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lunes, 9 de octubre de 2017

Todos tenemos nuestros fantasmas

Por Janet

Antonio Arias – cantante, bajista y principal compositor de Lagartija Nick desde su fundación, conoce bien la ingrata mecánica del éxito y el fracaso. El primero suele socializarse, mientras que el segundo se prefiere individual. Eso no le ha impedido trazar una de las trayectorias más genuinas de la música popular española. También de las más duraderas, pese a las muchas idas y venidas de personal, los cambios de rumbo estilístico y su beligerancia frente a la industria. La fe de bautismo del grupo granadino con Arias y el batería Eric Jiménez en el kernel, formando una base rítmica de ensueño ayuda a contextualizar.

Los primeros Lagartija Nick profesan devoción a santones post-punk como Bauhaus, Parálisis Permanente, XTC, Joy Division o Siouxsie & The Banshees, pero no olvidan las enseñanzas del 77 y canalizan la poderosa influencia de la psicodelia sesentera a través de coetáneos como The Church o Love And Rockets. Su formación musical, los referentes que manejan, son distintos a los de la generación precedente, con la que han tenido precoz contacto a través de 091 (Arias) y KGB (Jiménez). Pero, al igual que aquella –y al contrario de la mayoría de grupos de la explosión alternativa de principios de los noventa–, apuestan firmemente por el castellano. Los textos, producto de un frenético flujo de ideas, revelan su poderosa imaginería cuando se les aplica el adecuado tiempo de exposición.

Las guitarras siderales de Juan Codorníu y Miguel Ángel Rodríguez Pareja afianzan una propuesta que se intuye sustantiva desde las primeras grabaciones. El sustrato punk de “Hipnosis” (1991) y la naturaleza combativa de su lírica abren algunas puertas previsibles el circuito de gaztetxes, por ejemplo– y otras inesperadas. En 1992 –con el ciclón Nirvana arrasando el mundo entero pasan a formar parte del catálogo Sony. “Inercia” (1992) y “Su” (1995) completan una trilogía inicial que deviene canon. En aquellos momentos era muy difícil encontrar grupos –aquí o allí– con una expresión tan característica y un directo tan categórico.

Su nombre convoca a melómanos, enciende a la crítica y excita vocaciones. Las ventas, sin ser espectaculares, tampoco van mal. Entonces llega “Omega” (1996), ese proyecto desbordante facturado a medias con Enrique Morente. Se consolida su acuerdo con la posteridad y se tiende un nuevo puente entre los universos del flamenco y el rock. El compromiso del maestro nazarí resulta decisivo en la construcción del monumental viaducto y la presencia de Lagartija Nick facilita que el tránsito se realice en ambos sentidos. La exigencia de “Omega” es tan severa que Jiménez decide apearse para subir al autobús de Los Planetas.

Arias no se achanta. Consagra amor y energía a la reivindicación del poeta, inventor y cineasta José Val del Omar (1904-1982). Un perfecto desconocido que, gracias al empeño del líder, empieza a recibir parte de la atención que merece. Concebido según los preceptos de la meca-mística, una repetición maquinal en pos de la trascendencia, “Val del Omar” (1998) acelera su salida de Sony e induce la marcha de Codorníu y Pareja.

A partir de aquí algunos términos se confunden y se coloca al grupo en casilleros de metal. Los músicos no arraigan. Cuesta cuajar canciones. En la tabla de náufrago “Omega” sigue habiendo sitio para todos, pero ni “Lagartija Nick” (1999) ni “Ulterior” (2001) satisfacen al fan de base. Será en el presente siglo cuando Lagartija Nick repueble el indómito hábitat de antaño. Son años de frenética actividad para Arias, quien conjuga tan gratificante reencuentro con la puesta en marcha de una alentadora carrera en solitario ojo a los dos volúmenes de “Multiverso” (2009-2013)– y las satisfactorias reediciones de su catálogo multinacional.

La muerte de Morente en 2010 instigará el episodio doctrinal de Los Evangelistas, junto con Eric más J y Florent de Los Planetas. Y el fallecimiento en 2015 de su hermano Jesús ex de TNT, Exxon Valdez y Qüasar; cómplice necesario en buena parte de su obra, “Omega” incluido lo impulsa a plantear el nuevo álbum de Lagartija Nick primero con la formación original después de veinte años en clave de homenaje. Por lo escuchado en las primeras maquetas, estamos ante un trabajo de síntesis llamado a engrosar su amplio muestrario de composiciones imperecederas.

Tonos mayores y austeridad en el despliegue de acordes, con “Never Mind The Bollocks” de Sex Pistols como principal modelo de perfección y la idea de unidad compositiva y sónica como máxima. Fue grabado en analógico y con holgura presupuestaria por Owen Davies, quien dedicó mucho tiempo a pulir las volcánicas baterías de Eric. El collage de la portada de “Hipnosis” (1991) ilumina a Antonio Arias a la hora de escribir e impulsa un caudaloso volcado conceptual –la tecnología en la era de la información y su influencia en nuestras vidas– de inequívoco calado político. Ejemplar en su equilibrio, coquetea con la perfección y conserva su apabullante vigencia un cuarto de siglo después.