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domingo, 15 de octubre de 2017

Los pulmones de New York

Por Elizabeth Almeida

Este gran parque proporciona diversos beneficios a todos los habitantes de la Gran Manzana y, más concreto, al distrito metropolitano de Manhattan, donde se haya ubicado. Además de su función como una gran área lúdica y de esparcimiento, está demostrado que un espacio verde revaloriza los inmuebles que se encuentren a sus alrededores, y contribuye también a purificar el aire y generar de esa manera un medio ambiente más limpio. ¿Cómo es posible que estos espacios de naturaleza tengan tanta importancia en la populosa urbe neoyorquina? Primeramente debemos tener en cuenta que la cantidad de oxígeno que puede producir un árbol es algo que se comporta de manera variable, ya que depende de factores diferentes como su especie, su edad o su estado de salud.

Nueva York es una de las ciudades más famosas del planeta. Sus icónicos rascacielos, sus pasarelas, su música, el estilo callejero, el arte, los musicales, sus avenidas, todo en la ciudad es símbolo de la cultura moderna y el modo de vida en uno de los países con más habitantes del planeta. La Gran Manzana se ha convertido en epicentro de la sociedad actual y cada año recibe a visitantes de todo el mundo que acuden a ver fascinados cómo funciona la urbe en la que viven millones de personas a la par de miles de empresas. Sin embargo, uno de los sitios más emblemáticos de esa ciudad destaca por su importancia innegable para la supervivencia humana.

Central Park es tal vez el parque urbano más conocido de todo el mundo pues ha sido escenario de numerosas películas, como las míticas Desayuno con diamantes, Love Story o Cuando Harry encontró a Sally. Su territorio cuenta con las asombrosas dimensiones de 4.000 x 800 metros, lo que equivale a unas 341 hectáreas de superficie total lo que lo hace más grande que dos de las naciones que se conocen como las más pequeñas del mundo ya que casi duplica el territorio de Mónaco y multiplica por ocho el de la Ciudad del Vaticano.

Todo el parque, incluidos sus hermosos lagos y montañas, son obra del hombre. Los planos de esta reserva natural fueron diseñados por el arquitecto paisajista, periodista y botánico estadounidense Frederick Law Olmsted y por el británico Calvert Vaux, también arquitecto paisajista. Su construcción finalizó en el año 1873 y actualmente alberga unos 250.000 árboles en sus muchos valles, entre ellos una de las últimas arboledas de los olmos americanos del nordeste de los Estados Unidos.

Este gran parque proporciona diversos beneficios a todos los habitantes de la Gran Manzana y, más concreto, al distrito metropolitano de Manhattan, donde se haya ubicado. Además de su función como una gran área lúdica y de esparcimiento, está demostrado que un espacio verde revaloriza los inmuebles que se encuentren a sus alrededores, y contribuye también a purificar el aire y generar de esa manera un medio ambiente más limpio.

¿Cómo es posible que estos espacios de naturaleza tengan tanta importancia en la populosa urbe neoyorquina? Primeramente debemos tener en cuenta que la cantidad de oxígeno que puede producir un árbol es algo que se comporta de manera variable, ya que depende de factores diferentes como su especie, su edad o su estado de salud.

No obstante, sí es posible ofrecer una estimación aproximada. Según cálculos realizados por Reforesta, una asociación sin ánimo de lucro fundada en el año 1991, basados en datos suministrados en las jornadas Bosques y Cambio Climático, un árbol de un encinar español libera unos 42 kilos de oxígeno al año como promedio. Si nos basamos en estas cifras, los 250.000 árboles que existen en el espacio del Central Park generarían en total unos 10,5 millones de kilos de oxígeno aproximadamente.

Como hemos dicho anteriormente, este no es este el único beneficio que un gran parque como Central Park aporta a las personas que viven en sus alrededores. Las zonas verdes de las ciudades, además de contribuir a combatir la contaminación, convirtiéndose en verdaderos pulmones del entorno urbano, también ayudan a las personas que viven en sus alrededores a relajarse y reducir considerablemente el estrés, contribuyen a mejorar la salud física porque nos animan a dar paseos y también a practicar deportes en un entorno mucho más saludable e igualmente fomentan las relaciones sociales.

No es de extrañar, entonces, que la Organización Mundial de la Salud considere imprescindibles esos espacios para mejorar nuestro bienestar tanto físico como emocional. Según esa institución, las ciudades deberían disponer de un mínimo entre 10 y 15 metros cuadrados de área verde por habitante.