el tratado ratificando esa prohibición. Sin embargo, el caso de los brasileños va mucho más allá que eso pues Brasil no sólo consume, sino que también pesca tiburones. Está considerado el decimoprimer país que más los pesca, y el decimoséptimo que más exporta sus aletas. Según el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, esa nación lideró las importaciones de mielga y otros tiburones en el 2014, cuando alcanzó el nivel de 45,2 millones de dólares. En los dos años siguientes, Hong Kong asumió el liderazgo. El ministerio no supo indicar sin embargo cuáles especies estar bajo el sombrero de otros tiburones.

Uno de los mayores depredadores en la actualidad se encuentra en grave peligro. El hombre ha llegado a invadir prácticamente todos los hábitats del planeta y ha puesto en serios problemas a numerosas especies de plantas y animales. En estos momentos, el tiburón se ha sumado a esta larga lista de amenazados y ha pasado de ser considerado un cazador a uno más de los cazados.

Brasil, el mayor consumidor mundial de carne de este animal, puede llegar a convertirse en uno de los principales responsables del declive de sus poblaciones en mar abierto. Esta advertencia fue realizada por cinco investigadores brasileños a través de un artículo publicado este mes la revista científica Marine Policy.

El estudio utilizó como fuentes de información bancos de datos internacionales, boletines del gobierno, artículos científicos y otros para intentar mapear el escenario de las cerca de 45.000 toneladas de carne de tiburón anuales que los brasileños llevan a sus mesas.

El motivo clave para estos acontecimientos negativos, señalan los investigadores, son las flotas internacionales que nutren el mercado de aletas de tiburón, muy apreciadas en el territorio este Asiático. La sopa de aleta está considerada como un afrodisíaco y es también un símbolo de estatus y abundancia entre los chinos. A precios increíbles podemos encontrar un kilo de aleta de tiburón martillo, que en muchos casos llegan a superar los 1000 dólares americanos. Sin embargo en Brasil el kilo de la carne de tiburón se vende por entre US$8 y US$10.

En el año 1998, ante el colapso de algunas poblaciones de tiburones, una convención internacional transformó a la práctica de cortar las aletas y dejar moribundo al animal en un delito e irónicamente Brasil fue el primer país en firmar el tratado ratificando esa prohibición.

Las empresas dueñas de las flotas, ansiosas por seguir explorando el mercado de aletas y, al mismo tiempo aprovechar el resto del animal, encontraron en el mayor país de América del Sur un mercado seguro al que dirigir sus ofertas. Excepto en Brasil y México, en ningún otro lugar del continente se venden postas de tiburón.

Este gran depredador se encuentra en la cima de la cadena alimentaria. Por un proceso de bioacumulación, acumula gran cantidad de metales pesados, como mercurio y arsénico, presentes en los organismos que le sirvieron de alimento. Ingeridas más de la cuenta, estas sustancias pueden causar daños cerebrales severos.

De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el límite no debe superar los 0,5 miligramos de mercurio por día. Sin embargo, el estudio publicado en los Cuadernos de Salud Pública en el 2008, revela que, en varias muestras de tiburón azul, la especie más pescada en todo el mundo, el índice excedió en más del doble el límite diario.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos recomienda no incluir tiburón, en ninguna cantidad, en el menú de mujeres embarazadas, que estén amamantando o de niños. A pesar de ello se sospecha que la forma engañosa en que se etiquetan los productos que contienen tiburón hace que la mayoría de la población lo consuma sin ni siquiera saberlo.

Sin embargo el caso de los brasileños va mucho más allá que eso pues Brasil no sólo consume, sino que también pesca tiburones. Esta considerado el decimoprimer país que más los pesca, y el decimoséptimo que más exporta sus aletas. Según el Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio, esa nación lideró las importaciones de mielga y otros tiburones en el 2014, cuando alcanzó el nivel de 45,2 millones de dólares. En los dos años siguientes, Hong Kong asumió el liderazgo. El ministerio no supo indicar sin embargo cuáles especies estar bajo el sombrero de otros tiburones.