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martes, 19 de septiembre de 2017

Las angustias de la economía estadounidense

Por ElizabethF.

Es, créanlo o no, el país con la mayor deuda externa del mundo, y es un lastre del cual no pueden desentenderse aunque su economía siga siendo una cosa verdaderamente admirable. Es simple, a pesar de las alertas y discursos que hablan sobre la decadencia nacional, los ciudadanos estadounidenses continúan viviendo, de forma general, bien. Si se mira panorámicamente, es fácil ver que la economía está bien cerca del empleo pleno, Wall Street sigue haciendo todos los días mucho dinero y no ha perdido su condición de titán corporativo, y en Silicon Valley la innovación no tiene comparación en el mundo. Pero las angustias, las sombras de los problemas están ahí, por más que se parapeten.

Si lo duda, busque, indague en el presupuesto nacional y su aprobación, y verá como gracias a las peleas políticas que no escampan, este se ha convertido en un guión de melodrama que siempre deja cuando menos al gobierno con un pie en la parálisis.

El más reciente temporal viene de la mano del propio presidente Donald Trump, quien atiza ahora la controversia alrededor de su polémica propuesta de bajar los impuestos, una medida que de acuerdo con las posiciones más críticas solo ayudaría a los más ricos en detrimento del resto. Y por si fuese poco, en medio de las idas y venidas está la deuda.

Lo peor es que Estados Unidos parece actuar como si ese elemento no existiese, no formara parte también de su realidad. Puede decirse que se acostumbró a vivir endeudada y hoy las finanzas públicas en el país de las barras y las estrellas reflejan a todas luces un gigantesco déficit. De hecho, más preocupante aún, Estados Unidos enfrenta un problema que muchos expertos solo han asociado históricamente con los llamados países en desarrollo: una creciente deuda externa.

Estimados oficiales suponen que la deuda pública de EE.UU. asciende a más de US $14 billones, mientras China tiene casi US$1.2 billones en bonos del tesoro. Ninguna nación desarrollada como Estados Unidos se ha endeudado tanto en la historia, ha señalado Kenneth Rogoff, economista estadounidense de la Universidad de Harvard.

La pregunta que todos se hacen es si esta situación es en efecto sostenible, o es inevitable para Estados Unidos enfrentar en algún momento situaciones como las que han experimentado otras naciones al estilo de Argentina y Grecia. Para el vicepresidente del Comité por un Presupuesto Federal Responsable, un centro de investigación de Washington, Marc Goldwein, es algo que va a suceder eventualmente si se mantiene esta trayectoria, se le vendrá encima una crisis de deuda.

Si bien la crisis en el escenario estadounidense, advierten los expertos, tendrá otros matices, pues no parece que sería crisis de solvencia, como la que vivió Grecia, sino que esta abarque más bien los mercados financieros, cuando los acreedores empiecen a cobrar más intereses por prestarle a Estados Unidos, lo cual sin dudas impactará en mercados financieros de Norteamérica.

Goldwein opina que, si bien podemos reconocer que la economía norteamericana está actualmente bien, no puede perderse de vista que aunque las tasas de interés están bajas, en cambio la deuda alcanza niveles récord. Y lo peor es que no hay planes de reducirla, lo cual vuelve el asunto insostenible, planteó.

Por otra parte, agregó el especialista es incluso preocupante que mucha de esa deuda pública no esté en manos norteamericanas sino extranjeras, aunque piensa que a veces también se ha exagerado el peligro. Lo cierto sin embargo es que es más difícil, en un contexto de este tipo, para el gobierno disminuir el impacto usando el efecto de la inflación para reducir el monto real que hay que pagar entonces a los acreedores.

Y en ese punto, el experto recordó que hay que lidiar además con que algunos de los acreedores no son siempre amigables con Estados Unidos y podría llegar a verse un escenario en el que estos decidan reducir sus préstamos a Washington simplemente por razones políticas, lo cual por ejemplo, tendría especial relevancia en el caso de China, que es el mayor acreedor de Estados Unidos.

Mientras, el gigante del Norte no evidencia indicio alguno de querer bajar sus niveles de endeudamiento, y si en medio de esa inercia Trump consigue su objetivo de reducir los impuestos, es casi seguro que aumente los déficits y las necesidades de financiamiento externo por parte de Washington.

Con ese escenario de fondo, a mediano plazo Estados Unidos seguirá siendo un país cada vez más dependiente del extranjero para lograr manejar sus finanzas públicas. Y si bien de inmediato no habrá una crisis de descalabros de deuda externa gigantesca como las que han matizado el escenario económico mundial, vale aclarar que la semilla del mal está sembrada, y más vale que estén atentos a no echar por el caño la prosperidad económica.