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domingo, 19 de noviembre de 2017

El caso rohinyá se le va de las manos a Birmania

Por LauraB

La crisis humanitaria contra el grupo étnico musulmán rohinyá se le está yendo de las manos a Birmania. A pesar de los miles de llamados de la comunidad internacional, visualizada en la Organización de Naciones Unidas (ONU), la solución no llega y los desplazamientos forzados continúan. Por el miedo a ser reprimidos por una cuestión puramente religiosa, más de 400 mil miembros de esa etnia han tenido que salir huyendo prácticamente de sus hogares. Mientras, el mundo lo observa como un problema más. El hecho de que la mayoría en Birmania sea budista se ha convertido en un grave problema humanitario para los rohinyás.

El caso fue denunciado debidamente por el Alto Comisionado de Derechos Humanos de las Naciones Unidas como una “limpieza étnica”. No obstante, profesar el islam sunita es muy mal visto por lo que no les ha quedado de otra que huir. En Birmania no son ni reconocidos como ciudadanos; al contrario, los rohinyás son vistos como unos inmigrantes.

Tampoco fueron tenidos en cuenta en los censos. Este es uno de los efectos más palpables de la intolerancia religiosa que tanto daño ha hecho en el mundo. Aquí para nada importa los orígenes de dicho grupo étnico vigente desde el siglo XV. Su nombre es por el lugar que ellos dicen es su hogar: Rohang.

La crisis viene cocinándose desde el año 1962 cuando los militares tomaron el gobierno. Desde ese momento, las administraciones implantaron una política de privación de los derechos esenciales de los rohinyás. Esa agenda incluyó hasta la aprobación de una ley que no los contempló como parte del centenar de grupos étnicos reconocidos por el gobierno birmanés. Esto es alarmante porque como no son reconocidos, no pueden asistir a los centros educativos ni recibir atención hospitalaria. Tampoco pueden viajar y a veces se les impide el derecho de tener descendencia. Solo pueden concebir dos hijos.

La situación ha sido reclamada por varios gobiernos de la región como Indonesia, Malasia, Pakistán y Turquía.

Los reclamos siguen sin escucharse. Los rohinyás siguen en una grave situación humanitaria que no encuentra solución. Muchas son las preguntas: ¿hasta cuándo la intolerancia religiosa provocará crisis como estas? ¿Hasta qué punto tienen ellos que salir de sus países de origen?

Seguirán entonces las imágenes de miles y miles de familias rohinyás cruzando como pueden y con sus pertenencias -o lo que queda de ellas.- a través de ríos u otros escenarios. El asunto es una vergüenza para toda la comunidad internacional.