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sábado, 11 de noviembre de 2017

La cuna de la nacionalidad rusa

Por G_nkerbell

En el siglo IX, Novgorod fue un próspero asentamiento a lo largo de una de las principales rutas comerciales vikingas entre el territorio de Escandinavia y Grecia. La ciudad vibraba con los miles de comerciantes intercambiando telas exóticas, metales, vinos y ámbar del Mediterráneo por lujosas pieles de armiño, sable y marta. Sin embargo, este era un lugar sin ley, y las peleas eran bastante comunes entre sus habitantes y los de comunidades cercanas. En un esfuerzo por establecer de una vez el orden, los novgorodienses invitaron al entonces poderoso jefe vikingo y príncipe Rurik a establecer un gobierno justo y equitativo.

Hace ya 100 años, la revolución llevó a la Rusia delos zares a un nuevo estilo social que rompió con todos los moldes establecidos. De siglos de reinado de los zares al dominio de las estrellas rojas soviéticas. En San Petersburgo, los extravagantes palacios recuerdan todavía los lujosos estilos de vida de los emperadores rusos, mientras que en el corazón de Moscú, los rascacielos austeros son recordatorios de la rigidez y el estilo del régimen socialista.

A pesar de que ya ha pasado un siglo desde que los rusos se encontraron en el cruce entre esas dos grandes fases de la historia de su nación, muchos todavía debaten sobre qué período tuvo el mayor impacto en la cultura rusa de la actualidad.

Mientras que los residentes de Moscú y San Petersburgo han debatido durante varios años si los soviéticos o los zares fueron los que realmente plantaron la semilla del nacionalismo, los habitantes de Veliky Novgorod insisten en que fueron los vikingos.

Ubicado a unos 200 km de la ciudad de San Petersburgo, a orillas del río Volkhov, a primera vista Novgorod parece haberse quedado paralizado en la época soviética. La estación de tren es un sitio silencioso, mientras que sus calles bordeadas por edificios de hormigón se sienten bastante frías. Es solo dentro del fortificado Kremlin de Novgorod, una de las ciudadelas fortificadas más antiguas de todo el país, donde se respira verdaderamente la importancia histórica de este lugar.

En el siglo IX, Novgorod fue un próspero asentamiento a lo largo de una de las principales rutas comerciales vikingas entre el territorio de Escandinavia y Grecia. La ciudad vibraba con los miles de comerciantes intercambiando telas exóticas, metales, vinos y ámbar del Mediterráneo por lujosas pieles de armiño, sable y marta. Sin embargo, este era un lugar sin ley, y las peleas eran bastante comunes entre sus habitantes y los de comunidades cercanas.

En un esfuerzo por establecer de una vez el orden, los novgorodienses invitaron al entonces poderoso jefe vikingo y príncipe Rurik a establecer un gobierno justo y equitativo.

Rurik viajó desde Escandinavia para tomar el control de la ciudad en el año 862. A la muerte de Rurik, en el 879, su pariente Oleg se hizo con el poder y expandió el imperio, conquistando así tierras al norte de lo que luego sería San Petersburgo y hasta el sur de Kiev. También unificó las tribus eslavas y finlandesas que habitaban en las cercanías para formar el Estado Rus de Kiev.

De esta manera la prosperidad de Novgorod llegó, y a través de un amplio grado de autonomía concedida por los líderes de Rus de Kiev, la ciudad era finalmente libre de desarrollar sus propios sistemas legislativos. Sus líderes eran seleccionados por votación y tenían mandatos limitados, lo que dio pie al primer gobierno democrático dentro de la región que en la actualidad se conoce como Rusia.

Hoy en día se conservan las medievales paredes de ladrillo rojo del Kremlin de Novgorod, declaradas patrimonio de la humanidad de la UNESCO; el Museo del Estado Unido de Novgorod, con sus varias exposiciones y artefactos que detallan la historia de esa ciudad; y el Patio de Yaroslav, el antiguo lugar donde se encontraba el extenso mercado del siglo XVI.

En el corazón del Kremlin se encuentra el Monumento al Milenio de la Estadidad de Rusia en la que una escultura del príncipe Rurik se ubica justo en el centro. Las estatuas de los notables, incluyendo a Mikhail Romanov y la famosa Catalina la Grande, siguen en ese orden cronológico de la historia de Rusia.

Con el paso del tiempo, Rurik se ha convertido en una verdadera leyenda tan simbólica que la Unión Soviética se declaró en contra de que hubiera documentos que lo señalaran como el fundador de Rusia.