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domingo, 19 de noviembre de 2017

Persiste el freno en el desarrollo empresarial para las féminas

Por DianaLeon

La igualdad entre hombres y mujeres ha avanzado indudablemente con los años, pero todavía en determinados aspectos ésta persiste tanto en los hogares como en las empresas. Y es que aún en la actualidad se les impide a mujeres trabajadoras altamente cualificadas, alcanzar los más altos niveles jerárquicos en los negocios, sin tener en cuenta sus logros y méritos. Este fenómeno se denomina en los estudios de género como Techo de Cristal y es una limitación velada del ascenso laboral de las mujeres. En estas limitaciones para el desarrollo igualitario femenino influyen factores psicosociales y socioculturales y son tanto techos como paredes de cristal. En el primer caso, son barreras verticales que dificultan llegar a los puestos más altos, en igualdad de condiciones y salario. En el segundo caso, son barreras de segregación horizontal que confinan su acceso a determinadas áreas, pues las paredes impiden que lleguen a la cima en áreas como economía, obras públicas, defensa, ciencia y tecnología.

Al celebrarse en 1995 la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, se dio un significativo giro a la igualdad de género a nivel mundial. El programa de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, fue adoptado por 189 países, y marca las pautas a favor del empoderamiento femenino y igualdad de género. Sin embargo, como señalan las estadísticas y la realidad cotidiana, desde el Foro de Beijing en 1995, los avances no han sido muy significativos. Por ejemplo, a mediados del 2016, sólo 15 países tenían una mujer como jefa de Estado o de Gobierno. Asimismo, la presencia de las mujeres en los parlamentos nacionales del mundo ha sido incrementándose lentamente ya que, según las estadísticas, en 1995 estas representaban el 11,3 por ciento y 20 años después, en agosto del 2015, eran tan sólo el 22 por ciento de todos los parlamentarios del planeta. En adición, en 37 naciones las mujeres no llegaban a ser el 10 por ciento de los representantes de las cámaras bajas.

En América Latina, el promedio de mujeres en Cámara Baja o Cámara Única en 2016 alcanzó un discreto 26 por ciento y las féminas siguen estando subrepresentadas en las posiciones electas, en las carteras ministeriales y en los sindicatos. Por su parte, en Europa el panorama general mejora un poco, pues el 30 por ciento de los ministerios están dirigidos por mujeres, pero las ministras en ramas como Economía, Hacienda, Defensa, Interior y Relaciones Exteriores es sólo el 16,5 por ciento y el camino hacia la inclusión igualitaria o al menos equitativa y la representación femenina en posiciones de poder no tiene una progresión lineal.

En lo relativo a las empresas la historia se repite y según los estudiosos, la proporción de mujeres en el extremo superior continúa siendo ínfima, y cuanto más grande es la compañía, menos probabilidades existen de que esté encabezada por una mujer. Las cifras no mienten, estas ocupan sólo el 19 por ciento de los lugares de los consejos directivos y el 5 por ciento o menos de los directores generales de las empresas más grandes del mundo. Y lo que es más alarmante, luego de examinar la situación en 1200 empresas de 39 países, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) determinó que las féminas necesitarían entre 100 y 200 años más para conseguir la igualdad de género en la dirección empresarial.

En estas limitaciones para el desarrollo igualitario femenino influyen factores psicosociales y socioculturales y son tanto techos como paredes de cristal. En el primer caso, son barreras verticales que dificultan llegar a los puestos más altos, en igualdad de condiciones y salario. En el segundo caso, son barreras de segregación horizontal que confinan su acceso a determinadas áreas, pues las paredes impiden que lleguen a la cima en áreas como economía, obras públicas, defensa, ciencia y tecnología.

Otro factor que impide su avance pudiera llamársele suelos pegajosos, y son esas barreras culturales que "pegan" o identifican a las mujeres con las tareas domésticas con las que se les asocia desde siglos atrás, obstaculizando su desarrollo y manteniéndolas en la base de la pirámide económica al exigírseles que busquen el equilibrio en el trabajo dentro y fuera del hogar, como si las responsabilidades en la casa fueran su responsabilidad innata.

En ese sentido, un reporte de la OIT señala que por causa de los estereotipos de género, las mujeres continúan asumiendo la carga de las tareas hogareñas y de las responsabilidades familiares con hijos, personas mayores y discapacitados. Por ejemplo, en la Unión Europea las mujeres consagran en promedio 26 horas semanales a las tareas domésticas y los hombres sólo 9.

Otro elemento que influye en la igualdad femenina en posiciones de poder está relacionado con lo que se percibe social y culturalmente como cualidades de liderazgo. En este sentido, de manera estereotipada, Nuestras concepciones cualidades como la ambición, fortaleza, racionalidad, capacidad de decisión y acción, etc., se asocian a lo masculino y no a lo femenino. Se produce de esa manera una superposición y equiparación entre los estereotipos, considerándose que el buen líder es hombre.

En lo relativo a lo que debiera hacerse para lograr la inclusión y participación de las mujeres en los espacios de poder, el Comité de la Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW) recomienda labores para transformar las construcciones culturales de género existentes, mediante campañas de sensibilización, programas de capacitación y el trabajo con medios de comunicación para cambiar esos estereotipos de género.

Además, indudablemente la búsqueda de la equidad de género en todos los aspectos de la vida no es algo que ataña sólo a las féminas o a determinados sectores en los que estas se desempeñen, sino que debe volverse premisa de gobiernos, empresas y partidos políticos.