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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Navidad azulgrana en el Bernabéu

Por Aliet Arzola

Con la ya habitual autoridad mostrada en los últimos tres meses, el Barcelona extendió su dominio liguero al escenario doméstico de mayor rivalidad, estadio Santiago Bernabéu, donde desarbolaron 0-3 al Real Madrid y dejaron casi sentenciada La Liga, con 14 puntos de ventaja sobre los blancos y nueve respecto al Atlético de Madrid, que también perdió en la fecha 17 del torneo español. No hubo regalo de navidad para el Madrid en sus predios, que se tiñeron de azulgrana con una puesta en escena muy serena y contundente del conjunto catalán.

El plan de Ernesto Valverde fue el mismo de toda la temporada, otorgándole protagonismo a su excepcional línea media, compuesta por Busquets, Paulinho, Rakitic e Iniesta, quienes nutren a Messi y Suárez y sirven de escuderos a la zaga. Por su parte, Zidane apostó por la fórmula ganadora de la Supercopa, asumiendo el riesgo, porque ni sus jugadores son los mismos de hace tres meses, ni el Barcelona tiene ahora el ritmo simplón del verano. El eje central de ese planteamiento no era ninguna de las estrellas habituales de los blancos, sino el croata Mateo Kovacic, a quien muchos han bautizado como el anti-Messi. El mediocampista, ex del Inter de Milán, secó a la estrella argentina en los trascendentales pleitos de la Supercopa, y ahora, a pesar de su poco rodaje tras afrontar un largo período de lesión, recibió la responsabilidad de pegarse al crack azulgrana.

Al menos en los primeros 45 minutos la estrategia rindió bastantes frutos, porque Messi tuvo muy poca movilidad ante el asedio de Kovacic, quien se pegó como estampilla postal al argentino, apareciendo en cada sector del campo, tanto en la presión de la medular como de tercer central en ocasiones. No obstante, La Pulga encontró la forma de desatarse del nudo par de veces, en las que metió sendos pases medidos a Paulinho, su socio ideal en esta versión tan práctica del Barcelona. El brasileño sacó primero un derechazo que Keylor Navas desvió con la punta de los dedos, y luego el mediocampista remató de cabeza y también se encontró con los guantes del arquero costarricense, aunque menos exigido.

Pero ese fue el único gasto ofensivo de los catalanes en el primer tiempo, dominado más por un Madrid de alta presión, que tuvo ocasiones claras con Cristiano Ronaldo (detenida por Ter Stegen) y Benzema (al palo) de protagonistas. En ese lapso, el juego de los merengues fluyó mejor, superaron a los catalanes en el control de la pelota y generaron mayor sensación de peligro. Sin embargo, jamás lograron traducir ese despliegue en goles, lo que al final define en el fútbol. Ese pecado el Madrid lo pagó en cuestión de diez minutos al inicio del complementario, cuando perdieron el balance defensivo en los retrocesos y cometieron errores fatales en el movimiento de la pelota por la medular.

El primer tanto lo anotó Luis Suárez tras pase de Sergi Roberto, jugada en la que todos los mediocampistas perdieron las marcas y se ocuparon de observar a Messi, quien solo participó en el trance como observador. El segundo, que provocó la expulsión de Dani Carvajal por manos dentro del área para impedir un gol cantado, lo anotó Messi de penal, sentenciando por completo las acciones. Tras el 0-2, más de 80 mil personas en el Bernabéu observaron como Keylor salvó algunas mientras el partido pasó por una etapa de adormecimiento, con algunos latigazos merengues, que siempre se toparon con Ter Stegen y cayeron en un estado de confusión absoluto, un panorama gris agravado por el injusto 0-3 de Aleix Vidal, cuyo tanto no debió subir al marcador porque el balón había salido en su totalidad por la banda en la jugada previa.

De cualquier manera, el Barcelona impuso su ley en Madrid, apostó a la paciencia como método para aprovechar las prisas del conjunto merengue, obligado a ganar para recortar una distancia que, ahora sí, ya es insalvable.