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lunes, 9 de octubre de 2017

El año nuevo, la verdad tras la tradición

Por Miss GD

El origen de esta celebración que siempre tiene lugar se sitúa en la antigua Babilonia, actual Irak y tiene 4 mil años de antigüedad. Aunque en aquella época se celebraba según el tiempo de corte de la cebada, y se catalogaba como el festival Akitu que tenía lugar durante la transición de invierno a primavera y duraba 11 días, del 21 de marzo al 1 de abril. En estos días se realizaban diferentes rituales, que recogían sacrificios y promesas para una nueva y mejor etapa. Las personas prometían resarcir males como devolver objetos prestados o saldar una deuda. En muchas culturas de todo el mundo la celebración de Año Nuevo representaba la transición hacia un nuevo ciclo y según las creencias ancestrales durante esas fechas los dioses decidían cual sería el destino de cada persona los próximos meses. Para los Babilonios por ejemplo, su futuro estaba determinado por el dios Marduk.

El año nuevo es una celebración como ninguna, que tiene lugar en todas las regiones de este amplio mundo. Cada cultura lo celebra a su manera, pero siempre esperando mejores resultados en el año que comienza y proponiéndose nuevas metas y mayores cambios en nuestras vidas. Casi siempre en familia o en compañía de alguien especial para nosotros, el Año Nuevo de espera como un faro de esperanza de que en ese próximo período, las cosas mejoren y aquello que tanto queremos alcanzar finalmente venga a nosotros. La noche de fin de año despedimos las decepciones y los fracasos, las tristezas y los corazones rotos y buscamos esa nueva luz que alumbrará nuestras vidas y nos guiará a días mejores. Por ello esto constituye siempre una celebración por todo lo alto, una fiesta que viene acompañando a la humanidad desde época inmemoriales.

Durante el Imperio romano estas costumbres se expandieron a otras partes del mundo. Los romanos prometían esa buena conducta a una deidad de dos caras llamada Jano, dios de las puertas, de los comienzos y los finales, quien mira hacia atrás y hacia adelante en el tiempo.

Los ritos supersticiosos aún ocupan un lugar en las celebraciones de Año Nuevo que vienen desde tiempos remotos y van desde llevar prendas de distintos colores para atraer diversas bonanzas, hasta comer determinados platos o incluso colocar símbolos de la fortuna en sitios determinados. Por ejemplo, en algunas zonas de Sudamérica, las personas reciben al nuevo año apoyadas sobre el pie derecho y según una costumbre checa, en la celebración hay que comer sopa de lentejas. Por otro lado, una tradición eslovaca dice que las personas deben poner monedas o escamas de pescado debajo del mantel.

Numerosos ritos, concebidos para protegerse de las desgracias y garantizar la prosperidad en la nueva etapa, destinados a perpetuar la creencia antigua de que el cambio de año es el momento en que se deciden los destinos y se anuncia la fortuna. Otra parte de las creencias gira en torno al deseo de olvidar los malos momentos del año acabado y romper con las viejas costumbres. Por ello en las oficinas de Brasil o Argentina se tiran los papeles viejos, y en Italia se hace lo mismo en los hogares con enseres y hasta con muebles.

Sin embargo, un estudio realizado en 2007 dirigido por Richard Wisem, de la Universidad de Bristol, llevado a cabo con 3 mil personas indicó que aunque todas ellas se habían marcado algún objetivo, solo el 12 por ciento lo cumplieron realmente. Al parecer, las promesas merman con los años.