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domingo, 24 de septiembre de 2017

José Martí y sus impresiones de América

Por EvelynR

El Héroe Nacional de Cuba José Martí es reconocido además de por su amplio, agudo y visionario pensamiento, por la profusa obra literaria y periodística que desarrolló durante su vida, entre las que están más de 300 crónicas que escribió durante el exilio y que reflejan los diferentes procesos sociales, económicos y políticos de los Estados Unidos y América Latina. Durante los 15 años que vivió en los Estados Unidos, fue capaz de analizar tan profundamente a los Estados Unidos sino que, desde sus primeros escritos, refleja las características de la sociedad norteamericana. Estas crónicas fueron los primeros trabajos periodísticos de Martí publicados en Estados Unidos, en la revista neoyorquina The Hour. Dichas impresiones son las de un recién llegado, las de un forastero en el Nuevo Mundo que, aunque maravillado, no deja de ser observador insidioso.

El Héroe Nacional de Cuba José Martí es reconocido además de por su amplio, agudo y visionario pensamiento, por la profusa obra literaria y periodística que desarrolló durante su vida. En ese sentido, llaman la atención las más de 300 crónicas que el Apóstol escribió durante el exilio y que reflejan los diferentes procesos sociales, económicos y políticos de los Estados Unidos y América Latina.

Durante los 15 años que vivió en los Estados Unidos, el Maestro fue testigo de la transformación norteamericana hacia el imperialismo y del proceso deshumanizador de la misma, donde la competitividad y el afán de lucro separaban al hombre de su espiritualidad hasta llevarlo al punto de la banalización.

Pero no sólo durante ese largo periodo fue capaz Martí de analizar tan profundamente a los Estados Unidos sino que, desde sus primeros escritos, refleja las características de la sociedad norteamericana. Tal es el caso de tres crónicas denominadas Impressions of America (By a very fresh spaniard) (Impresiones de América, Por un español muy fresco), fechadas el 10 de julio, el 21 de agosto y el 23 de octubre de 1880, y que analizaremos en este ensayo.

Estas crónicas fueron los primeros trabajos periodísticos de Martí publicados en Estados Unidos, en la revista neoyorquina The Hour. Dichas impresiones son las de un recién llegado, las de un forastero en el Nuevo Mundo que, aunque maravillado, no deja de ser observador insidioso.

Están caracterizadas por un tono irónico y crítico de la sociedad que percibe, característica que puede vislumbrarse incluso desde el momento en que firma las crónicas; la traducción de a very fresh spaniard, como reflejamos en el párrafo anterior, es mayormente aceptada como un español muy fresco, que aunque se señala pudiera hacer referencia a su condición de recién llegado, por llevar en Estados Unidos muy poco tiempo, se acepta por los especialistas como fresco o impertinente, respondiendo, como se dijo anteriormente, al tono en que aparecen escritas las crónicas.

Percepciones martianas sobre Norteamérica

A su llegada a Estados Unidos el autor encuentra una situación diferente a la vivida en la Cuba colonial, a la de Europa y la de otros países hispanoamericanos visitados con anterioridad; Martí percibe el arribo paulatino de la sociedad norteamericana a su fase imperialista. Y es en ese sentido que, aunque no deja de señalar su asombro hacia los avances de Norteamérica, no puede obviar toda la compleja red de consecuencias sociales que trae consigo el imperialismo: la deshumanización que provoca la sociedad, el amor desmedido por la riqueza y la falta de espiritualidad, elementos que se alejan de su concepto de hombre y de la sociedad a la que aspiraba.

El Apóstol se percata del peligro que representaba el ejemplo de este país para el resto de los pueblos de América y sus incompletas repúblicas, así como para la Cuba aún colonizada.

Martí alerta sobre este riesgo y señala la importancia, no sólo del desarrollo del modelo económico de la sociedad, sino la necesidad del enriquecimiento interno y espiritual del hombre como forma de crecimiento y dignificación. En ese sentido expresa:

“Y si llegaran los días de pobreza,-¿qué riqueza, sino la de la fuerza del espíritu y el consuelo intelectual, ayudará a este pueblo en su colosal infortunio? (…) Si este amor de riqueza no está temperado y dignificado por el ardiente amor de los placeres intelectuales,-si la benevolencia hacia los hombres, la pasión por cuanto es grande, la devoción por todo lo que signifique sacrificio y gloria, no alcanza parejo desenvolvimiento al de la fervorosa y absorbente pasión del dinero, ¿adónde irán? ¿dónde encontrarán suficiente razón para excusar esta difícil carga de vida, y sentir alivio a su aflicción? La vida necesita raíces permanentes: la vida es desagradable sin los consuelos de la inteligencia, los placeres del arte y la íntima recompensa que la bondad del alma y los primores del gusto nos proporcionan.” (Obras Completas Vol 19, pp 107)

En este fragmento se muestra cómo Martí avizora el peligro que corre la sociedad norteamericana al vapulear los valores sobre los que debe asentarse una nación y advierte la posibilidad del declinar de la misma donde, a pesar del esplendor material, menguan los bienes humanos y morales.

