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martes, 31 de octubre de 2017

Las abreviaturas del chat son tan antiguas como el lenguaje

Por Yamy

No sé bien en qué momento exacto se diversificó y se hizo cotidiano para muchos escribir y leer abreviando las palabras de las maneras más abusivas con el idioma y la ortografía españoles, pero indudablemente puede estar relacionado con el uso masivo de la tecnología y esta vida tan agitada que obliga a optimizar tiempos, y por lo cual no pocas personas piensan que una forma eficiente de hacerlo es recortando las palabras o escribiéndolas de cualquier forma, incluso violando reglas. Por supuesto en la intimidad de un chat pudiera no importar, quizás, que se escriba con comodidad, pero un asunto imperdonable es cuando al receptor sí le importe o se le dificulte la comunicación. Sin embargo, abreviar palabras no es un fenómeno netamente actual.

Frases como “ola, k tal”, “cmo estas, k te trae por aki”, son abundantes. Esta modalidad de escritura con abreviaturas no es nueva a pesar de que así lo creamos porque WhatsApp y otros servicios de mensajería instantánea han popularizado tal tendencia. Resulta que quitar y cambiar unas letras por otras se hace desde, aproximadamente, la época de los romanos. Abreviar palabras se hace desde siempre, casi desde los primeros tiempos de la escritura, y, además, se hacía por el mismo motivo por lo que se hace hoy, para ahorrar tiempo y espacio, es decir, para conseguir escribir más rápido y en el menor espacio posible.

Tan antigua y arraigada es esa práctica de acortar las palabras al escribirlas que incluso existe una ciencia dedicada a estudiar las abreviaturas y las representaciones reducidas: la braquigrafía. La braquigrafía es una parte fundamental de la paleografía, la disciplina que se encarga de analizar la escritura de los documentos antiguos. Constituye todo un reto descifrar correctamente las abreviaturas que aparecen en los textos originales de hace siglos, porque una equivocación en esa tarea puede variar completamente el sentido de un documento completo.

Expertos indican que en su momento los romanos intentaron regularizar las abreviaturas, pero no les fue posible. Ya se utilizaban en el siglo II a. C. (por cierto, abreviatura de “Antes de Cristo” de dominio popular), para la época había tantas y tan variadas abreviaturas que se tuvieron que establecer muchas normativas para tratar de limitarlas, sin embargo, no tuvieron éxito. Había demasiado desorden. Por ejemplo, existían algunas abreviaturas características y ya consolidadas, pero, además, cada escribano tenía las suyas propias y particulares. O sea, cada quien se arrogaba el derecho de abreviar como le parecía.

La especialista en historia cultural del periodo colonial americano, y autora del blog “Paleografías americanas”, Natalia Silva Prada, asegura que sería erróneo e impreciso afirmar que por aquel entonces las abreviaturas no obedecían a determinadas reglas, porque sí existían. Una de las más utilizadas, y que todavía se emplea en la actualidad, era la de sustituir una palabra por sus siglas, por la letra por la que empieza. De modo que basado en esa norma “Augustus” era “A”, y “Cesar” una simple “C”; “a. m.” era, y es, la abreviatura de “ante meridiem”, o sea, “antes del mediodía”. Otro ejemplo es la famosa “S.P.Q.R.”, acrónimo de “Senatus Populusque Romanus”: el “Senado y Pueblo de Roma”, una abreviatura común que aparecía en las monedas, los documentos públicos, en el blasón de las legiones romanas y en las inscripciones en los monumentos públicos.

Estudiosos del tema refieren que otra forma histórica de los romanos para abreviar las palabras era suprimir algunas letras al final, y se indicaba que era abreviatura cuando se le añadía un punto u otro signo de puntuación. Este método es aún utilizado y ejemplo de ello es “etc.”, abreviatura de “et cetera”, que en español significa “y lo demás”; también continúa vigente “id.”, reducción de “ídem”, “lo mismo”. Otro caso muy popularizado es el “vs.”, abreviatura de “versus”, “contra”. Muestra de que este método de abreviación se sigue utilizando son también: “teléf.”, “tpo.”, “traduc.”, “Nº”, y muchas abreviaturas más. La supresión de algunas o de todas las letras centrales, así como dejar solo las más representativas, son técnicas de hace siglos. Es así que desde entonces, en latín “supra”, “más arriba”, pasó a ser simplemente “sup.”; es la causa de que “departamento” se escriba de manera abreviada como “dpto.” o “depto.”, y “administrador”, “admr.”.

Aunque de manera general las abreviaturas surgieron para ahorrar tiempo y espacio, no siempre fue así, pues hay manuscritos en los que se puede visualizar junto a formas abreviadas, grafías muy ornamentales que tienen que haber empleado un considerable derroche de tiempo y de medios. El especialista Luis Núñez Contreras en su “Manual de Paleografía: Fundamentos e Historia de la escritura latina hasta el siglo VIII”, explica que en muchos casos la realidad demuestra que escribir una palabra abreviadamente puede llevar más tiempo y exigir más atención que si se escribe con todas sus letras.

Y como usualmente sucede en temas históricos, solo podemos inferir, pues son épocas tan distantes y con tan poca evidencia estricta y veraz, que no podremos manifestar con claridad por qué, entonces, usaban las abreviaturas aún cuando disponían de tiempo y espacio para escribir correctamente con palabras completas. Quizás por ya estar acostumbrados de economizar. Sin embargo, las abreviaturas llegaron muchísimo tiempo antes que los mensajes de texto, y de ninguna manera justifica que se escriban horrores como “ola k ace” o “grazia”. Lo que sí es evidente es que cada quien abrevia como le place, sin respetar normas elementales, sin un orden, y sin importarle que los demás lo entiendan o no. Por otra parte, no puede ser que una persona que se exprese siempre siempre así, pueda retener reglas ortográficas.