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jueves, 24 de agosto de 2017

Conociendo la Hallyu

Por G_nkerbell

La crisis financiera asiática de 1997 cogió a todos fuera de guardia. Aunque las causas exactas todavía se disputan, los efectos fueron bastante claros tanto dentro como fuera del continente. El problema empezó en Tailandia y rápidamente se extendió a otros países causando que sus monedas fueran inmediatamente devaluadas en el contexto económico internacional. Corea Sur, en lo que ha quedado en la historia como el Día de Humildad Nacional, pidió un préstamo de $57 mil millones del Fondo Monetario Internacional en  diciembre de 1997. El país había pasado de ser una nación en guerra a ocupar el undécimo puesto entre las economías más grandes del mundo lo que provocó que fuera aún más dolorosa la brusca caída de las finanzas.

Más de la mitad de los chaebols (conglomerados surcoreanos) se vieron obligados a cerrar, el desempleo aumentó de manera alarmante acompañado por la tasa de divorcios y el número de niños abandonados en orfanatos por la incapacidad de las familias de darles sustento. La crisis estaba marcando no solamente la vida de la población sino también la reputación del país en el contexto internacional ocasionando una pérdida importante de inversores.

El hombre que asume la presidencia surcoreana en este convulso momento, Kim Dae Jung, se vio con muy pocas opciones para volver a levantar un economía deshecha por la cruda crisis y construir nuevamente una imagen sólida de país que atrajera a las empresas inversionistas que inyectaran divisas en las finanzas. Corea del Sur es un país que no posee importantes recursos naturales ni grandes extensiones de tierras cultivables. La inversión en la industria manufacturera iba a representar un gasto elevado que no iba a dar resultados a corto plazo y el desarrollo armamentístico podría interpretarse como una provocación en medio de las tensas relaciones con la República Popular Democrática de Corea del Norte.

La solución llegó de occidente, principalmente de países como el Reino Unido y los EE.UU que esta década habían logrado ingresar sumas millonarias a sus economías exportando un producto exclusivo: cultura. Filmes como Anastasia, Men in Black y Titanic recorrían el mundo logrando cifras increíbles en taquilla y convirtiéndose en éxitos internacionales acompañados del auge cada vez mayor de la llamada música Pop con representantes como la boyband  norteamericana Back Street Boys y el grupo de chicas británico SpiceGirls.

Teniendo en cuenta estos agentes y la factibilidad de desarrollar una cultura popular que distinguiera al país, es que el gobierno se volcó en una sólida política de expansión cultural que los medios de prensa chinos bautizaron con el nombre de Hallyu u Ola Coreana precisamente por la efectividad y el avance rápido e imparable de la misma.

La llamada “ola”  en sus inicios se caracterizó por la exportación de productos culturales como las novelas, llamadas K-Dramas, acompañadas más adelante por una creciente industria cinematográfica y un nuevo género musical: el K-Pop impulsados en gran medida por el Internet y las redes sociales como Facebook, Twitter, Youtube e Instagram.

El poderío de Corea en materia de tecnología, industria automotriz y construcción naval es conocido en el mundo entero. Sin embargo, su identidad cultural nunca estuvo muy clara. Todos conocen tradiciones chinas, todos saben algo sobre Japón, pero pocos pueden resumir símbolos de Corea. Promediando la década del 90, el gobierno comenzó a comprender la importancia de realizar inversiones para definir una identidad frente al mundo. Tener identidad es tener poder. Para eso se necesitan símbolos, artistas, música y una estética propia.

Para investigadores como la mexicana Nayelli López y la argentina Mercedes Giuffre el Hallyu es definido precisamente como un fenómeno cultural coreano porque los elementos que lo identifican son creados en la cultura coreana y por su sociedad conformando de esta manera una identidad para adquirir visibilidad en su entorno.

La estrategia para la expansión cultural se encuentra pensada a nivel de país en Corea del Sur. El Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de esa nación es el encargado de impulsar y apoyar el Hallyu y sus productos como medios para la promoción de la cultura coreana. Conectaron los estudios de cultura y de idioma coreano en el extranjero con la ola, a través del establecimiento de la División Nacional de Cultura e Idioma Coreano en 2005, cuyo objetivo inaugural fue el fomento de la “marca país”. En este marco se inscribe la difusión de las industrias culturales coreanas hacia América Latina, el financiamiento de Centros de Estudios Coreanos, de clases de idioma en diversos institutos y universidades y el establecimiento de Centros Culturales en nuestra región.

De esta manera la penetración cultural ejercida por el país asiático es mucho más satisfactoria pues intentan limar las amplias diferencias culturales, ideológicas e idiomáticas que existen con países que se encuentran fuera del continente y hacer mucho más accesible sus producciones a todo tipo de público.

Desde el 2007, el fenómeno de Hallyu ha experimentado un cambio significativo con el crecimiento de los medios de comunicación sociales. Corea ha hecho  innovaciones en SNSs (por ejemplo, Cyworld) y en tecnología móvil (Samsung Galaxy), así como en juegos on-line como Aion que se han vuelto también parte de la Ola en lo que se pasó a llamar Hallyu 2.0.

En el año 2012, el producto de la industria cultural de Corea del Sur fue de unos 87.900 millones de dólares, y en menos de una década aumentó en casi un 100 % –el año 2003 era de 44.200 millones de dólares–; un crecimiento excepcional, muy difícil de registrar en otros países. Del de 2012, 4.800 millones de dólares fueron productos culturales de exportación y de eso el 9 % representa la exportación del K-Pop al mundo, aproximadamente 450millones de dólares. Sin embargo, el crecimiento de las industrias culturales ha influido de manera clave a la hora de promover ese comercio exterior así como de poner en el mapa del turismo a Corea del Sur

Aun así, algunos estudiosos occidentales y orientales sostienen que el Hallyu carece de creatividad y atractivo cultural universal. Señalan que se trata de un fenómeno protagonizado y movilizado por adolescentes y jóvenes quienes, sin otra opción que cumplir con la voluntad de sus padres fundada en un profundo deseo nacionalista, se transforman en maquinas de exportación global. Sin embargo, el auge del K-Pop condujo a consolidar otra mirada sobre esta expresión de la “cultura de masas” y, sobre la base de cierto consenso académico, se considera que el género musical reúne todos los elementos necesarios, la creatividad, el atractivo universal, y el sistema global de difusión, que posicionan al Hallyu como fenómeno multicultural significativo y verosímil.