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domingo, 17 de diciembre de 2017

El videoclip cubano, todo un interrogante

Por ernestodacostamontiel

“¡Se volvió loca!” Fue la expresión de Ernesto, fanático de Beyoncé, que al ver que por segunda ocasión consecutiva la artista acompañó cada track (pista) de su álbum con un videoclip (juntos forman un short-film, o película breve). “¡Hasta Laura Pausini hizo lo mismo! Se están haciendo ricas”, agregó. Varias interrogantes sobre el videoclip en Cuba se develó por una investigación realizada por periodistas cubanos. Le adelantamos algunos de los resultados en esta primera parte. ¿Quiénes ganan más: el realizador o el arte? ¿Cómo se desarrolla este proceso de producción de materiales audiovisuales en la Mayor de la Asntillas? Veamos.

 

¿Y realmente ganan tanto esas artistas? Es indiscutible que sí, aparte del dinero que deben tributar a la promoción de su disco o al contrato con las disqueras, las cuales corren además con la inversión en las superproducciones que generalmente son los videoclips, o short-films en el caso de las cantantes mencionadas. Al final la suma, aunque el álbum sea exitoso en término medio, es cuantiosa.

Preguntas como la argumentada con anterioridad, demuestran solo una de las potencialidades del video musical, que incluso en el ámbito de la producción audiovisual cubana, ha sido catalogado por expertos como una plataforma hacia el mundo cinematográfico y de experimentación compleja con el arte de la imagen en movimiento.

Según datos del Instituto Cubano de la Música (ICM) no existe un estudio profundo sobre el fenómeno que abarque en su totalidad todo lo teórico generado por la conceptualización, rodaje, producción y difusión de estos materiales. Algunos han intentado reflexionar sobre el tema y, en ese aspecto, los de la Facultad de Artes y Letras llevan la delantera, en cuanto al análisis artístico, tratamiento de aspectos estéticos, antropológicos y sociológicos. Pero queda por revisitar la función promocional, el trabajo de mercado y costo de producción, la evolución de la técnica, medios de difusión y otras singularidades del videoclip.

En el artículo del periodista Carlos Eduardo Maristany para el sitio suenacubano.com, Ascenso desde el trampolín del videoclip, se apunta como los investigadores de la casa de Altos Estudios mencionada aseguran que este producto “sintetiza y sistematiza la experimentación formal y conceptual que han alcanzado durante su desarrollo los medios audiovisuales”. Asimismo proponen al videoclip como “un nuevo lenguaje que muestra su autonomía al retroalimentar posteriormente a sus propias fuentes fundamentales: el cine, la televisión, la publicidad y el video-arte”.

Esta forma de expresión artística es considerada a instancias internacionales, una de las tantas vías empleadas en el marketing de compañías discográficas para aumentar las ventas de un single (sencillo musical de un disco), o sea, promover en el mercado la canción que ocupa protagonismo junto al artista y, por ende, acrecentar el carácter comercial que tiene la pista, la cual deviene en ganancias para el cantante o agrupación y el equipo discográfico o aquel que posea los derechos de autor e imagen.

En Cuba la situación se torna con otros colores, pues, en su mayoría, los espacios de difusión de los videoclips resultan estatales: televisión y centros culturales, por lo que no puede existir una ganancia por parte de estas plataformas, si tenemos en cuenta que la parrilla de programación para el disfrute público es gratuito. Asimismo el triángulo artista-discográfica-realizador, cambia su forma piramidal a beneficio de uno u otros.

Entonces, ¿para qué producir un costoso (o no) videoclip, si el consumo público en Cuba es gratuito? ¿Cuáles son los gastos que genera conceptualizar, rodar y socializar estos audiovisuales, ante las circunstancias comerciales que existen en el país? ¿Cómo es posible que los actuales videoclips cubanos tengan superior calidad técnica, si depende de un abanico complejo de personas y equipos, pagado, hoy, a altos precios? ¿Se podrá afirmar que son los videoclips un negocio clandestino y rentable detrás de las presentes disyuntivas? ¿Quién resulta con mayores ganancias: el artista, los productores, el público, la cultura cubana? A estas interrogantes y otros mitos detrás de la producción de videoclips en Cuba quisieron acercarse estos investigadores para develar lo que ocurre más allá de tres o cuatro minutos de música, planos, movimientos de cámara de diverso grado de complejidad y tratamientos específicos de iluminación.