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domingo, 3 de diciembre de 2017

El ADN determina las ganas de hacer ejercicio

Por Miss GD

Luego de hacer un seguimiento de los hábitos de ejercicio y los sentimientos de cientos de parejas de gemelos idénticos, mellizos y hermanos que no eran gemelos ni mellizos entre los 12 y los 25 años, los científicos plantean, que al menos parte de la propensión a disfrutar o no del ejercicio quizás se herede. En el estudio participaron 115 pares de gemelos idénticos, 111 pares de mellizos y 35 pares de hermanos que no eran ni gemelos ni mellizos.Otro de los hallazgos fue que aquellos que disfrutaban de hacer ejercicio estaban más tiempo haciéndolo, lo que plantea la idea de que nuevas intervenciones podrían ayudar a animar a los que han heredado una propensión a no hacerlo para que hagan ejercicio.

Todos sabemos y hemos escuchado hasta el cansancio los beneficios de practicar ejercicios. Muchos empezamos alguna rutina porque queremos sentirnos mejor, más saludables y/o mejorar nuestra figura, sin embargo, a los pocos días dejamos lo que hemos empezado e, incluso, aunque pensemos no retomarlo no llegamos a empezar.

Puede que seamos perezosos pero, de hecho, de acuerdo con un estudio de investigadores holandeses, también puede haber una predisposición genética para no disfrutar del ejercicio.

Luego de hacer un seguimiento de los hábitos de ejercicio y los sentimientos de cientos de parejas de gemelos idénticos, mellizos y hermanos que no eran gemelos ni mellizos entre los 12 y los 25 años, los científicos plantean, que al menos parte de la propensión a disfrutar o no del ejercicio quizás se herede. En el estudio participaron 115 pares de gemelos idénticos, 111 pares de mellizos y 35 pares de hermanos que no eran ni gemelos ni mellizos.

Otro de los hallazgos fue que aquellos que disfrutaban de hacer ejercicio estaban más tiempo haciéndolo, lo que plantea la idea de que nuevas intervenciones podrían ayudar a animar a los que han heredado una propensión a no hacerlo para que hagan ejercicio.

La autora principal del estudio, Nienke Schutte, expresó que pese a la creencia general persistente de que el ejercicio hace que todo el mundo se sienta mejor, no siempre es así, pues hay grandes diferencias en el modo en que la gente se siente durante y después del ejercicio. En ese sentido, explica que pidieron a parejas de gemelos adolescentes sanos que hicieran una prueba de ejercicio de 20 minutos en una bicicleta y otra de 20 minutos en una cinta caminadora. Ambos ejercicios se consideraron no intensos aunque se realizó una sesión adicional de bicicleta en la que se ejercitaron hasta que quedaron exhaustos. Los especialistas les pidieron que indicaran cómo se sentían durante y después de las pruebas, si el ejercicio les hizo sentir vigorosos, animados, agitados o tensos. A esta información se le adicionaron datos sobre el estilo de vida de los participantes para evaluar los hábitos rutinarios de ejercicio.

Los resultados fueron que de un 12 hasta un 37 por ciento de las diferencias en la experiencia subjetiva del ejercicio se debían a la genética. Aunque como especificaron los autores, estos resultados son una asociación entre el placer de ejercitarse y la genética, en lugar de un caso definitivo de causalidad.

Aunque como señala Schutte la conclusión fundamental indica que un método universal para que las personas hagan ejercicio quizá no sea muy efectivo, pero conociendo que la manera en que las personas se sienten durante y poco después del ejercicio es hereditaria, es posible buscar los genes que están implicados.

Identificar esos genes podría significar que en el futuro, en función del perfil genético de las personas, se podrían personalizar las intervenciones para crear unos objetivos de ejercicio específicos y realistas para cada uno.

El profesor emérito de psicología en la Universidad de George Mason en Fairfax, Virginia, James Maddux, dijo que los hallazgos tienen sentido, añadiendo que el simple reconocimiento de una base genética sobre el disfrute del ejercicio podría terminar ofreciendo un beneficio práctico, aún sin saber qué genes específicos están implicados.

En ese sentido, expresó que no es necesario identificar los genes que pudieran ser parcialmente responsables de las diferencias individuales en la experiencia del placer y el dolor durante el ejercicio a fin de usar las descripciones de esas diferencias individuales para diseñar programas de ejercicio individualizados.

Además, saber que hay una contribución genética podría ayudar a que la persona que siente un gran malestar al hacer ejercicio se sienta menos culpable, lo que puede minar la moral y desanimar a la persona. Sugiere que podría ser útil que los entrenadores personales divulguen esa información a sus clientes que se sienten muy incómodos pues podría ayudar a ambos a ser un poco más pacientes.