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domingo, 20 de agosto de 2017

Leyendas cubanas: La historia de Antoñica

Por Elizabeth Almeida

A un costado de la conocida avenida de Boyeros, se encuentra localizada una de las instituciones más tristemente célebres de la historia de Cuba: el Hospital Psiquiátrico de La Habana Comandante Doctor Eduardo Bernabé Ordaz Ducunge, mejor conocido como Mazorra por el nombre de la antigua finca sobre la que se construyó. Sus inmensos pabellones pueden albergar a más de 2000 enfermos mentales y cuenta a la vez con grandes áreas para la práctica de actividades físicas. Sin embargo lo que provoca temor es el encierro mental de quienes habitan dentro. Es doloroso imaginar siquiera una vida tan distante a la que vivimos, en mayor o menor medida, que se desarrolla en el transcurrir de los días entre las lúgubres paredes. 

Pero es más desconcertante aún conocer la triste historia del hospital que, hace muchos años, también se usó como prisión de aquellas personas que su época y sus semejantes no fueron capaces de comprender.

Los antecedentes históricos más importantes se remontan a 1804 cuando el entonces Capital General de la Isla de Cuba, Salvador de Muros y Salazar, Marqués de Someruelos emite un Decreto para recluir a los dementes de todo el país. En virtud de esta ley las mujeres son enviadas a la Casa de las Recogidas de San Juan Nepomuceno y los hombres a la Real Cárcel de La Habana. A partir de 1826, se inician los primeros intentos de hospitalización destinándose para ello los Hospitales de San Francisco de Paula y San Lázaro, hasta que en 1828 los hombres son trasladados al Hospital de San Dionisio y las mujeres, en 1829, a la Casa de Beneficencia.

La característica principal de estas instituciones era la falta de tratamientos científicos, el régimen carcelario y las condiciones de vida infrahumanas. Por esas razones, el entonces Rector de la Casa de Beneficencia dispone el 15 de octubre de 1815 comprar una propiedad en deshuso, en que con otros horizontes, otros aires más puros y otros ejercicios corporales, lograran su curación.

El Capitán General José Gutiérrez de la Concha ordenó el 26 de Octubre de 1854 la formación de una Junta con la finalidad de gestionar una finca en las cercanías de La Habana y destinarla para casa de Beneficencia para emancipados  que por su edad y achaques no pudieran ganarse el sustento; y también para trasladar a los dementes de San Dionisio y a las dementes de la Casa de Beneficencia, así como también para los demás fines que el gobierno tuviera a bien disponer". Se escogió el Potrero Ferro, propiedad del hacendado José Mazorra por su situación fácil y doble comunicación, extensión de su área y abundancia de agua. En el Archivo General Nacional, se recoge que por los 20 158 392 pies cuadrados del terreno se pagaron 10 576 pesos.

En 1857 se funda el hospital con el nombre de Casa General de Dementes de la Isla de Cuba, los primeros edificios se construyen para hombres y en 1862 se inicia la construcción de los de mujeres. Sin concluir las obrasen su totalidad se procedió a trasladar unos 270 hombres y 190 mujeres, bajo el cuidado de las Hermanas de la Caridad. Sólo entre 1864 y 1892, la dirección del hospital la ocuparon médicos, en total 12, el primero de ellos fue  José Joaquín Muñoz en 1864, quien tradujo al castellano el libro del profesor Ballarger “Traité d’ Alienation Mental”, primer libro de psiquiatría publicado en Cuba.

Con el fin de la dominación española en Cuba, en 1899 toma posesión de la dirección del hospital el Coronel del ejército Libertador, Lucas Alvarez Cerice. Hasta el fin de la llamada primera intervención militar norteamericana en el año 1902, se cambia su nombre por el de Asilo General de Enajenados de la Isla de Cuba. De esta etapa, uno de sus médicos el Doctor Gustavo López escribe en su libro “Los locos en Cuba” que cuando había alguna disputa entre los pacientes: "un vigilante acudía armado de su bastón y los llamaba al orden distribuyendo algunos garrotazos......hasta las Hermanas de la Caridad manejaban el látigo (...) El pobre loco no tuvo nunca hospital, no se sustraía de los trabajos forzados"

En abril del año 1936 fue ingresada en Mazorra por primera vez Antoñica Izquierdo una de las figuras más peculiares en el estudio de la religiosidad en Cuba. Esta mujer nació en el año 1899 en la finca Las Ayudas en Cayos de San Felipe, el barrio menos poblado y uno de los más pobres del municipio de Viñales. En enero de 1936 el nombre de Antoñica había trascendido las fronteras de Pinar y había llegado a oídos de importantes figuras en La Habana como “la campesina milagrosa que curaba con agua”.

Sus creencias consistían en  que a través del agua, que purifica todo, se podía curar el alma y el cuerpo y según testigos de la época numerosos enfermos que llegaron al bohío de Antoñica regresaron a sus casas en un perfecto estado de salud. Luego de la permanencia a la que fue condenada en el recinto psiquiátrico, Antoñica regresó a su hogar y se encontró con la noticia de que su familia había sido separada y sus hijos habían sido entregados a otras personas para su cuidado. Aún así su fe permaneció inquebrantable y su reputación en la localidad era tan grande que logró reunir y adoctrinar a un grupo de seguidores que se encargaban de reproducir sus dogmas.

El 14 de abril de 1938 fue acusada de la práctica ilegal de la medicina y llevada a juicio. A falta de pruebas en su contra la sentencia fue recluirla nuevamente en la institución psiquiátrica en donde fallecería el 1ro de marzo de 1945. Los médicos a su cuidado aseguraban que Antoñica ejercía un influjo apaciguador sobre el resto de las enfermas con quienes convivió e incluso con las del pabellón de máxima seguridad. El legado de Antoñica Izquierdo aún perdura entre las lomas del occidente cubano. La comunidad de Los Acuáticos, como se conocen, son la huella que dejó una gran mujer antes de morir en la impuesta locura.