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domingo, 26 de noviembre de 2017

Prostitución, dos raseros para un mismo mal

Por YCC

Algunos medios de prensa internacionales se han hecho eco en estos días de un informe realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, UNODC, de conjunto con la Alcaldía de Medellín, en Colombia, en el cual se “descubre”, más que denunciar, la estructura vigente en esa ciudad suramericana alrededor de la prostitución, el narcotráfico, y demás comportamientos delictivos que están asociados. Sin embargo, el enfoque mediático sobre el tema, según la mirada de la prensa occidental, me hace recordar aquello de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

La reciente investigación está siendo resaltada con particular alarmismo por varios medios de prensa del mundo “desarrollado”, teniendo en cuenta la amplia calidad descriptiva y de testimonios de las dinámicas delictivas del tráfico de sustancias estupefacientes, la trata ilegal de personas y la explotación del sexo comercial vinculado a la actividad de turismo en la ciudad colombiana de Medellín.

Ciertamente la realidad resulta dura, tal cual la cuentan los propios actores y protagonistas. El estudio demuestra el escenario del narcoturismo en la ciudad de Antioquía. Válido es destacar que Medellín ha recibido en los últimos meses elogios por su capacidad de innovación en proyectos sociales. Sin embargo, nada de ello ha logrado minimizar el culto al cuerpo y la fuerza del tráfico de drogas. La combinación de ambos elementos conduce a una fórmula en la que el narcoturismo se impone como próspera actividad económica.

Colombia es reconocida internacionalmente por la producción de drogas y en los últimos años también ha hecho fama por el éxito de sus nativas en concursos de belleza. Señalamos esto último, pues no es casual la coincidencia de los países donde sí hay incrementado el turismo sexual con la de aquellos donde se imponen criterios que sobre exaltan la belleza artificial de sus mujeres.

El narcoturismo se ha enquistado en países como Colombia, Perú, Tailandia e Indonesia. Nótese la coincidencia de estos con las ganadoras de ciertos concursos como Miss Universo, Miss Internacional y Miss Earth. La ponderación de la belleza femenina como fórmula de superación profesional y social se ha impuesto, y estimula a que cada vez mayor cantidad de mujeres, y desde edades cada vez más tempranas, se lancen a este mercado. De ellas saldrán dos o tres que cada año garantizarán su vida como modelos, o al menos lo harán por un tiempo. Sin embargo, muchas de las perdedoras irán irremediablemente a hacerse futuro con lo único que han logrado aprender: el uso de su cuerpo.

No es ella la razón fundamental, y habría que considerar también los desequilibrios sociales y educativos que existan en esos países. Lo cierto es que en su conjunto ello crea las condiciones para un mercado sobresaturado de ofertas de servicios sexuales que resulta atractivo para un turista europeo o norteamericano.

En el caso de Colombia como paraíso sexual, se ha diseñado desde el exterior un sistema de publicidad y promoción que busca estimular al país como destino turístico. Internet ha sido fundamental en ello. Según las autoridades colombianas, existen más de 3 000 páginas webs relacionadas con el tema. Una veintena de ellas ofrecen abiertamente los servicios de sexo con menores como parte de un paquete turístico al extranjero.

Los narcoturistas suelen ser jóvenes de entre 18 y 30 años de edad, mayormente de nacionalidad estadounidense, italiana, israelita y alemana. Las expectativas de los viajeros están puestas en las drogas baratas y en el sexo. Existe un vínculo directo entre el consumo de drogas por los turistas y la explotación sexual infantil, pero ello no lo impone quien ofrece los servicios, sino la parte que lo demanda.

Las víctimas de la explotación sexual principalmente son mujeres de entre 15 y 35 años de edad. Las menores lo hacen por una cuestión económica, en ocasiones personal, y otras veces familiar. Muchas veces son chicas que provienen de pueblos cercanos, que se trasladan a la ciudad para lograr mayores beneficios. Estas mujeres tienen un amplio mercado basado en extranjeros que proceden de Estados Unidos, Alemania, México, Irlanda y Francia, países que según refieren tienen las clientelas que mejor les pagan. Para acompañar el disfrute del servicio sexual, el cliente busca estupefacientes. Así, la oferta de drogas y placer añade su valor y hacen el negocio mucho más rentable.

Hasta acá las principales matrices de ataque de los medios occidentales. Sin embargo, es muy peculiar el hecho de que el dedo acusador señale más a las drogas y a la prostitución infantil, que al negocio de la prostitución en sí. Ello se debe a que los grandes medios de prensa, tan ávidos de hacer trizas de países tercermundistas, necesitan modificar el objetivo para mantener silencio sobre temas que viven en sus países.

Desmontemos entonces un hecho. La prostitución en Colombia no difiere en nada, y de hecho, no le llega a hacer ni sombra, a las industrias de pornografía y prostitución que imperan a la libre en países considerados primermundistas. Solo tocaremos dos ejemplos muy concretos. Holanda es considerado como el paraíso para la libre prostitución, con vidrieras donde usted, consumidor, literalmente puede ver el “producto” a adquirir. Detrás del presunto culto a la libertad, familiar del libertinaje, Holanda vende sexo por doquier, y no creo que sus chicas estén mejor sindicalizadas que las caribeñas. Pero claro, como es en Holanda, la prensa muta cualquier referencia a la prostitución y las hace trabajadoras sexuales, con derecho a retiro y pensión. Malo en Colombia, arte en Holanda.

Estados Unidos. El colmo va a resultar que en el país donde se asientan los grandes regidores y censuradores de la moral mundial, donde los medios de prensa son rígidos hacia el exterior y se alarman de la situación en Colombia con la prostitución, termina siendo el paraíso de la industria de la pornografía. O sea, esta gente ha logrado validar como arte la prostitución, la empaquetan y la venden modelo a imponer para el resto del mundo. Otra vez, malo en Colombia, pero virtud en Estados Unidos.

De trasfondo, no pretendo cuestionar los cánones morales del ejercicio de la prostitución, pero sí me parece que mas grave que la prostitución del cuerpo, resulta la prostitución de los medios de prensa. Mucha culpa tienen en tratar siempre con tonos perjuriosos a lo que sucede en Latinoamérica, aun cuando en sus países de origen conviven con los mismos males que nos critican. Sirva este comentario, además, para todo aquel que se pretenda llamar comunicador, socialité, periodista, influencer, o cuanta nomenclatura tenga quien pretenda ser referente de posiciones políticas y culturales. La moral, la verdadera moral, que empiece por la prensa en cualquiera de sus expresiones.