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sábado, 7 de octubre de 2017

Las últimas amenazas de Trump

Por erne91javier

Las más recientes amenazas del presidente estadounidense, Donald Trump, contra la República Popular Democrática de Corea (RPDC) y su nueva estrategia hacia Afganistán reafirman la opción del uso de la fuerza como componente vital de la política hegemónica norteamericana. En su intervención ante la Asamblea General de la ONU el pasado día 19 de, septiembre Trump declaró su intención de destruir a la RPDC, impedir a toda costa el programa de desarrollo nuclear de Irán y obstaculizar los avances del proyecto bolivariano encabezado por el presidente Nicolás Maduro. A juicio de expertos, el jefe de la Casa Blanca piensa que tiene un cheque en blanco para proyectar el poderío bélico pues parece percibir la inexistencia del debido contrapeso en la arena internacional para impedírselo y que, entre otros factores, el Congreso no ha sido capaz de imponer límites a sus aspiraciones en ese sentido.

En esa coyuntura, el Senado rechazó el 13 de septiembre un proyecto destinado a forzar un debate sobre los poderes de guerra de Trump y a la vez, derogar dos legislaciones relacionadas con el empleo de la fuerza militar en ultramar. El ofrecimiento, abordado por el senador Rand Paul, pretendía anular dos Autorizaciones para el Uso de la Fuerza Militar (AUMF) avaladas por el Legislativo, una en 2001, tras los atentados terroristas del 11 de septiembre, y la otra en 2002 para autorizar el inicio de la agresión contra Iraq. Paul dijo que su fin era adjuntar a la Ley de Autorización de Defensa Nacional la enmienda que eliminaría esas dos piezas legislativas, y advirtió al plenario senatorial que votar en contra de su resolución era permitir que el Presidente haga lo que estime conveniente en cuanto al empleo del poderío bélico. Ben Cardin, máxima figura demócrata en el Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara alta, recordó que el permiso aprobado de forma casi unánime en el Capitolio en 2001 para combatir a quienes perpetraron los atentados del 11 de septiembre de ese año no se puede aplicar a las operaciones militares 16 años después. Senadores demócratas y republicanos han presionado sin éxito en los últimos años para que los integrantes del Capitolio decidan mediante una votación si deben derogarse o no las autorizaciones o avalar una nueva variante de AUMF para combatir al Estado Islámico (EI) o intervenir en otros conflictos. La actual fase en la confrontación entre Washington y la RPDC (esta última conocida también como Corea del Norte) parece ser una oportunidad sin precedentes para llevar adelante las proyecciones estratégicas norteamericanas en Asia Pacífico.

Las palabras de Trump ante la Asamblea General de la ONU fueron interpretadas por Pyongyang como una declaración de guerra -aunque la Casa Blanca rechazó esa aseveración- por lo que la parte norcoreana dijo tener derecho a responder de forma activa a las actividades bélicas estadounidenses. Tras los recientes ensayos nucleares y el lanzamiento de misiles balísticos por parte de las fuerzas armadas de la RPDC, Washington impuso nuevas y fuertes sanciones contra las autoridades de Pyongyang, las que insisten en el carácter defensivo de su programa atómico y balístico. En este contexto, los mandos castrenses de Washington y Seúl realizaron varios simulacros de ataques balísticos y acercamientos provocadores de bombarderos estratégicos a distancias relativamente cortas del territorio norcoreano, a lo que se suman los ejercicios militares que realizan de forma casi ininterrumpida y son considerados por la RPDC como verdaderos ensayos de agresión. Sin embargo, el asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, H. R. McMaster, reconoció que no existe una solución militar fácil para este problema al referirse a los riesgos de la escalada de declaraciones insultantes que pudiera llevar a un enfrentamiento de grandes proporciones, y añadió que 'no existe un golpe de precisión ni un bloqueo militar que resuelva este asunto'. El Pentágono incrementó de forma dramática los golpes aéreos contra objetivos de los insurgentes en suelo afgano, de unos mil 74 en 2016 a más de dos mil 240 en los primeros ocho meses de 2017, tras la toma de posesión de Trump, de acuerdo con fuentes oficiales. El 21 de agosto, en un discurso de 26 minutos desde la base de Fort Myer, Virginia, calificado de impreciso por los expertos, el mandatario anunció nuevas directrices para Afganistán y el sur de Asia, con un conjunto de objetivos contradictorios y alejados de la realidad. Según especialistas en el tema, Trump dio un avance, quizá sin proponérselo, de lo que se supone debe hacer su equipo de trabajo en los próximos meses: conformar una nueva Estrategia de Seguridad Nacional (ESN).

No obstante, a pesar de lo que diga el Capitolio, las facultades del jefe de la Casa Blanca como comandante en jefe de las fuerzas armadas en la práctica tienen muy pocos límites, como lo demuestra la historia de las agresiones de Estados Unidos a otros países. Lo preocupante es que estará en libertad de hacerlo siempre que demuestre que está en peligro la seguridad nacional y logre manipular a la gran prensa y una parte de la población. Entonces el camino estará abierto para atacar a cualquier país que se interponga a sus ambiciones hegemónicas, sin importarle el costo de la contienda.