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lunes, 8 de enero de 2018

Las amarras de las mujeres saudíes

Por Yamy

Para el mundo occidental parecen inconcebibles algunas manifestaciones culturales de los países árabes y musulmanes, tan lejanas muchas veces de nuestra cotidianidad. Sin embargo, aunque pueda resultar para ellos completamente normal, y a pesar de que sus costumbres cuentan con un historial inmenso y siglos de tradiciones, también en su seno existen inquietudes y rebeliones que son silenciadas, pero no extinguidas. En no pocas sociedades solemos encontrar comportamientos que nos disgustan, que nos parecen contrarios, y sobre todo que consideramos un insulto a la humanidad y a la libertad; pero hoy nos centraremos en los árabes, en sus mujeres, sobre todo las de Arabia Saudita, tan pisoteadas, ninguneadas y explotadas casi siempre como si de un objeto se tratara.

Cuando pensamos en los países árabes tenemos esa limitada visión exterior que nos llega gracias a los medios y a la literatura, y que son compartidas también con otras culturas cercanas: hombres y mujeres con ropajes muy distintos a los más comunes de occidente, esos aditamentos que a pesar del calor pueden envolver el cuerpo casi en su totalidad, sobre todo el de las mujeres. También pensamos en su gastronomía vasta y distinta, en sus paisajes algunas veces exóticos, desiertos y polvosos, y otras veces montañosos y áridos. Pero es una percepción bastante cerrada para un área tan grande que abarca miles de kilómetros y varios países con culturas y religiones distintas que se encuentran muchas veces en la deferencia con las féminas, bastante escasa.

Arabia Saudita no es un caso aislado en cuanto a los derechos de las mujeres, al menos así parece desde la barrera y la distancia, pues puede que allí se viva tan feliz como en cualquier sitio; sin embargo, en realidad no parece que la costumbre haya hecho que su población femenina esté muy contenta con ese modo de vida. Lo que empezó siendo un asunto de cultura se convirtió rápidamente en discriminación, en machismo, en sumisión ante el poder autoritario y falocéntrico que evidentemente subyuga a las mujeres. Es un escenario tremendamente egoísta, Arabia Saudita es considerado como uno de los países más estrictos y conservadores del mundo, y evidencia de eso son las normativas que limitan los movimientos y el poder de decisión de las mujeres. Los hombres son allí los reyes y señores.

Lo más característico puede ser, quizás, sus vestimentas. No por casualidad las mujeres en ese país suelen usar la “abaya”, una bata negra que las cubre casi totalmente, y que en algunos casos dejan descubierto el rostro, pero por lo general solo los ojos. Las mujeres no usan esas túnicas porque les encante y se perciban lindas o se sientan cómodas, la razón es porque en público no deben vestirse como prefieran pues para ellas todo está regulado. Existe una policía religiosa saudí que controla con rigurosidad que esta norma se cumpla en las calles y centros comerciales, pueden, por ejemplo, detener a una pareja en la calle y comprobar si están casados. Las mujeres deben restringir al máximo su interacción personal con los hombres que no sean de su parentela, una simple conversación con un desconocido puede ser arriesgada. Es por eso que en todas las instalaciones públicas existen entradas y locales diferenciados para la permanencia de hombres y mujeres.

En Arabia Saudita existe una ley de guardianes, un sistema que les impide a las mujeres que viajen libremente, sobre todo al exterior, por lo tanto para obtener un pasaporte o, por ejemplo, salir de la cárcel, será imprescindible la autorización de un hombre, su guardián, ya sea su padre, hermano, esposo o hijo. Esta ley se basa en la Sharia o ley islámica, y establece un código de conducta determinado y su interpretación es bastante radical, incluso a nivel local. Las mujeres saudíes tienen limitaciones para salir de sus casas y transitar en público sin la compañía masculina. Las normas también regulan su comportamiento dentro del hogar pues no pueden estar en la misma habitación con un hombre si no es su padre o su pareja. Tampoco tienen derecho a tener la custodia de sus propios hijos en caso de que exista un divorcio. Son esos guardianes quienes tienen la potestad de permitirles, o no, estudiar, trabajar y hacer deporte, así como abrir una cuenta bancaria. Por supuesto no podrán ocupar posiciones que sean determinantes para tomar decisiones relevantes, y mucho menos cargos claves en el gobierno. Son los hombres quienes regulan qué pueden hacer, a dónde van, qué leen, con quienes se relacionan, y cómo se visten; hasta para recibir asistencia médica precisan del asentimiento de su vigilante. No hay dudas de que se trata de una sociedad machista discriminatoria que busca minimizar a las mujeres.

A pesar de que hace algunos años quedó prohibido el matrimonio forzado o concertado, en la práctica no funciona, las mujeres no pueden elegir a su esposo, mucho menos si es un individuo no musulmán, ni siquiera son ellas quienes firman el contrato matrimonial sino su tutor masculino; y tendrá que soportar la poligamia si así lo decide su esposo porque él no tiene el deber de consultarle su conformidad. Sobre esto resulta alarmante que muchos líderes religiosos consideren que la edad ideal para el casamiento es justo a los 9 años, cuando aún son unas niñas. Otro ejemplo de discriminación es que el hombre siempre podrá divorciarse sin reparos, mientras que la mujer tendrá que aceptar el matrimonio durante toda la vida o hasta que su pareja lo estipule. Son todas pruebas de que la ley islámica está completamente hecha por hombres y les permite recriminarlas, incluso con castigos severos, cuando ellos se sientan agraviados o desobedecidos.

La rigidez es fuerte para las mujeres en Arabia Saudita, no obstante hoy se puede mencionar que se han dado algunos pasos, pocos. Lo más reciente es que por decreto real las mujeres saudíes ya pueden pensar en conducir un vehículo automotor, aún no está vigente, pero fue aprobado hace corto tiempo y se espera que sea implementado en el año 2018. El tema entonces será que para poder adquirir un vehículo necesitarán, como para todo lo demás, el permiso oficial de su tutor. También desde 2015 las mujeres pueden votar en comicios electorales; y actualmente se promueven iniciativas para que cuenten con ofertas de trabajo. Aunque con restricciones ya las saudíes pueden estudiar en la universidad y competir en los Juegos Olímpicos, siempre que tengan la respectiva autorización.

Falta muchísimo camino por recorrer en asuntos de derechos humanos para las mujeres en Arabia Saudita, así como en tantos otros destinos de este mundo caótico que habitamos y que necesita perfeccionarse para que podamos vivir en sociedades más justas e inclusivas, donde podamos crecer como personas y estar felices y realizados con nuestros proyectos personales, sociales y profesionales sin importar nuestro género, raza, origen social e ingresos. Cuando eso suceda solo así habremos alcanzado una etapa superior de nuestra propia civilización. Pero hasta ahora estamos demasiado lejos, es una idea utópica porque por mucho que se esfuercen algunos, este es un mundo totalmente ingrato, pensado por hombres y para hombres. Debemos cambiarlo.