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miércoles, 13 de septiembre de 2017

El día que cambió la historia para los Bulls

Por Aliet Arzola

Houston y Portland, en 1984, dejaron pasar en el Draft a Michael Jordan. Esa decisión pesará cada día de su historia, porque justo esa jornada comenzó a escribirse una secuencia completamente diferente en el baloncesto de la NBA. Jordan, en ese momento con 21 años, fue escogido por los Chicago Bulls, con quien firmó su contrato el 12 de septiembre, hace ya 33 veranos. Desde entonces, el jugador más fantástico que ha pasado por las duelas, dotó a la escuadra de Illinois de un poder especial y la condujo a ganar seis pergaminos en la década del noventa, dominio impresionante que pudo ser mayor si Jordan no hubiera abandonado el baloncesto por dos campañas para probar suerte en el béisbol tras la muerte de su padre, asesinado en julio de 1993.

Pero retornemos al punto inicial: 1984. En el verano de aquel año, los Rockets seleccionaron en el Draft al nigeriano Hakeem Olajuwon, quien después se convirtió en uno de los grandes centros en la historia del baloncesto, con dos anillos, un MVP y 12 inclusiones en el All Star. Los Blazers, por su parte, escogieron a Sam Bowie, una promesa en las categorías colegiales que después nunca pudo alcanzar el mismo nivel en la NBA, lastrado por lesiones. Ninguno de ellos miró a Jordan, a quien los Bulls no dudaron en captar y firmar en breve, para así comenzar a levantar una de las más fabulosas dinastías en el universo deportivo. Este proceso de reconstrucción, puesto en marcha por el dueño Jerry Reinsdorf y el gerente general Jerry Krause, tenía al chico de Brooklyn como eje central, lo cual a la postre rindió magníficos frutos. De entrada, el impacto de Jordan en los Bulls y la NBA fue inmediato, porque la escuadra de Chicago subió del décimo al séptimo escaño de la Conferencia Este y ganó más partidos que en cada una de las tres campañas anteriores. De manera individual, Michael ganó inobjetablemente el premio de Novato del Año.

Sin embargo, por espacio de seis temporadas, los Bulls, si bien se mantuvieron en zona de play off, nunca pudieron ofrecer una versión letal en los partidos decisivos. De 1985 hasta 1987, ni siquiera pudieron superar la primera ronda de la postemporada, golpeados por Milwaukee y luego, dos veces, por los imponentes Celtics de Larry Bird. Ya en 1988 ganaron la primera serie contra los Cleveland Cavaliers, pero después sucumbieron ante los Pistons de Detroit, con quienes comenzaron una de las rivalidades más tensas en la historia de la NBA. Justamente, los chicos malos de Detroit los derrotaron en las finales conferencia en 1989 y 1990, detalle que frustraba a un Jordan en plenitud, que ya había ganado un MVP. Pero no hay mal que dure 100 años, y luego de varios episodios negativos frente a los Pistons, en 1991, con Phil Jackson en los banquillos, los Bulls destrozaron 4-0 a sus eternos verdugos en las finales de conferencia y después acabaron con los Lakers para conquistar su primera corona en la NBA. Amparados en el virtuosismo y juego eléctrico de Michael, los de Chicago ganaron más de 57 partidos por tres campañas al hilo y en dos de ellas superaron la barrera de los 60 éxitos. En cada una de esas contiendas hasta 1993, Jordan y los Bulls se convirtieron en un quinteto invencible, amparados también la química que alcanzaron con su estrella otros estelares de la talla de Scottie Pippen y Horace Grant.

Para el verano de 1993, Jordan decide probar suerte en el béisbol, disciplina en la cual avanza hasta las Ligas Menores, pero sin demasiado éxito. Los Bulls, si bien conservaban una nómina potente, no eran los mismos sin su espectacular jugador, y por ello perdieron la punta de la Conferencia Este, en la cual no llegaron ni siquiera a disputar su final. Para 1995, Jordan regresó con a la duela con Chicago, y pudo verse entonces la puesta en escena más demoledora de la historia. Con Michael a la cabeza, Pippen todavía en versión letal, un reboteador de otra galaxia como el excéntrico Dennis Rodman y el croata Toni Kukoč , un sexto hombre maravilloso, los Bulls arrasaron por tres temporadas al hilo. En ellas, no solo ganaron el título de la NBA, sino que rompieron con 72 sonrisas el récord de 69 victorias implantado por los Lakers en 1972, marca que duró más de dos décadas hasta que Golden State lo quebró recientemente. En ese período, Jordan ganó dos veces el MVP y fue nombrado también el Más Valioso en cada una de las tres finales que jugó. Después de la campaña de 1998, cuando espiró el contrato de Phil Jackson y estaba también en el aire la continuidad de Pippen y Rodman, además de los embrollos de una huelga laboral en la Liga, Jordan se retiró por segunda ocasión y los Bulls nunca volvieron a ser los mismos. En los seis años sucesivos ni se acercaron a la postemporada, y hasta hoy, no han disputado otra final de la NBA.