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sábado, 4 de noviembre de 2017

Suicidio asistido o planear hasta cuándo se quiere vivir

Por Darío E.

Para Collins Campbell el suicidio fue la opción más socorrida tras ser diagnosticado con esclerosis múltiple, un padecimiento que afecta al sistema nervioso, progresivo, aunque no terminal. A sus 56 años no tuvo más opción que abandonar su trabajo, cuando comenzó a reducirse su movilidad. En un segundo piso y sin ascensor, comenzó a sentirse encerrado, perdió el contacto con sus amigos y estuvo hospitalizado por dos ocasiones en tres meses. La situación sencillamente se le tornó intolerable y como en su país, Escocia, el suicidio asistido no es legal, se dirigió a una clínica en Suiza que aceptó su solicitud.

Sin embargo, nunca llegó a recibir los servicios de dicha clínica, pues mientras el proceso se concretaba conoció a la persona que cambiaría no solo su percepción de la enfermedad que padecía, sino aquella firme determinación de terminar con su vida. Rona descubrió a Collin mientras este era entrevistado en un programa de televisión sobre la pertinencia de aprobar el suicidio asistido en Escocia, consideró que en su caso aún había muchas opciones por explotar y decidió conocerlo. Ella, casada y madre de dos pequeños vivía en el mismo vecindario y también padecía de esclerosis múltiple, pero su realidad era bastante diferente. Su teoría sobre Collins era que no había recibido la ayuda y orientación adecuadas por parte de las instituciones sociales y de saludad encargadas de ello y que carecía de ciertas condiciones que le facilitaran la vida.

En efecto, cercana ya la fecha límite, Rona descubrió que Collin no contaba con mucha información sobre los servicios a los que tenía derecho, desde algo tan simple como un scooter para su movilidad. También le llamó la atención que a pesar de que había hecho pública su determinación de suicidarse, ningún servicio de asistencia lo contactó para proponerle opciones. Tampoco lo hizo la clínica Suiza al conocer su caso, la cual le hizo hasta seis exámenes para verificar que no era vulnerable ni estaba siendo coaccionado.

La historia de Collins es un reflejo de las preocupaciones de una asociación como Not Dead Yet UK, cuyos miembros son personas discapacitadas opuestas al suicidio. Para ellos es necesario garantizar un nivel de salvaguarda si se llegara aprobar la muerte asistida algún día en Reino Unido. En resumen, este procedimiento se define como la ayuda (médica o no) a otra persona que pretende terminar con su vida. Actualmente este procedimiento es considerado un delito punible en la mayoría de los países, solo ha sido aprobado en Bélgica, Suiza, Holanda, Luxemburgo, y en los estados de Washington, Vermont y Oregón, de Estados Unidos.

En 2012 una jueza canadiense dictaminó que aquellas disposiciones en el Código Penal que entorpecían la intervención médica para morir transgredía el derecho personal de los discapacitados a la libertad, la seguridad y la igualdad. Por su parte, el científico británico Stephen Hawking, quien padece de esclerosis múltiple, expresó en 2013 su apoyo al procedimiento. Collin y Rona han comenzado a buscar tratamientos para su enfermedad en clínicas de todo el mundo. Rona viajó a México donde se realiza una investigación con células madres de la que ha formado parte. Collin ha comenzado una nueva vida y se ha mudado a un primer piso. Ambos conoces las limitaciones, riesgos y complicaciones que su enfermedad puede depararles, pero han escogido vivir.