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viernes, 13 de octubre de 2017

El súperheroe que llevas en tu interior

Por G_nkerbell

Muchas veces hemos escuchado relatos de personas que se han enfrentado a situaciones de vida o muerte y que describen una súper descarga de adrenalina que le proporciona la fuerza necesaria para hacer cosas increíbles. Personas levantando autos, padres salvando a sus hijos de incendios; se cuentan a miles los casos aunque muchos de estas situaciones de superfuerza realmente parecen ser leyendas urbanas pero lo cierto es que, en su mayoría, son reales. Ese fenómeno al que hacen referencia se cataloga como fuerza histérica, muy superior a la normal que poseemos y que surge cuando nos enfrentamos a una situación de vida o muerte.

 

La llamada fuerza histérica constituye un fenómeno muy poco estudiado pues solo se manifiesta en situaciones límite espontáneas e imprevisibles, y no pueden realizarse experimentos haciendo creer a los analizados que van a morir. No obstante, algunas líneas de investigación, especialmente relacionadas con atletas, ofrecen varias perspectivas sobre los elementos fisiológicos y psicológicos relacionados con fuerza histérica.

La fuerza histérica ha sido catalogada como una fuerza sobrehumana, pero hay algo que siempre debemos preguntarnos, ¿conocemos los límites de la fuerza humana? Eso es algo que no se ha estudiado en profundidad porque realmente no necesitamos usualmente poner al límite nuestra fuerza. Las actividades usuales que realizamos requieren usar unas pocas fibras musculares; nuestras acciones diarias no requieren demasiado esfuerzo físico y además, nuestro cuerpo está habituado a ese tipo de acciones de rutina.

Llegar al límite de nuestras fuerzas implica la utilización de todas las fibras musculares y las investigaciones actuales sugieren que cuando hacemos ejercicio usamos tan solo alrededor del 60 por ciento de ellas. Ello se debe a, como explicábamos antes, la rutina de adaptación y a que los músculos del cuerpo humano son eficientes y trabajan solamente lo estrictamente necesario para realizar un ejercicio o tarea determinada pues de ese modo procuran que no nos excedamos demasiado ni innecesariamente, y que nos protejamos de desgarros y fracturas.

No obstante, es el cerebro el encargado de controlar las funciones musculares. Ese órgano manda una señal a los músculos que regula su contracción o relajación, señal que se transmite a través de una red de neuronas cuyo destino final son las fibras musculares. En conclusión, el hecho de que se activen más o menos fibras solamente lo decide nuestro cerebro basándose en nuestras necesidades priorizadas en el momento.

Es debido a ello que hay esfuerzos que, mentalmente, nos superan debido a que el dolor y la fatiga son una adaptación que nos protege de daños musculares y óseos. Sin embargo, cuando la vida está en juego, lo más importante salvarla y en esos instantes no nos rendimos, sino que ignoramos la agonía y sobrepasamos los límites.

También habría que hablar del papel de la llamada descarga de adrenalina que sucede en momentos como esos, la adrenalina es el proceso que aumenta la frecuencia respiratoria y cardíaca y permite que llegue más oxígeno a nuestros músculos. Eso es lo que hace que nuestra fuerza sea mayor y tengamos más posibilidades de sobrevivir. De hecho, las funciones del miedo y la adrenalina son aumentar las probabilidades de supervivencia ante un peligro o amenaza, la adrenalina permite que utilicemos nuestra fuerza histérica.

Además, este fenómeno de la adrenalina también reduce el dolor temporalmente. Tomamos como ejemplo de ello es el caso de Boyle, un hombre de Arizona que levantó un automóvil para salvar a un ciclista atrapado. Indican varios reportes que durante el esfuerzo, el hombre apretó tanto la mandíbula que se partió ocho dientes, y no notó nada en particular hasta que llegó a casa, cuando, después de relajarse, empezó a sentir dolor.