Enviar por email

tu nombre: email destino: mensaje:
Nombre de Usuario: Email: Contraseña: Confirmar Contraseña:
Entra con
Confirmando registro ...

Edita tu perfil:

Usuario:
País: Población: Provincia:
Género: Cumpleaños:
Email: Web:
Como te describes:
Contraseña: Nueva contraseña: Repite contraseña:

domingo, 3 de diciembre de 2017

Los problemas de la sobreprotección en la infancia

Por Janet Rios

Educar no es tarea fácil. Por si fuera poco, recibimos constantemente informaciones, en algunas ocasiones contradictorias, que nos confunden más. La realidad, hay que aplicar el sentido común y tener claro en todo momento que estamos ayudando a unas pequeñas personitas a que puedan desenvolverse en el mundo y sean capaces de vivir plenamente su vida. La protección es necesaria, pero sin caer en la sobreprotección. Un truco puede ser practicar la ‘sana desatención’ es decir: observar. Si el niño tropieza en el parque jugando, observar cómo reacciona es nuestra principal tarea estar pendientes de nuestros hijos, pero no correr de inmediato a socorrerle a la primera de cambio. Es importante tener el temple necesario para esperar unos segundos y ver si es capaz de levantarse por sí mismo.

La protección a los hijos está en la naturaleza de la paternidad. De hecho, cuando nace tu bebé, el instinto maternal es proteger, alimentar, cuidar y dar afecto. Nos convertimos en una especie de “leonas” ante aquel ser indefenso aunque los bebés son más fuertes de lo que creemos y estamos dispuestas a todo para que no le pase nada, con los padres como aliados. Pero educar es dejar ir paulatinamente y empezar a dar autonomía a los hijos: no es lo mismo un bebé de seis meses que un niño de seis años o un adolescente de 16. Hay que darles herramientas para que sepan arreglárselas en la vida: herramientas de conocimientos y de carácter. Y la sobreprotección es, en mi opinión, hacer cosas por los hijos que a ellos les correspondería hacer conforme a su edad.

Un ejemplo muy ilustrativo son los deberes: cada vez hay más padres que hacen por sistema los deberes con los hijos o por los hijos. Si tú, sistemáticamente, acompañas a tus hijos en las tareas que le corresponden por su edad escolar, lo que les estás diciendo es «tu no puedes a menos que esté yo contigo». Puedes ayudarles en algún momento puntual pero si lo haces siempre con ellos les arrebatas —con la mejor de las intenciones—algo tan fundamental para su desarrollo como es la capacidad de solucionar sus tareas escolares. Y es que, sobreproteger implica privarlos de la fundamental adquisición de autonomía y de herramientas de carácter clave como son la valentía, la resistencia, el autocontrol y la capacidad de esfuerzo, entre otros.

Pero me han dicho que es bueno mimar. Una cosa son los mimos y otra cosa es el niño mimado. Yo entiendo por “mimar demasiado” el consentirle todo; no ponerle ni un límite (es decir, jamás decirle que «no» y justificarlo siempre. Los niños mimados no son buena compañía (ni para sus propios padres) y suelen tener una insatisfacción vital constante, ya que nunca se les ha dado la oportunidad de desear algo y luchar por conseguirlo de forma autónoma.

Los niños sobreprotegidos son aquellos a los que se les practica una atención excesiva los niños se colocan en una especie de altar doméstico; una resolución sistemática de cosas que deberían resolver por ellos mismos; la justificación a ultranza de la prole (el hijo nunca se equivoca, siempre es culpa de otro) y la hiperestimulación... Y reconocerás que el niño está acusando los efectos de la sobreprotección si se derrumba ante la más mínima adversidad, si es incapaz de hacer las cosas que le corresponden por su edad por si solo, si sufre de miedos con regularidad, se muestra inseguro y re-quiere tu atención constante... entonces hay que empezar a trabajar más al autonomía. Recuerda que sobreproteger es desproteger: produce miedos, inseguridad y una baja tolerancia a la frustración que no es una enfermedad crónica, como algunos padres creen, sino una característica que puede ser revertida.

Lo más difícil es darse cuenta yo recomiendo no blindarse ante alguna observación levemente crítica de familiares e, incluso, personas ajenas, sobre como criamos a nuestros hijos). Yo abogo por el sentido común, por una cierta relajación en la crianza (la llamada “maternidad intensiva” nos hace infelices y por confiar en tus capacidades como madre/padre y, especialmente, en las capacidades del hijo para superar los pequeños obstáculos que nos deparará siempre la vida. Para ello hay que dejar que, ante un reto que puede ser atarse unos cordones, por ejemplo, aprender a ir en bicicleta, hacer los deberes, ir a hablar con ese maestro que le ha suspendido el examen, tratar de entrar en el equipo A de fútbol, el hijo pruebe a superarlo por sí mismo. Podemos darle herramientas, consejos, ayuda puntual, pero lo que no podemos es hacerlo por ellos, que es la tendencia. Lo importante es tener claras estas cinco claves: se puede amar sin mimar; no hay que confundir autoestima con narcisismo; hay que recordarles que los padres estarán para lo que necesiten, pero no para resolverles todo por sistema; los niños tienen que saber que pueden hacer aquello que se propongan y los padres también, pero hay que tener claro que poder requiere un esfuerzo.