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domingo, 12 de noviembre de 2017

La abstención como herramienta de victoria electoral

Por Yaima

Si consideramos, tal cual parece estar haciendo la oposición venezolana desde hace días, que los resultados dados a conocer tras las elecciones regionales de gobernadores del 15 de octubre se ajustan a la realidad, los análisis de tales cifras ponen en evidente manifiesto que la abstención en los comicios constituyó una variable clave y fundamental en la victoria del gobierno. Dicho de otro modo, el potencial de electores logrado por la oposición en eventos recientes no se expresó en votos en esta oportunidad. Resulta evidente entonces que el gobierno no ganó, hay que decirlo de otro modo: fue la oposición venezolana quien perdió.

La estrategia de la abstención como derrota perfecta funcionó a la perfección en las elecciones de gobernadores en Venezuela. La estrategia del régimen chavista hacia los comicios consistió, más allá de ganar, en hacer que la derecha fuera el factor determinante como perdedor. Su táctica fundamental fue reducir la votación de los sectores opositores con la estimulación de la abstención y la presentación de obstáculos y barreras para desalentar al voto. El resultado confirmó la estrategia y su eficiencia. Aunque el nivel de abstención estuvo en el 38.86%, que es normal para una elección regional, sí resulta del todo anormal e inesperada para los tiempos en que vivimos.

La abstención conllevó entonces a la derrota en 18 gobernaciones y la votación nacional de la derecha no logró superar al chavismo. Que casi la totalidad de las gobernaciones quedaran en manos del régimen, facilitará en lo adelante que este pueda permitirse un reforzamiento en su capacidad y presencia; dividir a la oposición venezolana más aun entre quienes apuestan y los que no a una salida electoral y democrática; acrecentar la creencia de que el aparato del chavismo es invencible y de modo colateral, echar por tierra las esperanzas sobre un inminente cambio político, que además, desmoralizaría a sus seguidores con vistas a venideros desafíos electorales que atravesará el país y que determinarán la composición política que tenga Venezuela hacia los próximos años.

Entre estos se encuentran las elecciones de alcaldías o municipales que el Gobierno ya definió a realizar el 10 de Diciembre. Dependiendo de la evaluación que haga el gobierno sobre el modo en que el electorado opositor se incline a participar o no, podríamos incluso hasta estimar la posibilidad de que tenga lugar el adelanto de los comicios presidenciales. En ello vuelve a ser determinante una vez más, el comportamiento que tenga el factor de la abstención en los sectores habitualmente opositores para tomar máxima ventaja de la actual tendencia abstencionista.

Esto implica un avance del régimen hacia su consolidación como régimen autoritario, en medio de una situación de fractura y desmovilización que facilita el control y cierre político, un empeoramiento de las garantías electorales y la eventual inhabilitación de demócratas y partidos políticos en una estrategia para obligar a que solo subsista una oposición que más allá de la confrontación discursiva, sea tolerante y pasiva en la confrontación política con el gobierno, ajena incluso a las lógicas ambiciones de alternancia que sustenta cualquier concepto de democracia moderna.

La situación que hoy vivimos implica evidentemente un paso atrás de gravedad, que debe concientizar a todos los venezolanos, a sus figuras y formadores de opinión política y de la sociedad civil, así como el sector empresarial y la comunidad, incluyendo al ciudadano común y al indiferente a la vida política del país. Tiene que imponerse la visión de que el país vive un estado de emergencia general y nacional. No se pueden continuar confundiendo la sobrevivencia con la apatía, y la falta de acciones políticas; y es fundamental hablarle a Venezuela y al mundo sobre la realidad de lo sucedido. Muchos no logramos digerir aun el momento en que pasamos de ser casi todo oposición (elecciones parlamentarias del 2015), a ser hoy casi todo oficialismo (elecciones de gobernaciones) y menos procesar que ello haya sucedido con una voto chavista similar en ambos eventos electorales, lo cual expone que la oposición se minimizó en esta ocasión. Tal sería el paso inicial para replantearnos una estrategia victoriosa que nos lleve a una transición democrática.

Definitivamente, lo ocurrido en los meses de “guarimbas”, el caso omiso de la oposición al plebiscito que ella misma convocó el 16 de Julio, y el aprovechamiento del gobierno para imponerse con una Asamblea Nacional Constituyente, pasó factura a los ánimos sociales y a las esperanzas de que la dirigencia de la oposición fuera capaz de conducir el momento actual; ello expresamente se tradujo en los niveles de participación. Es obvio que el régimen conocía de sus vulnerabilidades y logró acrecentar el descontento hacia la oposición mediante mecanismo diversos, entre ellos la oferta de explorar un diálogo entrampado y carente de opciones. De igual modo, es fundamental evaluar el peso que en el fracaso de la oposición, tuvieron distintas variables más allá de la abstención.

¿Tuvo un impacto determinado el rechazo del Consejo Nacional Electoral a sustituir candidatos de la oposición en la tarjeta de votación? ¿Cuántos electores no votaron debido a que sus habituales centros fueron reubicados? ¿Cuántas situaciones a nivel local principalmente se sucedieron similares a las vividas en Bolívar, de donde se infiere la manipulación de cifras y votos? ¿Cuál fue el efecto de la reducción de los tiempos en una elección montada y organizada en tan solo par de meses?

Es imposible reconquistar la confianza de la población electoral en un liderazgo opositor sin asumir con dignidad las responsabilidades de dicha dirigencia, ni intentando indilgar la culpa a los abstencionistas, o explicándose y justificando solamente factores como el fraude, que existió, fue evidente y escalonado desde el mismo momento en que se convocó a las elecciones y hasta más allá de que se enunciarán los resultados. Nadie en la oposición venezolana se ha lanzado a evaluar los factores que, de un modo u otro, impactaron en el resultado final. No se trata de subestimar las condiciones de imparcialidad en las que tuvo lugar este ejercicio electoral, sino de hacer particular énfasis en las determinantes políticas por las que un segmento importante de electores opositores dejaron de responder a la convocatoria de su liderazgo.

La interpretación de la abstención no debe ser que la mayoría de la población sea partidaria de apoyar al gobierno, pero implica la pérdida en los potenciales apoyos, hasta poco tiempo incondicional, de las bases a su liderazgo. Ello hace urgente una evaluación crítica del mensaje, estrategias y de la credibilidad, para lograr afrontar escenarios venideros y claves que no repitan los errores ni las consecuencias que nos dejó al país (más que a los líderes de la oposición) el pasado 15 de octubre.