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domingo, 8 de octubre de 2017

Exclusividades del idioma español

Por Yamy

Los signos dobles de exclamación e interrogación solo se usan en el idioma español. Otros idiomas ya lo utilizan, pero la diferencia está en que en el español también se inician con signos las oraciones exclamativas y las interrogativas, no solo al final como sucede en el inglés el francés o el alemán. Su función es para que, por ejemplo, en una oración interrogativa sepamos desde el inicio que se trata de una pregunta y podamos, por tanto, leerla con la entonación de interrogante. Por su parte, el signo de exclamación desde el inicio indica que se debe de alzar la voz y enfatizar la frase para expresar sorpresa, asombro, alegría, súplica, mandato, o deseo.

La historia de ambos signos es bastante antigua, pero seguramente muchos desconozcan que el signo de exclamación solo tiene 3 años con ese nombre oficialmente, antes se llamaba de admiración. Expertos afirman que ese signo ya se encontraba en manuscritos latinos medievales. Asimismo, la Real Academia de la Lengua ha revelado que el signo de interrogación se lo debemos a los carolingios, aquella dinastía de origen francés que dominó Europa Occidental entre los siglos VIII y X.

Lo extraño es que en sus orígenes esos dos signos se empleaban únicamente al final de las frases y tardaron mucho tiempo para que fueran utilizados también al inicio de las frases. De hecho, fue solo en la segunda edición de la Ortografía de la Real Academia de la Lengua, publicada en 1754, cuando apareció el signo de interrogación para abrir oraciones. Especialistas en el tema han indicado que los académicos de entonces debatieron muchísimo sobre el asunto hasta que llegaron a la conclusión de que el signo de interrogación final no bastaba, sobre todo en las frases largas.

Todo surgió porque para evitar la confusión fue precisa la nota interrogante al inicio. Los periodos o cláusulas extensos necesitaron desde el principio indicar el sentido de la oración y de ese modo aclarar el tono con que se debía leer. Con ese argumento la Real Academia Española lo hizo regla el 17 de octubre de 1753, aunque no fue ampliamente divulgada hasta unos meses después. Sin embargo, la normativa era obligatoria solo para las oraciones largas, mientras que las breves seguían empleando únicamente el signo interrogativo del cierre.

Luego llegó la disyuntiva de cómo definir cuándo una frase era considerada corta y cuándo se convertía en larga, demasiado subjetivo, y cada persona lo interpretaba distinto. Por eso más de un siglo después, en 1870, la Academia decidió poner orden en el asunto y adoptó el criterio que perdura hasta nuestros días. Es decir, el signo de interrogación se debe emplear en todas las frases interrogativas, sean cortas o extensas, y siempre al abrir y cerrar.

El signo de exclamación llegó a los tratados de ortografía un poco más tarde, y al principio se le llamaba signo de admiración. En el Diccionario de 1726 fue cuando se hizo la primera referencia ortográfica a ese signo; y en la siguiente edición realizada en 1770, es cuando se menciona que popularmente se estaba usando el signo para abrir las oraciones que fueran demasiado largas. Su reconocimiento oficial como signo doble llegó al Diccionario de la Real Academia en el año 1884, pero no fue hasta hace muy poco, en su edición 23 de 2014, cuando el signo fue rebautizado como signo de exclamación porque varios autores subrayaron que la admiración es solo uno de los sentimientos que se pueden expresar con ese signo, y por lo tanto lo importante era su tono exclamativo.

En la actualidad la Academia de la Lengua española tiene muy claro el uso correcto de los signos de interrogación y exclamación. Los signos de apertura para exclamar e interrogar son exclusivos de nuestro idioma, y de ninguna manera deben suprimirse por imitación de otras lenguas que así lo hacen. Su uso correcto es cuando se escriben pegados a la primera y a la última palabra de la frase que señalan; y, además, van separados por un espacio de las palabras que los preceden o que los siguen; sin embargo, si en lugar de una palabra al signo de cierre le siguiera otro signo de puntuación, no se dejaría espacio entre ellos. Es importante tener en cuenta que tras los signos de cierre puede colocarse cualquier signo de puntuación, excepto un punto, porque el propio signo de clausura culmina la idea. Por otro lado, si la pregunta o la exclamación inician no al principio de la oración, se pondría el signo de apertura y le seguiría una palabra en minúscula.

Una cuestión que pocos conocen que está regulada, aunque es bastante usada como iniciativa popular para aumentar el énfasis en la entonación de la frase, es escribir dos o tres signos de exclamación para otorgarle un significado superior. También se pueden combinar los signos de interrogación con los de exclamación, y en ese caso la única regla es que siempre los cierres sean simétricos a los de apertura. No es un simple arrebato de los escribidores populares, ¡¡es posible y completamente adecuado!!