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domingo, 19 de noviembre de 2017

Todo unos "cerebritos" en funcionamiento

Por Janet Rios

Se suele decir que el cerebro de los niños es diferente al de los adultos. La respuesta podría estar encaminada a que el de los adultos se ha diferenciado del de los niños añadiendo razonamientos lógicos y los conocimientos que adquirimos, pero en el fondo seguimos siendo niños porque conservamos todas las estructuras cerebrales que nos hacían niños. En el cerebro del niño las estructuras emocionales son mucho más importantes y por eso las emociones tienen un mayor papel en todo lo que hace y llegan incluso a controlar su forma de actuar. Si el niño está contento salta, si está triste se tira al suelo y patalea. Las emociones son las que rígen el comportamiento infantil.

Nuestro pequeño posee unos instintos básicos que le permiten sobrevivir y desarrollarse. Dentro del instinto de supervivencia lo más importante es estar cerca de la madre, tenerla siempre a la vista. Es fundamental descansar cuando está cansado o comer cuando tiene hambre y por eso lloran con tanta fuerza. Dentro del desarrollo que le permite crecer y dominar el entorno, el rol del juego es lo más importante. Con respecto a los lazos afectivos, para el niño las necesidades básicas y las afectivas no están diferenciadas. Estar junto a su madre no es una cuestión de capricho o preferencia. Sin la madre no puede sobrevivir y por lo tanto afecto, seguridad y supervivencia son elementos que van de la mano.

Los grande sabios de la vida suelen decir que lo que aprendan los primeros seis años marcará su vida. Es más sencillo de lo que parece, la realidad es que los niños solo necesitan sentirse queridos durante estos años, que les hablemos, que juguemos con ellos. Muchos padres se meten mucha presión y se la trasladan a sus hijos y es el mejor camino para agobiarlos. Muchos padres apoyan la idea que es mejor evitar algunos estímulos como los teléfonos móviles, tablets o el exceso de actividades extraescolares.

No debemos enseñarle a controlar las emociones. En ningún caso buscar el sufrimiento, la frustración adrede...pero si el niño se tropezó y se cayó...pues se cayó. No debemos evitar todo su sufrimiento, porque ni lo vamos a conseguir ni es bueno para él. Lo que si debemos estar pendientes a todo y presente para poder abrazarles cuando se sienten mal. Eso les da mucha confianza y seguridad.

Es necesario que el niño conozca que existen ciertos límites que no puede sobrepasar. La vida está llena de límites y es normal que el niño se encuentre con ellos desde que es bien pequeño. Puede querer comer de la misma teta, pero la madre le ayudará a entender que tiene que alternar. Eso es un límite. Los límites tienen mala fama pero son necesarios y parte natural de la vida, por eso animo a los padres a que aprendan a introducirlos con amor y confianza.

Hay muchas maneras de poner límites y no tienen por qué ser duras o bruscas. Existen formas positivas, cercanas tiernas e incluso divertidas de enseñar a un niño que no vaya por un camino que creemos que no es positivo para él o ella. En estos casos es muy importante tener ciertos niveles de paciencia. La paciencia es una habilidad muy difícil; a muchos adultos nos cuesta trabajo ser pacientes con nuestra pareja o con nuestros propios hijos. Sin embargo los estudios indican que los niños que son más pacientes sacan mejor nota en el examen de selectividad. Si eres una persona paciente lees con detenimiento los enunciados. Si eres paciente te tomas un minuto para pensar lo que vas a contestar antes de ponerte a escribir. Y si eres paciente tomas un tiempo para repasar las respuestas antes de entregar el examen. La paciencia es una habilidad muy compleja pero que da una gran ventaja al que la tiene.

Es importante conocer que el cerebro aprende de formas diversas y por tanto castigar al pequeño es casi en vano. Aprende en clave positiva. A los deportistas de élite no les castigan en los entrenamientos, sino que les motivan, les guían y les ayudan. A los niños les pasa lo mismo. Está muy demostrado que los castigos no ayudan a aprender, pero sí crean un gran distrés emocional en el niño. Éste puede acabar aprendiendo, pero no porque le castigaron, sino porque se dio cuenta de lo que hizo mal. El castigo no aporta nada positivo.

Todas estas reglas, funcionan para todos los niños por igual. El cerebro funciona de una manera similar. Lo difícil es entender lo que cada uno necesita en distintos momentos. Puede que pensemos que si grita necesita un bofetón, pero si le damos una torta gritará más. Sin embargo si le damos un abrazo y le escuchamos nos daremos cuenta de que los niños que más amor necesitan suelen demostrarlo de maneras poco amorosas.