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lunes, 6 de noviembre de 2017

El síndrome de la resignación solo ocurre en Suecia

Por EvelynR

Por casi dos décadas Suecia ha estado combatiendo una misteriosa enfermedad conocida como síndrome de la resignación. Este padecimiento afecta sólo a los hijos de aquellos que buscan asilo y los síntomas incluyen un aislamiento completo, es decir, dejan de caminar, hablar, o abrir los ojos, aunque se recuperan eventualmente. Los especialistas de salud que tratan a estos niños afectados coinciden en que su aislamiento del mundo ha sido causado por un trauma. Los más vulnerables son aquellos que han sido testigos de violencia extrema, especialmente contra sus padres, o cuyas familias han huido de ambientes profundamente inseguros. Por lo general, los niños afectados han estado viviendo en Suecia por años, hablan el idioma y están ajustados a sus nuevas vidas nórdicas.

Sin embargo, surge la interrogante de ¿por qué sólo parece ocurrir en Suecia?

Los especialistas de salud que tratan a estos niños afectados coinciden en que su aislamiento del mundo ha sido causado por un trauma. Los más vulnerables son aquellos que han sido testigos de violencia extrema, especialmente contra sus padres, o cuyas familias han huido de ambientes profundamente inseguros. Por lo general, los niños afectados han estado viviendo en Suecia por años, hablan el idioma y están ajustados a sus nuevas vidas nórdicas.

En Suecia se informó del síndrome de resignación por primera vez a fines de los 1990 y entre 2003 y 2005 se reportaron más de 400 casos. A medida que los suecos empiezan a preocuparse por las consecuencias de la inmigración, estos llamados "niños apáticos", se han convertido en un asunto político.

Surgieron historias de que los niños estaban fingiendo o que sus padres los estaban envenenando para asegurar su residencia, ninguna de las cuales ha sido comprobada. En los últimos 10 años ha disminuido el número de niños que se ha informado sufren de ese síndrome. En 2015 y 2016, por ejemplo, la Junta Nacional de Salud de Suecia declaró que hubo 169 casos.

Los más vulnerables continúan siendo niños de grupos geográficos y étnicos particulares: los niños gitanos, los de la antigua Unión Soviética, los Balcanes, y más recientemente los yazidíes. Sólo un pequeño número pertenece a migrantes no acompañados, ninguno pertenece a África y hay muy pocos de Asia.

En el pasado, en los campos de concentración nazis, por ejemplo, se ha informado de trastornos parecidos al síndrome de la resignación. Por su parte, en Reino Unido, un trastorno similar, llamado síndrome de rechazo generalizado, se produjo en niños a principios de los 1990, pero se han dado muy pocos casos y ninguno entre buscadores de asilo.

De hecho, en lo relativo al síndrome de la resignación, como comenta el doctor Karl Sallin, pediatra del Hospital Infantil Astrid Lindgren, en Estocolmo, hasta donde saben, no ha sido establecido ningún caso fuera de Suecia.

La duda es entonces cómo una enfermedad puede respetar las fronteras nacionales. En ese sentido, dice Sallin, quien ha investigado el síndrome de la resignación para su postgrado, que no hay una respuesta definitiva a la pregunta. Y señala que la explicación más plausible sería que hay ciertos factores socio-culturales que son necesarios para que se desarrolle este trastorno.

De cierta forma, aunque se desconocen los mecanismos o por qué se da sólo en Suecia, los síntomas que presentan los niños están confirmados culturalmente: son la manera como estos tienen permitido expresar sus traumas.

Otra cuestión esencial es si es contagioso el síndrome de la resignación. En ese sentido, Sallin afirma que es algo que está algo implícito en el modelo, pues si le ofreces el tipo correcto de nutriente a ese tipo de conductas en una sociedad, también verás más casos. Pese a la presencia del trastorno, el obstáculo principal para entenderlo es la falta de investigación; nadie ha hecho seguimientos a lo que ocurre con esos niños y lo que se sabes es que sobreviven.

Por su parte, el pediatra Lars Dagson, señala que hay que endurecer el corazón con estos casos, pues solo puede mantener a los niños vivos, no puede hacer que mejoren porque como médicos, no deciden si estos niños pueden quedarse en Suecia o no. Este punto de vista es común entre los doctores que tratan a los niños con síndrome de la resignación: creen que la recuperación depende de que se sientan seguros, algo que se inicia con un permiso de residencia permanente.

Dagson explica que en cierta forma el niño tiene que sentir que hay esperanza, algo para vivir, esa es la única manera como puede explicar por qué tener el derecho a permanecer, en todos los casos que ha visto, cambia la situación.

Hasta hace poco tiempo, las familias con un niño enfermo podían quedarse en Suecia, pero la llegada de unos 300 mil inmigrantes en los últimos 3 años condujo a un cambio. El pasado año, entró en vigor una ley temporal que limita las posibilidades de los que buscan asilo de obtener residencia permanente, los que la solicitan reciben una visa de 13 meses o 3 años.

Lo que ocurre después no ha sido abordado, aunque en la ciudad de Skara, en el sur de Suecia, hay evidencia que sugiere que puede haber una forma de curar a los niños con ese síndrome incluso si la familia no recibe residencia permanente.

Según Annica Carlshamre, trabajadora social de la compañía Salud Gryning, que dirige Solsidan, un hogar para niños con problemas, desde su punto de vista, esta enfermedad particular tiene que ver con el trauma pasado, no el asilo. Es por ello que el personal de Solsidan considera que cuando los niños son testigos de violencia o amenazas contra un padre, su vínculo más importante en el mundo queda destrozado. De ahí que la conexión familiar deba ser reconstruida, pero primero el niño debe empezar a recuperarse y para ello señala Solsidan que el primer paso es separar al niño de sus padres.

La especialista señala que mantienen a la familia informada del progreso, pero no los dejan que hablen con el niño porque debe depender de nuestro personal, además, las conversaciones sobre el proceso de migración están prohibidas frente al niño.

Clara Ogren un miembro del personal explica que juegan por ellos hasta que son capaces de jugar por sí mismos. Añade que quieren revivir todos sus sentidos. Por ejemplo, ponen un poco de Coca Cola en su boca para que prueben algo dulce e incluso si tienen una sonda, los sientan en la cocina para que puedan oler comida.

Además, Ogren explica que creen que quieren vivir y que todas sus capacidades están allí, pero las han olvidado o han perdido la forma de usarlas. Cuenta que ese trabajo toma mucha energía porque tienen que vivir para los niños hasta que ellos estén listos para vivir por sí solos.

De los 35 niños que Calshamre ha cuidado, uno recibió permiso para quedarse en Suecia y el resto se recuperó antes de que su asilo fuera asegurado.