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viernes, 25 de agosto de 2017

El futuro es la era sin petróleo

Por Yamy

Las reservas de energía no renovables se están acabando, y esto supone un problema serio para la humanidad, pues todo, de alguna manera, funciona con esas energías convencionales que encontramos en depósitos de la naturaleza en cantidades limitadas. Cuando sean consumidas totalmente, no habrá forma de poder sustituirla. Es por eso que por todo el mundo se innova apresuradamente para encontrar modos alternativos que nos permitan continuar con vehículos automotores, energía eléctrica y un sinfín más de bondades que hoy nos ofrece el combustible. La pregunta es, ¿volveremos a la era primitiva?

También hay que mencionar que el combustible no es del todo perfecto. Nos facilita la existencia, pero nos trae graves consecuencias como la contaminación de ríos y mares por ser insoluble en agua; así como la emisión de gases tóxicos para la vida, y gases de efecto invernadero. La combustión de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas natural, ha incrementado considerablemente la emisión de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera desde el inicio de la Revolución Industrial en 1750. Demasiado tiempo agotando recursos y dañando al planeta. Los científicos pronostican todo el tiempo que si esta situación continúa al ritmo actual, en el año 2047 la temperatura de la superficie de la Tierra podría exceder sus valores históricos y ello traería terribles implicaciones en ecosistemas, la biodiversidad y, por tanto, en la vida humana.

Su distribución geográfica no es homogénea, y mientras más se agotan las reservas más se afecta su precio en el mercado mundial. Llegará el momento en que se originen conflictos explícitos por su adquisición; aunque hay evidencias de que el petróleo estuvo vinculado a diversos acontecimientos bélicos, desde la Segunda Guerra Mundial hasta las guerras de Irak de 1991 y 2003. Pero, seamos realistas, ninguno de estos factores es de mayor importancia para las grandes transnacionales. El agotamiento supone un problema real para las actividades fundamentales del ser humano, y hacia su sustitución están encaminados todos los esfuerzos.

Si bien es tremendo agente contaminante, el combustible fósil que quizás más preocupa es el petróleo. En la actualidad es la principal fuente de energía y materia prima para obtener gran variedad de derivados, como el plástico. Su venta es fundamental en el mercado mundial y en la política exterior de varios países que han basado su economía en este recurso. Algunas de las mayores reservas del mundo se encuentran en Venezuela, Arabia Saudí, Canadá, Irán, Iraq, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos.

Durante años se consideró el petróleo como una alternativa en un 15% más limpia y eficiente que la gasolina. Sin embargo, recientemente han expuesto que posee un legado tóxico todavía mayor porque produce cuatro veces más dióxido de nitrógeno (NO2), además de 22% más de material particulado. Esta revelación llegó cuando gran parte del mundo había decidido optar por el diésel porque supuestamente era más saludable y barato. De este modo las grandes ciudades poseen hoy altísimos niveles de contaminación, y están pensando en sustituirlo con alternativas ecológicas.

Muchos apuntan a que la prohibición de vehículos de petróleo será inevitable. Las inquietudes son acerca de cuál será la propuesta, si será suficiente y efectiva, y qué tiempo habrá para implementarlo. Por lo pronto países de Europa como Francia son líderes en el estudio de iniciativas para promover una transición sin traumas a métodos menos dañinos. En su primera fase la estrategia de los franceses ha sido eliminar la circulación de autos producidos entre los años 1997 y 2000, y quien lo haga será multado. Para el 2025 esperan haber reducido totalmente los carros que utilicen petróleo; la opción será utilizar vehículos eléctricos o el transporte público.

Otros países como México, Inglaterra, Alemania, Grecia y España han sentido la responsabilidad política de obrar, por eso combinan distintas estrategias rumbo al reemplazo total. La iniciativa de España, en el caso de Madrid, es limitar una de sus avenidas principales, la Gran Vía, únicamente para autobuses públicos y taxis; además, durante períodos de altos niveles de contaminación restringen la circulación en función de la matrícula que porten. También se han peatonalizado muchas calles del centro de la ciudad capital. Sus propuestas alternativas para libarse del diésel en el año 2025 van desde el uso del metro, otros transportes públicos, y el mencionado vehículo eléctrico. Además de esas medidas generales, Alemania e Inglaterra prevén mantener la contaminación atmosférica controlada con el uso de vehículos de hidrógeno.