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lunes, 20 de noviembre de 2017

Las mujeres hacen una ciencia con mayor enfoque de género

Por ElizabethF.

Para nada tiene que ver con hacer una ciencia por mujeres y para mujeres, ni de feminismo a ultranza. Es solo que al parecer, el solo hecho de que en una investigación de naturaleza biomédica participe mayor número de mujeres, es directamente proporcional a que este estudio sea más inclusivo y menos discriminatorio, al menos desde la perspectiva del llamado enfoque de género.

Sucede que cuando está presente en esas investigaciones la mano femenina, pues los trabajos tienden a contemplar un análisis de sexo y género, también como factores biológicos que inciden sobre la salud, lo cual sin duda mejora la calidad de la ciencia que se hace en el mundo.

Este parecer ha quedado claro para investigadores de las universidades de Stanford (Estados Unidos) y Aarhus (Dinamarca), los cuales así lo han corroborado, después de analizar más de un millón y medio de artículos científicos, y llegar a la conclusión de que investigar de manera errónea, además de vidas cuesta dinero.

Tal afirmación los expertos la sustentan en que aquellos aspectos que están relacionados tanto con la incidencia de las disímiles enfermedades, como con los tratamientos, los efectos secundarios de estos, y la eficacia de los mismos, no son iguales en hombres y mujeres.

No obstante tener conocimiento de ello, frecuentemente en las investigaciones de las ciencias médicas, el género y el sexo son elementos completamente olvidados por estos ensayos, donde la mayor parte de las ocasiones los sujetos de estudio suelen ser masculinos, ya sea en animales de laboratorio como en los propios pacientes humanos, referencia el texto, que ha sido publicado en la revista Nature human behaviour, y afirma categóricamente que es más probable que una investigación X, si hay alguna mujer entre sus autores, tenga más en cuenta estos importantes elementos.

Para lograr comparar la presencia de autoras en investigaciones con y sin análisis de género y sexo (GSA), los autores indagaron en un millón y medio de estudios médicos buscando responder a la interrogante de si hombres y mujeres, incorporan estos análisis por igual a sus respectivas investigaciones.

Para Mathias Nielsen, investigador de la Universidad de Aarhus (Dinamarca) y coautor del estudio, es fundamental mencionar que tuvieron extremo cuidado en mirar las posibles variaciones que existen entre género y sexo, en aras de asegurar que estos resultados fuesen precisos tanto para hombres como para mujeres, pues sostiene el especialista que en algunas áreas determinadas, las diferencias pueden ser pequeñas, mientras en otras su comprensión puede mejorar el diagnóstico y la prevención de múltiples especialidades.

Y los problemas comienzan justamente cuando no se presta suficiente atención a estas diferencias, lo cual se traduce en pérdidas de vidas y de grandes recursos económicos. Y el más claro ejemplo lo coloca Londa Schiebinger, investigadora de la Universidad Stanford (Estados Unidos) y coautora del artículo, quien cita un exhaustivo informe publicado por el Gobierno de Estados Unidos el año 2001, el cual señalaba que, de los últimos diez fármacos retirados, unos ocho suponían un riesgo mucho mayor para la salud de las mujeres.

Este tipo de fallos, que pudiese haberse evitado con la incorporación de GSA a los ensayos clínicos, no es algo que la comunidad científica pueda permitirse, sostuvo la experta, quien señala como uno de los ejemplos más conocidos en cuanto a estas diferencias el de las enfermedades cardiovasculares, las cuales en todo el mundo evidencian una sobremortalidad femenina, y a pesar de ello los ensayos clínicos siguen siendo predominantemente masculinos; patrón erróneo que se extiende a los ensayos de otras áreas y enfermedades como el cáncer, así como a la investigación con animales e inclusive con células. Y la lista es larga…

Al parecer, un culpable “poco evidente” que podría explicar la mala representación de las mujeres en los ensayos clínicos lleva el nombre de talidomida. Dicho fármaco, sedante, fue la causa del nacimiento de miles de bebés con una malformación llamada focomelia (extremidades cortas o inexistentes) lo cual conllevó a la FDA a excluir a todas las mujeres en edad fértil de los estudios.

Pero este “olvido” no solo afecta a las mujeres. Los hombres, aunque en menor medida, lo sufren igual en algunos casos, como puede ser el de la osteoporosis, una enfermedad en la que esta situación se invierte y pasan a ser ellos los mal representados en los estudios, centrándose prácticamente la mayor parte en las mujeres, aun cuando un tercio de los pacientes diagnosticados con fracturas de cadera relacionadas con esta patología son hombres ancianos.

Y volviendo a ellas, el conflicto toma otros matices, si valoramos que el estudio trae al debate un tema aledaño: la brecha de género en la autoría de los estudios. De acuerdo con el texto, en ese sentido las investigadoras representan solo el 40 % de las primeras autoras, apenas el 27 % de las últimas y, de modo general, suponen un 35 % de los firmantes en el campo de la medicina.

Ciencia de calidad, afirman los autores, incluyen necesariamente el sexo como una variable biológica, afirmaron los especialistas. No en vano el National Institutes of Health de Estados Unidos (NIH) solicitó desde el año 2016, que toda la investigación pública incorpore GSA, un aspecto muy similar a lo que pide su homólogo canadiense desde 2010 y la Comisión Europea desde 2013, medidas que parecen ser efectivas y ya empiezan a verse reflejadas en la literatura.

Mientras, los autores insisten en que se “puede solucionar esta problemática, tan solo educando en las universidades de medicina a los futuros profesionales de la salud, sobre los análisis de sexo y género,”. Una buena y “equilibrada” idea.