Además del rechazo a la acción digamos enajenante de la sociedad norteamericana, Martí muestra un fuerte sentido de pertenencia, reflejado en su oposición a copiar esos elementos foráneos que estarían muy lejos de beneficiarnos y, en general, a una sociedad cuyos orígenes son diametralmente opuestos a los de nuestros pueblos de América.

Martí, la Gilded Age y la New Woman norteamericana

En el periodo en el que José Martí escribe estas crónicas la nación norteamericana está inmersa en la época que se conoce como Gilded Age o Edad Dorada, etapa caracterizada por la vorágine de la expansión económica, industrial y demográfica. Además, toma como centro de referencia a Nueva York, la cuidad más cosmopolita de Estados Unidos, es por ello que fija su mira en los problemas y consecuencias que produce esta fase para la sociedad norteamericana y que aparecen reflejados en sus Impresiones de América.

Una de las consecuencias de este crecimiento acelerado lo ve expresado en el papel de la mujer norteamericana, expresión del momento y de lo que se llamó como New Woman o Mujer Nueva, un ideal feminista surgido a finales del siglo XIX y que representaba la mujer que empujaba los límites establecidos por la sociedad dominada por los hombres.

Es en este tipo de mujer en el que Martí centra sus atenciones y críticas en las tres crónicas analizadas: generaliza la vida de Nueva York y la muestra expresada en la mujer norteamericana que separa o categoriza en dos vertientes fundamentales: por un lado la mujer banalizada y virilizada, el prototipo de la femme nouvelle o New Woman y, por otro, la pobre mujer virilizada por las circunstancias que le impone el sistema económico imperante. En ambos casos, emplea las descripciones de esas féminas para caracterizar la vida urbana y la Gilded Age, las convierte en emblemas del laissez faire económico del capitalismo, las torna en símbolos corruptos vivientes del “monstruo” norteamericano. Tal es así que en su tercera crónica del 23 de octubre expresa:

“Debemos preguntarles a las mujeres cual es el fin natural de su sed inextinguible por el placer y la distracción. Debemos preguntarles si un ser tan exclusivamente dedicado a la posesión de vestidos de seda, de diamantes resplandecientes y de toda clase de caprichos costosos, puede luego llevar a su hogar esas sólidas virtudes, esos dulces sentimientos, la bondadosa resignación, aquel evangélico poder de consuelo que sólo puede conservar en alto un hogar sacudido por la desventura, e inspirar a los hijos el desprecio de los placeres naturales y el amor por las satisfacciones internas que hacen a los hombres felices y fuertes, como hicieron a Ismael, para afrontar los días de pobreza.” (Obras Completas Vol 19, pp 124)

Según señala, la belleza externa de las mujeres americanas no logra atraerle por estar desfiguradas por la fealdad del alma, en contraposición con las cualidades balsámicas atribuidas a las mujeres hispanas.

A través de dos historias el Apóstol ejemplifica sus observaciones y creencias acerca de la mujer norteamericana. En la primera, presente en la crónica del 10 de julio, narra el descarrilamiento de un tren en el cual viajaba y su intento por auxiliar a una anciana de 80 años, que es rechazado por esta. Este relato, no exento de visajes irónicos en la forma de contar, reafirma una de sus impresiones: la mujer norteamericana, aún en su vejez, percibe al hombre como un sujeto erótico amenazador de su independencia, lo que recalca su virilidad o semifemineidad.

La segunda de estas historias aparece en la última de esta serie de crónicas, del día 23 de octubre. El relato es una de las notas tomadas por Martí en su libro de apuntes y se refiere de cierta manera a la formación social de la mujer norteamericana, pero llama la atención por ser la descripción del comportamiento no de una dama, sino de una niña de sólo siete años. Este es un fragmento de lo que señala:

“¿Qué veo? Una niña de siete años va a la escuela. Habla con cuidado inusitado con otras niñas; esta miniatura de mujer tiene tanto dominio de sí misma como una mujer casada: me mira y sonríe como si pudiese conocer todos los misterios de la humanidad. Sus orejas están adornadas de pesados aretes; sus pequeños dedos de sortijas. ¿De dónde proviene esta maravillosa volubilidad? ¿Qué hará esta pequeña niña, tan aficionada a la pedrería a los siete años, por obtenerla cuando tenga dieciséis? La esclavitud sería mejor que esta clase de libertad; la ignorancia mejor que esta ciencia peligrosa.” (Obras Completas Vol 19, pp 124)

En este relato Martí nos descubre una niña ya deformada por los vicios y la pérdida de valores de la sociedad norteamericana, nos las presenta como una oportunista en potencia, como una futura mujer degradada. A través de esta anécdota, apreciamos cómo el sistema capitalista deforma y corrompe a la mujer, convirtiéndola en un ser interesado y ostentoso.

Martí desprecia a esa mujer reflejo de los males de la vida norteamericana, que no encaja con sus ideales de sociedad patriarcal donde la mujer es aquel ser perfecto, fino, delicado, vaporoso y sensible, sustento y compañera eterna del hombre. En todo momento se aferra a un ideal romántico de fémina y señala la distancia que media entre él y aquellas que observa, tan diferentes a las que identifica con su proyecto de patria y con el mundo latino en general y constante recordatorio de los vicios que es imprescindible evitar.