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jueves, 7 de diciembre de 2017

Los crímenes por discriminación, toda una sin razón

Por thais

La existencia de la discriminación y el etiquetado respecto a personas con orientación sexual y/e identidad de género no heterosexuales, determina que la violencia contra personas con sexualidades no hegemónicas no aparezcan en muchísimas ocasiones en las estadísticas oficiales y garantiza su escandalosa impunidad. Un mapa que se realizara, a partir de un estudio de la Unesco de esta violencia mostraría sin embargo colores y la intensidad de su existencia en gran parte de los países del mundo. La mayoría de estas muertes se producen debido a una enorme aversión, desprecio u homofobia hacia la condición de esas personas, por ello se consideran crímenes de odio.

Un crimen de odio es aquel que se verifica cuando una persona violenta a otra por su condición, por pertenecer a un grupo caracterizado por determinada edad, color de la piel, género, orientación o identidad sexual, etnia, identidad política, , grupos cuya vulnerabilidad, y la escasa protección social y jurídica que reciben, facilitan esa violencia. La literatura suele solo referirse generalmente a las muertes, pero cualquier hostigamiento, amenazas, o daños y violencias de cualquier tipo, también pueden considerarse crímenes de odio. No se puede confundir con la libertad de pensar acerca del prójimo, aunque éticamente puede ser reprochable el aborrecimiento hacia otra persona que su por condición sea “diferente”.

En muchos de los asesinatos que ocurren en buena parte del mundo, las autoridades no esclarecen o no se determina el motivo de la muerte violenta, mucho menos el de odio. La trascendencia de precisarlo y registrarlo en las estadísticas, permitirá comprender su esencia, antes descrita, construir una conciencia colectiva de empatía por las víctimas y de rechazo hacia esas conductas, facilitará prevenir y luchar contra esos hechos y las causas que lo generan, contribuirá a aumentar más confianza de las víctimas en la aptitud del Estado para protegerlas, y las denuncias respecto a esos delitos. La detección del odio resulta una labor sumamente difícil para jueces y fiscales porque no estamos hablando de hechos específicos sino de comprobar que el ‘’acusado’’ atentó contra la víctima por ese motivo, son planteamientos subjetivos que se escapan del marco legal y la norma social.

Las causas de estos crímenes son el racismo, la homofobia, la transfobia, la lesbofobia, la misoginia, la xenofobia, y otras fobias que envenenan a algunos seres humanos, las estructuras sociales y la falta de voluntad de algunos gobiernos que facilitan que esos fenómenos se entronicen en la ciudadanía, legitimados por alegatos morales, religiosos, jurídicos, científicos, políticos e ideológicos.

El famoso escritor Ernest Hemingway creó un estilo en sus relatos en el que prevalece la omisión de determinadas partes de la historia, para que los lectores puedan leerla, imaginarla e interpretarla a su manera. De ahí surge la teoría del iceberg. Psicológicamente está demostrado que solo percibimos generalmente lo que vemos, casi un veinte por ciento, la superficie, quedando inadvertidos los detalles, las honduras de las cosas y los sucesos. Los seres humanos nombramos o le damos sentido a lo que conocemos, si no es familiar a afín a nosotros y nuestras experiencias de vida entonces no existe o no tienen nombre. Así mismo existe una conjura silenciosa que facilita la indiferencia y la escasez de denuncias de estas conductas, la auto-represión de la orientación y la identidad sexual por miedos a ser victimizados, tanto por la sociedad como por las autoridades, los prejuicios, los subregistros estadísticos en las agencias policiales, por el secretismo de algunos estados y entidades, la precaria legislación que favorezcan y protejan a estos grupos vulnerables, las tímidas políticas públicas y la complicidad silente de algunos medios de comunicación, pues como expresara Michael Foucault “No existe uno solo, sino muchos silencios que son parte integrante de las estrategias que apoyan y atraviesan los discursos”

Es por ello que la protección jurídica aunque imprescindible y necesaria sería insuficiente. Es forzoso desarmar todo tipo de discriminación, intolerancia y etiquetado, promover la capacitación de todos los que intervienen en el sistema de justicia y una campaña permanente de sensibilización social, entre otras acciones.Homosexuales perseguidos por el nazismo, Alan Mathison Turinng, Mathew Shepard, Mijail Stoyanov, son apenas algunos rostros que emergen por encima del iceberg, como recordatorios eternos de los crímenes de odio, representantes y símbolos de la penosa situación a la que se enfrentan diariamente las personas de esta comunidad.