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jueves, 14 de septiembre de 2017

La dependencia azucarada

Por Yamy

Uno de los muchos y grandes problemas del mundo es la obesidad que padece gran parte de la población. Son tan dramáticas las estadísticas, que desde hace algún tiempo viene despertando alarma en los expertos, y ellos intentan alertar sobre sus graves repercusiones mientras promueven estilos de vida saludables. Muchas son las causas, incluso asociadas a problemas de salud, pero el origen de la obesidad está dado por el desorden alimentario, y las grandes ingestas de comida chatarra: fritos, procesados, y el azúcar, culpable a su vez de otros males no menos importantes.

A pesar de ser tan dañina, muchos son los que dicen ser adictos a los alimentos dulces, de hecho entendidos en el tema afirman que el azúcar es la droga más peligrosa de todas, en primer lugar porque son muy ricos, llamativos y diversos los postres, y porque puede conseguirse en cualquier sitio, a costo relativamente bajo, y en cantidades descomunales.

En tal sentido se han realizado disímiles estudios. En un artículo científico sobre el tema publicado en la revista British Journal of Sports Medicine, expertos estadounidenses afirman categóricamente que el consumo de azúcar produce efectos similares a los que produce la cocaína; inclusive altera el humor, como si se tratara de la habilidad que tienen la mayoría de las drogas a modo de recompensa y placer, sensación que conlleva a la búsqueda insaciable de más y más.

En el artículo, los investigadores mencionaron varios experimentos realizados con ratones, encaminados a probar que los animales se deciden por el dulce como primera alternativa ante la cocaína. Por otro lado, los roedores podrían sufrir el denominado síndrome de abstinencia al azúcar.

Uno de los autores del estudio, James DiNicolantonio, del Instituto del Corazón Saint Luke’s Mid America, en Kansas, Estados Unidos, ha manifestado que el azúcar es mucho más adictivo para los animales que la cocaína; y agregó que probablemente el azúcar sea la sustancia adictiva más consumida en el mundo, y por consiguiente está causando estragos en la salud humana. Por su parte, Robert Lustig, profesor de Pediatría de la Universidad de California, en San Francisco, explicó que el componente dulce es el “alcohol para los niños”, comparable con la nicotina.

Mientras tanto, Hisham Ziauddeen, psiquiatra de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, ha podido asegurar que los estudiosos estadounidenses han malentendido las pruebas previas, y refiere que los análisis revelan que los ratones alcanzan la adicción al azúcar únicamente cuando su ingestión se permite solo dos horas al día; pero si se les permite a los ratones comerlo cuando quieren, como realmente lo consumimos los humanos, no muestran ese comportamiento adictivo. Así mismo indica que con la sacarina se detecta igual consecuencia, por tanto todo parece indicar que se trataría de adicción al sabor dulce, más que al propio azúcar. De ese modo intentó apuntar que el azúcar no es un demonio descomunal en sí mismo, debido a que solo genera problemas al ser componente en cantidades enormes en los alimentos, lo que aumenta de forma substancial su contenido calórico, y por consiguiente, el aumento de peso si se hace habitual.

El profesor emérito de Nutrición y Dietética de la Universidad británica King’s College de Londres, Tom Sanders, también ha tildado de absurda la conclusión. Afirma que es verdad que la preferencia por los dulces puede generar costumbre, pero que no llega a ser tan adictivo como el opiáceo o la cocaína. Además, añadió que el daño más grave causado por el azúcar en un estado saludable es el deterioro dental. Cuestionable.

Sin embargo, en la práctica resulta tan difícil luchar contra un antojo de dulce como lo pudiera ser el deseo por un cigarrillo. Es por eso, quizás, que tantas personas se quejan de que las dietas funcionan temporalmente, porque no pueden luchar contra la ansiedad de comer algo azucarado, y una vez que empiezan, no encuentran cómo acabar. Es cierto que una pequeña cantidad no hace daño, pero debería ser realmente mínima para no sentirnos afectados; además, aunque no usemos el polvo de azúcar, está presente en casi todo lo que comemos, incluso en alimentos salados. Por tanto, es fácil traspasar los niveles adecuados de consumo diario.

La ingesta excesiva de azúcar refinada puede ser la causa de enfermedades cardiovasculares, bulimia, obesidad, ansiedad, depresión, hipoglucemia, prediabetes, candidiasis, inflamaciones, y tantos males más. Un dato interesante puede ser su composición química, C12H22O11, bastante parecida a la formula de la cocaína: C17H21NO4, sin el átomo de nitrógeno, por supuesto.

El primer paso sería asumir que existe un problema, que es dañino y se impone tomar medidas. Incluso para los menos fuertes de voluntad, unos consejos básicos pudiera ser, en primer lugar, engañar al cerebro teniendo a mano siempre alimentos sanos, o con menos carga dulce, de modo que si llega el hambre no tengamos más alternativa que comer saludable. También muchos recomiendan hacer mercado estando saciado porque comprar con hambre implica que podamos ser menos rigurosos en el momento de selección. Otra manera de frenar el consumo de azúcar es evitando comer fuera de casa, evidentemente cuando sea posible, y si no hay alternativa, pues elegir lo más sano del menú; por supuesto en esto influye el nivel de hambre que tengamos en el momento porque para casi todos funciona la poca cordura en un estado de apetencia extrema. Por último, estar activo y ocupado es otra forma de engañarnos mentalmente. Aunque parezca increíble todo está en la mente, y mientras estemos entretenidos podremos burlar y aplazar el momento de comer y no caer en la tentación de hacerlo de más.