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jueves, 12 de octubre de 2017

La magia, ¿realidad o truco?

Por Janet

Subido en un escenario un mago se dispone a dejar atónito a su público con un número nunca antes visto. El público es quien deberá seleccionar de forma aleatoria en la tableta uno de sus contactos de Twitter o Facebook, que saldrá instantáneamente de una caja de cartón instalada en medio de la tarima. Y ¡pof!, ahí aparece, con cara sorprendida ante la más sorprendida aún mirada del espectador, que no puede creerse que su amigo en la red social esté delante de sus ojos. "Cuando lo hago se viven momentos surrealistas, reacciones diversas, incluso de gente que no sabe ni qué decir de lo impresionada que está", asegura el popular ilusionista Jorge Blass, creador de un truco de magia tan impactante que hasta el propio David Copperfield le compró los derechos para realizarlo en EEUU.

 

La magia refleja los deseos imposibles del hombre: ver qué nos depara el futuro, ser capaz de volar, morir y resucitar, cuenta Juan Tamariz, uno de los grandes maestros de este arte. Más tarde, la audiencia se fascinaba con los trucos de escapismo en la época de Houdini. La mayoría de los magos también han utilizado la teletransportación a lo largo de la historia para impresionar al público debido a su espectacularidad. Incluso el director Christopher Nolan trató el tema en su película El truco final, en la que dos magos viven una encarnizada rivalidad que les motiva a llegar al límite en un intento de mejorar la ilusión del rival.

Pero el público del siglo XXI ha evolucionado, es mucho más sofisticado, por lo que Blass le ha dado una vuelta de tuerca para valerse del verdadero protagonista de nuestro tiempo: las redes sociales y la tecnología. Para el espectador estamos jugando a ser dioses que consiguen lo imposible», cuenta Blass, que regresa con su espectáculo Palabra de Mago el 7 de septiembre en Barcelona. Por suerte, ahora sólo llenan teatros e impresionan a un público que no hace más que preguntarse, ¿cómo lo ha hecho?

La audiencia es consciente: a día de hoy es físicamente imposible la teletransportación. Entonces, ¿por qué parecen tan impresionados? El ser humano tiene una gran habilidad para fascinarse con cosas que sabe que son imposibles. Hay vídeos de trucos en Youtube que se comparten en internet muchísimo y otros en los que se desvela la trastienda que no se comparten tanto, porque en realidad la gente no quiere saberlo, quiere creer y dejarse llevar, explica Blass. La magia pone en cuestión nuestra inteligencia. La gente se plantea cómo es posible que alguien te haya podido engañar. Pero nosotros avisamos: no somos engañadores, somos ilusionistas, explica Mag Lari, director de la escuela de magia en la que se desarrolla el talent show Pura magia, que se emite en prime time en TVE. En realidad se trata de un engaño consentido, matiza Ana Tamariz, directora de la escuela que lleva su nombre. El hecho de que algo parezca más delgado de lo que es en realidad, por ejemplo, es útil en este tipo de truco de teletransportación, cuenta Manuel Vera, mago y director de estudios de la Escuela Ana Tamariz. A pesar de toda la espectacularidad de este tipo de números, a la gente le sigue gustando más ver la magia de cerca para tratar de captar la trampa, opina.

La pregunta es obligada. ¿Cómo lo haces? Ahí está la gracia. Somos auténticos manipuladores de la percepción y nuestro trabajo consigue hacerte creer lo que nunca has visto, explica Blass. Las técnicas empleadas han evolucionado mucho a lo largo de los años. «Incluso el clásico número de cortar a una persona en dos ha mejorado.

Al igual que consigue el cine al superponer imágenes para crear una ilusión de movimiento, la magia también juega con la economía cognitiva que realiza nuestro cerebro para ahorrar recursos, explica Antonio Martínez, de Ilusiona psicólogos. Algunos especialistas dividen las estrategias de los magos en tres grupos: el primero, la misdirection, o desviar la atención del objeto de la magia, que se basa en la ceguera intencional (el cerebro sólo procesa la información a la que atiende) y la ceguera al cambio (no es capaz de percibir que hay algo diferente). No tiene nada que ver con ningún déficit visual. Es una estrategia de la mente para atajar la sobrecarga estimular, explica la psicóloga Beatriz Estébanez. El clásico «mira un burro volando» no vale; la sutileza es clave. Con la varita, por ejemplo, se desvía la atención, mientras que con otros movimientos, como rascarse o tocarse las gafas, se realiza el truco.

No es sencillo descubrir la trampa de un buen mago. A veces en el programa televisivo Pura magia se ha podido ver el truco de alguno de los concursantes, pero eso es porque se ha hecho mal, cuenta Mag Lari. Al revés de lo que cabría esperar, cuanto más analítica sea la persona, cuanto más vaya a intentar pillar el truco, más fácil es de engañar. En cambio los niños son mucho más difíciles porque no van a mirar donde quieres que miren, cuenta entre risas Blass. ¿Somos honestos o unos tramposos?, reflexiona Blass. En realidad, aunque juguemos con las mentes, somos gente de fiar.