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domingo, 14 de enero de 2018

En busca de la prevención de crímenes organizados

Por Janet Rios

En el mundo actual en que vivimos, las organizaciones policiales y otros organismos se enfrentan a múltiples misiones que los obligan a estar cada vez más informados y preparados para así dar respuesta oportuna a la comisión de hechos delictivos y en especial al crimen organizado, para que permita mantener niveles elevados de seguridad y tranquilidad ciudadana. Realizar una investigación del crimen desde cualquier perspectiva constituye una tarea compleja. Las dificultades al tratar de aplicar el método científico al “crimen organizado” ya fueron en alguna medida contempladas por los primeros estudiosos del fenómeno y marcan buena parte de su desarrollo posterior.

Los científicos de cualquier disciplina que se han adentrado en el tema han tenido que ser menos activos que otros actores que por obligación profesional han tenido que adentrarse en el tema, digamos como agencias de seguridad o los medios de comunicación masivas, con el objetivo de obtener la mayor cantidad de información acerca del crimen organizado. Hoy en día, la existencia de manifestaciones de crimen organizado es un hecho que no se puede esconder a los ojos de las sociedades, existen marcadas manifestaciones conocidas que demuestran su existencia.

El crimen organizado no es un tema nuevo, su origen aparece a finales del siglo XIX; sin embargo en los momentos actuales debido a una multiplicidad de factores tales como: la globalización económica, la ampliación de los mercados, las nuevas tecnologías de la información, las políticas neoliberales y la caída del campo socialista de Europa del Este han hecho que la delincuencia organizada se ha convertido en una cuestión muy compleja. La seriedad del problema radica en la complejidad de éstas organizaciones y sus actividades, su penetración global y su amenaza a la estabilidad del Estado y el desarrollo económico legítimo.

Los informes realizados por las agencias de seguridad sobre el crimen organizado no van a estar a expensa de los componentes corporativos. La fuerza del vocablo crimen organizado, en buena parte por sus reminiscencias literarias y cinematográficas, junto a su naturaleza ilegal que le otorga grandes posibilidades de maleabilidad en su evaluación, facilitan la obtención de recursos y poderes adicionales, que en última instancia son una base de su funcionamiento.

La fuerte amenaza del crimen organizado así como la invasión de la mafia rusa fueron utilizados para convencer a los políticos británicos y a otros agentes implicados para que creen el Servicio Nacional de “Inteligencia Criminal” y el Grupo Nacional sobre el Crimen, descrito por los medios de comunicación (elemento negado por el Ministro del Interior) como un “FBI británico”, en alguna medida asistido por el MI5 y el MI6.

Por otra parte varios procesos han permitido el salto de organizaciones criminales confinadas a ámbitos restringidos hacia una actuación a escala mundial. La rapidez y posibilidades del transporte internacional y otros factores económicos y financieros han hecho aumentar los flujos de bienes lícitos así como de los ilícitos. Esta situación se agrava en la concepción del negocio criminal más lucrativo, el tráfico de drogas, los países productores se encuentran muy alejados de los lugares de consumo, aunque la distancia tiende a reducirse e incluso desaparecer con el incremento de la utilización de drogas sintéticas. No es casual, en este sentido, que las actividades, e incluso los abusos, realizados por las grandes multinacionales suponen un precedente habitual para la introducción del crimen organizado. Importantes investigaciones en los Estados Unidos y Europa demuestran que no sólo se produce un acoplamiento con las actividades de las empresas legales, sino que importantes segmentos de la economía legítima han sido penetrados por el crimen organizado.

Por otra parte, el modo de actuación del crimen organizado y su persecución legal requieren de abundantes recursos, ya sean económicos, materiales o humanos. Generalizando, éstos exceden la capacidad de las fuerzas policiales existentes para hacer frente al problema de un incremento generalizado del crimen y de una sofisticación del mismo. Las aportaciones para la seguridad, generalmente costosas, tienden a perjudicar los modos de actuación y la cuantía de las políticas de redistribución social, con lo cual se cuestiona de nuevo una de las fuentes de legitimidad del estado democrático moderno.

No obstante, la principal consecuencia de un crecimiento rápido y sustancial de los presupuestos de las fuerzas de seguridad del Estado suele ser cierta desorganización que, contrariamente a sus objetivos, tienden a facilitar la penetración del crimen organizado y la vulneración, en muchos casos sistemática, de las libertades individuales.

El crimen organizado genera también problemas de gobernabilidad en la medida en que provoca inestabilidad e inseguridad general y fallas estructurales en la economía que afectan negativamente a los ciudadanos.